Leer es un riesgo
Es bien conocido por los censores que la literatura puede llevarnos a creer que es necesario desordenar lo establecido para luego ordenarlo de una forma m¨¢s ¨²til, m¨¢s justa, para nosotros y para la sociedad
¡°Entre las lecturas m¨¢s arriesgadas se encuentran aquellas cuyo contagio sugiere o impone cambiar de vida, escapar del mundo o transformar radicalmente la sociedad¡±, escribe Alfonso Berardinelli en el libro del que he ¡®robado¡¯ el t¨ªtulo de este texto. Leer, dice Berardinelli, es peligroso, y es por eso que muchos libros han sido prohibidos a lo largo de la historia: es bien conocido por los ¡®censores¡¯ que la literatura y la lectura pueden ser demasiado ¡®reveladoras¡¯, pueden llevarnos a creer que es necesario desordenar lo establecido para luego ordenarlo nuevamente de una forma m¨¢s ¨²til, m¨¢s justa, para nosotros y para la sociedad.
Leer es un riesgo, es un peligro seg¨²n por donde se mire, un acto de anarqu¨ªa. Ciertamente esta es una manera entre muchas otras de definir la lectura. Pero es la que en este momento nos interesa, porque muy pocas veces en la historia reciente result¨® tan necesario aceptar la perplejidad, la suspensi¨®n de lo preconcebido, y encontrar nuevos ¨®rdenes y nuevas formas de concebir el futuro, de crear utop¨ªas habitables.
En un momento en que las cifras de contagios son omnipresentes y la continuidad de nuestra forma de vida depende de ellos, parece m¨¢s necesario que nunca aspirar a otro tipo de contagio, el de las artes, y, con ¨¦l, a la posibilidad de volver a compartir, a analizar, a discutir, a retomar desde nuevos puntos de partida el di¨¢logo con los dem¨¢s y con la realidad en la que estamos involucrados, a ejercer nuestra libertad y nuestro derecho a la discusi¨®n p¨²blica sin la que no es posible una democracia saludable.
Hoy se lee m¨¢s que nunca, eso ya lo sabemos, pero habr¨ªa que preguntarse cu¨¢nto de lo que leemos nos hace adentrarnos en esa zona de riesgo de la que nos habla Berardinelli. Leer es un placer, evidentemente. Pero tambi¨¦n es una forma de rebeld¨ªa y una posibilidad: la de que la lectura nos revele algo de nosotros mismos que no sab¨ªamos, nos permita ponernos en ¡®los zapatos del otro¡¯, haga posible interpretar y visualizar mejor nuestra ¨¦poca y, sobre todo, d¨¦ sentido a nuestra vida en com¨²n y nos permita ¡®leer¡¯ el pasado con horizontes de futuro, y sin dejar de mirar cr¨ªticamente el presente, individual y colectivo. Los libros y la literatura nos permiten entrar y salir de las vidas de unos personajes reales o imaginarios que, por ser ¡®las vidas de otros¡¯, conforman un archivo de posibilidades al que podemos recurrir cada vez que deseamos que nuestra vida sea diferente.
La Fundaci¨®n Alternativas dedica su informe anual sobre la cultura a la industria editorial; atentos a los datos, con la convicci¨®n de que solo el esmerado examen de estos puede hacernos conocer el sentido y el alcance de los ¡®riesgos¡¯ a los que nos enfrentamos. A lo largo de la historia de la lectura se manifiestan maneras distintas de leer, de gustos lectores, de g¨¦neros literarios, de formas de circulaci¨®n de los libros, de rituales asociados a la vida cotidiana y las condiciones de trabajo en los que la lectura ha jugado y juega un papel trascendental.
Los acontecimientos recientes nos han dejado un diagn¨®stico tentativo: liberados de la tiran¨ªa de un tiempo acelerado y opresor hemos le¨ªdo m¨¢s libros que nunca y, quiz¨¢s, mejor. En este d¨ªa en el que se celebra al libro y la lectura atrev¨¢monos ¡°a cambiar de vida, escapar del mundo o transformar radicalmente la sociedad¡±. A volver a estar en riesgo, pero esta vez s¨®lo en el mundo de las ideas.
* Giselle Etcheverry Walker es comisaria de actividades culturales y responsable del ?rea de Pensamiento del Centro de Cultura Contempor¨¢nea Condeduque
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