¡°Ser casero conlleva una responsabilidad social. Es algo que puede generar mucho sufrimiento a la gente¡±
El periodista Sergio C. Fanjul desgrana en ¡®La Espa?a invisible¡¯ las causas de la pobreza y la desigualdad extremas en Espa?a y analiza el porqu¨¦ del fin de la conciencia de clase obrera
Ya cuando Sergio C. Fanjul (Oviedo, 42 a?os) era solo un ni?o que jugaba por las calles de su ciudad natal le resultaba especialmente incomprensible que hubiese gente pidiendo limosna. ¡°?Por qu¨¦ unos tienen que hacer eso y otros no?¡±, se preguntaba. Ahora que, tras la pandemia, las cifras de gente en riesgo de exclusi¨®n grave en nuestro pa¨ªs son las m¨¢s altas de Europa este periodista de EL PA?S (licenciado en astrof¨ªsica) se ha propuesto contestar a aquella pregunta en La Espa?a invisible (Arpa), un ensayo en el que analiza las causas de la pobreza y desigualdad extremas. Y entre otras muchas cosas, con su trabajo ha descubierto por qu¨¦ en su infancia aquella imagen le resultaba tan dolorosa: ¡°A los ni?os la desigualdad no les parece l¨®gica. La idea de la pobreza como algo inevitable se va legitimando a trav¨¦s de los a?os pero las personas nacen con resistencias naturales a estar contentas con eso¡±.
Pregunta. Ha hablado durante meses con gente que vive en la calle y con organizaciones que se dedican a ayudar y acoger a estas personas. ?Qu¨¦ ha aprendido de esa forma de vida que cree que todo el mundo deber¨ªa saber?
Respuesta. Todo el mundo deber¨ªa saber que vivir en la calle no es estar tirado a la bartola, toc¨¢ndose las narices. Que, como me explic¨® Pedro Cabrera, uno de los soci¨®logos con m¨¢s conocimiento sobre este tema en Espa?a, tambi¨¦n hay que hacer m¨¦ritos para vivir en la calle y que es muy complicado. Las personas sin hogar tienen que enfrentarse cada d¨ªa, por ejemplo, a vivir sin un ba?o que no solo comporta que no te puedas asear ni tener cierta intimidad, sino que tampoco puedas hacer tus necesidades cuando quieras. Luego est¨¢ el reto diario de ¡°buscar el chupano¡±, que es encontrar un sitio ni muy oculto ni muy expuesto, para que no te molesten ni molestes pero a la vez que seas visible, para que si te atacan alguien lo vea y no te pase como a aquella se?ora a la que unos chicos quemaron en un cajero de Barcelona sin que nadie la socorriera.
P. Usted acaba de ser padre. ?Se puede entrenar la empat¨ªa en los ni?os?
R. Yo tengo la sensaci¨®n de que la paternidad en s¨ª misma te hace m¨¢s emp¨¢tico. Antes de ser padre me dec¨ªan: ¡°Cuando tengas un hijo, todos los ni?os ser¨¢n el tuyo¡±. Y es un poco verdad. Ahora cada vez que veo a un ni?o desgraciado pienso: ¡°Esa podr¨ªa ser Candela¡±. Cuando ella naci¨® mucha gente me pregunt¨® si la iba criar en el barrio en el que viv¨ªa, Lavapi¨¦s, que aunque tiene una comunidad de padres muy unida no est¨¢ especialmente dise?ado para los ni?os; pero all¨ª, cuando crezca, ver¨¢ muchas realidades que no ver¨ªa en otros sitios: para empezar, gente de otras culturas, de otros pa¨ªses y por otro lado, tambi¨¦n problemas sociales como el sinhogarismo o la droga. Eso no me parece negativo. Al contrario. Tengo un amigo que es profesor en un colegio de ¨¦lite y muchos de sus alumnos no han estado en contacto con personas pobres, personas sin hogar, ni siquiera con personas homosexuales. Creo que ah¨ª est¨¢ la clave de que a alguna gente le resulte tan complicado empatizar. Y por eso la segregaci¨®n urbana tambi¨¦n es un problema.
