Trump, de la derrota a la deshonra
El todav¨ªa presidente piensa que mantener una cierta aura de v¨ªctima de una injusticia le permite dejar su cargo de una forma menos humillante, y podr¨ªa adem¨¢s facilitar su candidatura a la elecci¨®n en 2024
La negativa del presidente en ejercicio de EEUU, Donald Trump, a reconocer su derrota frente a su oponente dem¨®crata, Joe Biden, en la elecci¨®n presidencial del pasado 3 de noviembre, es la cr¨®nica de un berrinche anunciado. Trump nunca admiti¨® que reconocer¨ªa el resultado fuera el que fuera, ni dej¨® de repetir que si no ganaba ser¨ªa porque habr¨ªa fraude, antes incluso de que se emitiera el primer voto, mientras sus asesores preparaban desde hace meses la estrategia jur¨ªdica para el caso de que las urnas no le favorecieran. Consecuentemente, cuando vio que su fracaso era inevitable, intent¨® primero detener el recuento -algo que nunca hubi¨¦ramos pensado escuchar de labios de un presidente de EEUU-, y despu¨¦s desacreditar los resultados, incluso en Estados -como Georgia o Arizona- en los que los encargados de organizar y controlar la elecci¨®n son republicanos.
Todos los expertos aseguran que sus impugnaciones en los tribunales no tendr¨¢n ning¨²n ¨¦xito, no conseguir¨¢n cambiar el resultado, m¨¢xime cuando la victoria del t¨¢ndem Biden-Harris no depende de un solo Estado -tienen pr¨¢cticamente asegurados 306 votos electorales por 232 del actual presidente-, y por diferencias que sin ser abrumadoras est¨¢n muy por encima de lo que ninguna reclamaci¨®n en la historia ha logrado revertir. Muchas de las demandas presentadas por el equipo jur¨ªdico de Trump han sido rechazadas ya por los jueces, y aunque alguna de car¨¢cter m¨¢s o menos anecd¨®tico fuera aceptada, su repercusi¨®n sobre el resultado ser¨ªa irrelevante. Se desvanecen cada d¨ªa m¨¢s las posibilidades de que un litigio importante pueda tener recorrido suficiente para alcanzar el Tribunal Supremo, donde los republicanos se aseguraron una amplia mayor¨ªa con la apresurada elecci¨®n de la jueza conservadora Amy Coney Barret.
Incluso en este caso, es m¨¢s que dudoso que el Alto Tribunal tomara una decisi¨®n contraria a la voluntad popular -Biden ha obtenido cinco millones y medio de votos m¨¢s que Trump-, sin argumentos jur¨ªdicos muy s¨®lidos que los demandantes no son capaces de aportar. No parece que se vayan a atrever a nada m¨¢s, como ser¨ªa que alg¨²n Congreso estatal de mayor¨ªa republicana decidiera elegir a los compromisarios sin tener en cuenta el voto popular. Eso supondr¨ªa ya la ruptura total con el procedimiento democr¨¢tico y conducir¨ªa a la naci¨®n a un enfrentamiento cercano a la guerra civil.
?Cu¨¢l es entonces la finalidad de esta carrera de Trump hacia ninguna parte? Y, sobre todo, ?por qu¨¦ le acompa?a una mayor¨ªa del partido republicano en esta inicua pelea contra la democracia que no puede ganar? La respuesta es que no se trata ya de ganar lo que evidentemente se ha perdido, sino de deslegitimar todo lo posible la victoria del adversario y de dar argumentos a los seguidores propios para que se mantengan en su posici¨®n ideol¨®gica.
El presidente se deshonra a s¨ª mismo, y deshonra su legado, con esta actitud. Pero ya ha demostrado sobradamente que no tiene ning¨²n inter¨¦s en ser honorable o en respetar la verdad, si eso le perjudica de alg¨²n modo, y muchos de sus admiradores le aplauden por ello. Perder debe resultarle especialmente doloroso -recientemente lo declar¨® as¨ª-, teniendo en cuenta que no se ha privado de llamar perdedor a todo aquel que le ha llevado m¨ªnimamente la contraria durante su mandato. Para ¨¦l, es muy importante que al menos una parte de sus seguidores crea que su derrota ha sido fraudulenta y, al parecer, un 70 % de sus electores lo cree, seg¨²n encuestas recientes. No porque haya puesto en sus manos pruebas fehacientes, m¨¢s all¨¢ de los bulos disparatados que circulan por las redes, sino solo porque quieren creerlo. Probablemente piensa que mantener una cierta aura de ser v¨ªctima de una injusticia le permite dejar su cargo de una forma menos humillante, y podr¨ªa adem¨¢s facilitar su candidatura de nuevo a la elecci¨®n en 2024, si eso le interesara, aunque en cuatro a?os pueden pasar muchas cosas.
Una de esas cosas podr¨ªa ser que fuera procesado, una vez que dejara la presidencia, por delitos de fraude y evasi¨®n fiscal, entre otros. Esta ser¨ªa una explicaci¨®n veros¨ªmil y comprensible de su resistencia a abandonar el poder. De manera solapada, podr¨ªa estar jugando a ceder en su posici¨®n obstructiva a cambio de garant¨ªas de un futuro perd¨®n presidencial o incluso de inmunidad. La teor¨ªa de que podr¨ªa llegar a otorgarse el autoperd¨®n en el tiempo que le queda en el cargo parece un poco exagerada, y adem¨¢s solo ser¨ªa v¨¢lido para las demandas que tuvieran car¨¢cter federal, no para las estatales.
