La campa?a de la pesca de anchoa zozobra ante la baja demanda
Los marineros venden el kilo a menos de un euro a la espera de que aparezcan bancos de mayor calibre para elevar el precio
El patr¨®n del barco abronca a quien osa acercarse a menos de dos metros de sus marineros. La risa de los afanados tripulantes, que descargan cajas y cajas de anchoas para luego embalarlas y mandarlas a la lonja, se intuye por sus ojos mientras su boca y nariz permanecen tapadas por la mascarilla reglamentaria. El pescado se lleva a tierra firme sin que haya, ni por asomo, el metro y medio de distancia social recomendado por las instituciones sanitarias. Los trabajadores, que han superado las pruebas de coronavirus, lo creen imposible, pero esa no es su preocupaci¨®n: m¨¢s le duele el escaso precio al que se venden las capturas.
Las tripulaciones las componen una mezcla equilibrada de espa?oles e inmigrantes sudamericanos o africanos. Han salido a faenar a primera hora en aguas de Hondarribia (Gipuzkoa) y detr¨¢s de los buques se aprecia suelo franc¨¦s tras las apacibles aguas donde echan sus redes. La campa?a, reci¨¦n comenzada, les ofrece de momento piezas de peque?o tama?o, poco cotizadas en la subasta que acontece en la nave sotechada. La clausura de la restauraci¨®n tampoco ayuda y la mercanc¨ªa solo se destina a venta en supermercados o conserveras, que opera muy lejos del 100% de su capacidad.
El peruano Ari Qui?ones, que lleva 18 a?os en las aguas vascas, critica duramente que el kilo de anchoas se quede en 0,75 euros en la lonja. ¡°Nos estamos jugando la vida para nada, a este precio no sacas nada¡±, subraya, sin parar de trabajar. La abismal ca¨ªda de la demanda amenaza el jornal de estos empleados, que en circunstancias normales sacan al mes ¡°unos 1.500 euros¡±. En circunstancias normales, a?ade, el kilo de esa ¡°antxoa¡± de menor calibre se vende a unos dos euros por kilo, casi la mitad asimismo que las m¨¢s grandes.
El mensaje com¨²n es que al ciudadano le llega un producto much¨ªsimo m¨¢s caro, algo que les duele especialmente en el contexto actual. Uno de trabajadores relata, resignado, que su pareja fue al mercado y compr¨® por seis euros el kilo de esos peces que en Hondarribia no alcanza el euro. Por no hablar de los ocho o nueve euros por kilo que puede exigir un supermercado. Andr¨¦s Olaskoaga, secretario de la cofrad¨ªa pesquera y que ha pasado 40 de sus 61 a?os pegado al mar, entiende que los intermediarios tengan que sacar dinero, pero ¡°que al menos no roben a las amas de casa¡±. Olaskoaga cuenta frente a 11 compradores concentrados en sus pujas, sentados en sus pupitres, que la situaci¨®n es ¡°muy mala¡± y que el tama?o del pescado no contribuye. La covid-19 ha cerrado los bares y restaurantes, activos cruciales para el sector. No es la primera vez ni ser¨¢ la ¨²ltima, afirma, que los precios caen tanto. A veces ocurre si se capturan grandes cantidades, sostiene, pero las pandemias no son tan habituales. De hecho, han reducido el cupo de 10 toneladas por nav¨ªo a solo seis para no colapsar un mercado poco propicio.
Todo el mundo trabaja fren¨¦ticamente con mascarilla en esa lonja. Los circuitos de hielo atruenan como si una tormenta cayera sobre los techos; la protecci¨®n nasal y bucal aten¨²a el penetrante olor de toneladas de este pescado azul. Los pescadores lamentan que este tejido ¡°ahoga, no deja respirar bien¡± pero cumplen a rajatabla el requisito. Tan solo se la apartan quienes aguardan su turno en solitario, como el transportista Chema Torrado, hijo y nieto de marineros. El coronavirus impide que pueda descansar o comer en ¨¢reas de servicio mientras lleva el pescado a todas partes. ¡°Es una verg¨¹enza, los que menos ganan son los pescadores¡±, denuncia, mientras plantea que se instale en el mar una tasa de precios m¨ªnimos como las que aplica el Gobierno franc¨¦s y que los agricultores nacionales exigen.
El trasiego de buques prosigue entre lamentos cuando el casco impacta contra el muelle o si se tarda demasiado en empaquetar los bocartes. Juan Jos¨¦ Susperregi, patr¨®n de uno de los barcos, hace cuentas y explica que echar las redes ¡°no da para un buen jornal¡±, pero al fin y al cabo algo hay que hacer mejor que nada. Al menos cubren gastos. La semana pasada capturaron ejemplares muy peque?os y en la lonja de Laredo (Cantabria) les ofrecieron solo 10 c¨¦ntimos por kilo. Las anchoas acabaron en el Banco de Alimentos para que las cocinaran de inmediato y no se desperdiciaran. Las f¨¢bricas de conservas, prosigue este hombre de 55 a?os que empez¨® a trabajar con 14, operan a medio rendimiento. Y gracias. Los marineros levan anclas y vuelven a faenar con la esperanza de que la Naturaleza se porte tanto con la aparici¨®n de peces m¨¢s grandes como con la erradicaci¨®n del virus.
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