P. De hecho habla de c¨®mo las ciudades ahora se dise?an para expulsar a los pobres. ?Dir¨ªa que Madrid es una ciudad con un urbanismo apor¨®fobo?
R. Decididamente s¨ª. En realidad es vecin¨®foba, porque no se lo pone f¨¢cil a ning¨²n ciudadano que quiera sombra, agua, asientos, pocos ruidos, poca contaminaci¨®n y por ende, es peor a¨²n para las personas sin hogar, que son las que m¨¢s se exponen a la arquitectura hostil: las superficies llenas de pinchos para que no te tumbes, las superficies inclinadas para lo mismo, los bancos antipobres, con brazos que impiden que se pueda dormir en ellos, y tambi¨¦n el hostigamiento de la polic¨ªa municipal, que es muy com¨²n. Es verdad que en las grandes ciudades hay comedores sociales y por tanto m¨¢s oportunidades de conseguir alimento y por eso mucha gente pobre se junta en los centros urbanos.
P. ?Y a esa l¨ªnea de gesti¨®n apor¨®foba la llamar¨ªa simplemente ¡°maldad¡±?
R. No creo que la gente que dise?a las ciudades de esta forma lo haga pensando en da?ar a los pobres. Simplemente, los pobres est¨¢n fuera de la l¨®gica del mercado y de la econom¨ªa actual. No aportan, no compran ni venden. Las ciudades ahora no est¨¢n pensadas para nuestro propio cuidado, sino para la producci¨®n y el consumo.
P. Cuenta usted en el libro que el proceso por el que alguna gente de la parte baja de la clase media se despe?a hacia la pobreza y decide tirar la toalla se denomina ¡°desafiliaci¨®n¡±. ?Cu¨¢les son los puntos de inflexi¨®n que llevan a una persona a dejar de intentar estar en el sistema?
R. Est¨¢ muy estudiado que para acabar en una situaci¨®n de sinhogarismo y pobreza extrema tiene que haber una concatenaci¨®n de causas. Por ejemplo, uno puede perder el trabajo pero si tiene una red familiar o una casa en propiedad, puede aguantar y no caer en la calle. Pero si de repente uno se divorcia, no tiene familia, es alcoh¨®lico y pierde el trabajo, entonces, no hay red. Pero mucho ojo, porque tambi¨¦n hay gente pobre que tiene casa y esa es la que m¨¢s me cost¨® encontrar porque no vas a un centro de d¨ªa y los encuentras ah¨ª. Esos pobres no est¨¢n en albergues, no est¨¢n en la calle. Son tus vecinos o los vecinos de los barrios m¨¢s pobres y hacen una vida supuestamente normal, pero se alimentan mal, no pueden pagar las facturas y acumulan todas esas pobrezas a las que se pone nombre, de la energ¨¦tica a la infantil, y que constituyen la pobreza en s¨ª misma.
P. Tras la pandemia han aparecido los llamados ¡°nuevos pobres¡±, gente que estaba en el extremo bajo de la clase media que ha acabado descarrilando silenciosamente.
R. S¨ª, y que es curioso, pero se examinan como si fueran mejores que los ¡°pobres de siempre¡± porque son v¨ªctimas de una injusticia: estas eran gentes de bien, eran gente productiva, eran gente que ten¨ªa un negocio, no eran vagos ni maleantes, pero por la mala suerte de la macroeconom¨ªa, pues de repente se van a pique. Son vistos mejor que cualquier otro pobre que tenga adicciones o que est¨¦ en la calle tirado con una raigambre de a?os.