En cuanto al partido republicano, lo cierto es que en los ¨²ltimos cuatro a?os ha sido pr¨¢cticamente engullido por el ¡®trumpismo¡¯, salvo contadas excepciones. Trump ha obtenido el tres de noviembre m¨¢s de 73 millones de votos, diez m¨¢s que en la pasada elecci¨®n, cuando fue elegido presidente, y doce m¨¢s que el anterior candidato republicano (Mitt Romney en 2012). M¨¢s que ning¨²n otro candidato presidencial en la historia, excepto Biden por supuesto. Muchos de esos votos responden a la radicalizaci¨®n pol¨ªtica que ha impulsado el actual presidente.
No tanto al personaje, que para algunos es rechazable, como demuestra el hecho de que los resultados en ambas c¨¢maras legislativas sean mejores para los republicanos que los de la presidencia, pero s¨ª a las ideas de neoliberalismo econ¨®mico a ultranza, ego¨ªsmo social y nacional, xenofobia, supremacismo, religiosidad tradicional, rechazo a la globalizaci¨®n y a los intelectuales urbanos, que ha impulsado desde la presidencia. La mayor¨ªa del partido republicano est¨¢ ahora m¨¢s fanatizado que nunca y los dirigentes republicanos saben que si se oponen frontalmente a esa corriente en este momento, ser¨¢n arrastrados.
Esperemos que la nueva administraci¨®n dem¨®crata recupere el papel de gu¨ªa y valedor de la democracia que EEUU ha tenido en los ¨²ltimos 200 a?os
Adem¨¢s, no hay que olvidar que la elecci¨®n al Senado no ha terminado, faltan por decidir, en una segunda vuelta a principios de enero, los dos esca?os correspondientes a Georgia. Si los dem¨®cratas ganaran ambos empatar¨ªan a 50, y, en ese caso, el voto de la presidencia de la c¨¢mara -que corresponde a la vicepresidenta Kamala Harris- decidir¨ªa. Esto no ser¨ªa definitivo, puesto que hay ocasiones en las que se puede requerir una mayor¨ªa de 60/40 para aprobar alguna ley, y adem¨¢s en las filas dem¨®cratas hay senadores conservadores con los que la administraci¨®n Biden tendr¨¢ que negociar, pero una mayor¨ªa republicana en la c¨¢mara alta le pondr¨ªa las cosas muy dif¨ªciles para llevar a buen t¨¦rmino sus nombramientos y sus pol¨ªticas m¨¢s progresistas. Muchos l¨ªderes republicanos, como el l¨ªder actual de la mayor¨ªa, Mitch McConnell, piensan que cuanto m¨¢s se atice el descontento ante la elecci¨®n presidencial, m¨¢s motivado puede estar el electorado republicano en Georgia para acudir a las urnas en enero, y facilitar as¨ª una mayor¨ªa en el Senado, imprescindible para conservar una cuota de poder muy importante para el partido de cara al futuro.
No obstante, cada vez hay m¨¢s voces republicanas que piden que se detenga la din¨¢mica antisistema que impulsa el presidente. Es altamente probable que la resistencia vaya decayendo hasta que el 14 de diciembre los miembros del colegio electoral se pronuncien definitivamente, y que el proceso de transici¨®n pac¨ªfica tenga finalmente lugar en la forma habitual. Lo que no va a paliar el inmenso da?o que la insensata actitud de Trump y parte del partido republicano est¨¢ causando a EEUU, tanto en el interior de la naci¨®n como en el escenario internacional.
En el interior, la profunda divisi¨®n ideol¨®gica que se ha producido en los ¨²ltimos a?os en la sociedad va a verse incrementada por esta in¨²til pugna, haciendo crecer el resentimiento y el odio entre sectores enfrentados. Una herida que tardar¨¢ mucho en sanar y con la que tendr¨¢ que convivir la administraci¨®n Biden. Eso si no se producen incidentes m¨¢s graves por parte de individuos o grupos armados que se sienten respaldados por el actual presidente y sus alegaciones infundadas.
En el exterior, el desprestigio que produce este espect¨¢culo en la imagen de EEUU en el mundo es enorme, y sus consecuencias se sentir¨¢n en los pr¨®ximos a?os. Ver a la gran naci¨®n americana, cuna de la libertad, de la unidad en la pluralidad, de la tolerancia, en este trance tan poco ejemplar, es sin duda muy doloroso para todos los dem¨®cratas del mundo.
Esperemos que el tiempo, la moderaci¨®n de la nueva administraci¨®n dem¨®crata, y la sensatez que se supone a la mayor¨ªa hagan que -cuando pasen estos d¨ªas de agitaci¨®n- las aguas vuelvan a su cauce, la naci¨®n cure sus heridas y EEUU recupere el papel de gu¨ªa y valedor de la democracia que ha tenido en los ¨²ltimos 200 a?os, por el bien de todos.
* Jos¨¦ Enrique de Ayala es miembro del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundaci¨®n Alternativas
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