P. Dice usted en el libro que tener un trabajo ya no significa necesariamente no ser pobre.
R. El fen¨®meno de los trabajadores pobres ha sido com¨²n en Estados Unidos pero en Espa?a es nuevo. Gente que tiene varios empleos y a¨²n as¨ª no le llega para vivir. Por el contrario, est¨¢ toda esa gente rica que defiende que lo es por meritocracia. Me parece mucho m¨¢s honesta la gente rica que dice ¡°soy rentista y por eso tengo dinero¡±. No tengo un problema con ellos, sino con el sistema. Si alguien ha heredado muchos pisos, pues mejor para ¨¦l. Eso s¨ª, que le crujan a impuestos. Quien posee pisos, inmuebles o terrenos tiene una responsabilidad social. No es una cosa como otra cualquiera: son cosas que generan mucho sufrimiento en la vida de la gente y no pueden basarse solo en la rentabilidad.
P. ?Y c¨®mo se educa al casero en la empat¨ªa?
R. Pues como cuando me preguntabas por los ni?os, creo que de nuevo es una cuesti¨®n de visibilidad. En parte por eso yo escrib¨ª este libro, para que la gente vea que la gente sufre mucho por la ideolog¨ªa que domina el mundo. Es como el tema de la sociedad low cost [bajo coste]: siempre que algo es low cost se est¨¢ pagando con el sufrimiento de alguien.
P. ?No es ingenuo pensar que la conciencia de la desgracia ajena despierta conciencias? La gente sigue pidiendo a Glovo, a pesar de que todo el mundo conoce la terrible precariedad de sus trabajadores.
R. Es muy curioso porque el CEO del Glovo es un chico con una pinta adorable. Antes los empresarios se presentaban con una chistera y un puro, parec¨ªan seres malvados. Ahora son chavales muy j¨®venes, con pinta muy amable, a los que ves incapaces de hacer algo malo. Se produce una enorme disonancia cognitiva entre su imagen y el sufrimiento que crean.
P. En dos d¨¦cadas en Espa?a la cantidad de gente que se considera de clase obrera ha pasado del 50 al 16 por ciento. ?Por qu¨¦ cree que ha pasado eso?
R. La clase obrera ha dejado de ser algo deseable. Nunca lo fue, pero antes hab¨ªa un orgullo de pertenecer a ella: aunque fuera la clase m¨¢s desfavorecida, estaba pre?ada del futuro. Iba a hacer la revoluci¨®n, se organizaba, ten¨ªa sus formas de resistencia, sus redes sociales, sus sindicatos, sus economatos, sus barrios. Al desaparecer ese orgullo, ya no tiene ese poder transformador, ya no es algo de lo que puedas estar orgulloso. Ahora, gracias a la cultura del esfuerzo y el emprendimiento, la gente en vez de pensar ¡°soy clase obrera y estoy orgulloso¡±, piensa: ¡°Soy pobre, pero alg¨²n d¨ªa podr¨¦ avanzar¡±. Estamos en un r¨¦gimen de trabajo posfordista donde ya no hay grandes factor¨ªas y el trabajo se ha atomizado en peque?as empresas, en aut¨®nomos. Cada uno va a lo suyo y los sindicatos est¨¢n muy preocupados porque se han perdido esos lazos.
P. ?Quiz¨¢ sea un pensamiento anticuado por parte de los sindicatos? Hay minor¨ªas muy oprimidas que han conseguido unirse gracias a lo remoto y a las redes sociales.
R. No creo que sea imposible lograr una nueva organizaci¨®n a trav¨¦s de las redes sociales, de Internet o de las videollamadas. El fin de la conciencia de clase no solo tiene que ver con el fin de los grandes centros de trabajo, sino tambi¨¦n con la ideolog¨ªa imperante.
P. ?Y es necesario tener conciencia de clase para acabar con la pobreza?
R. Las nuevas luchas para acabar con las injusticias no tienen que pasar necesariamente por tener conciencia de clase obrera pero s¨ª por la conciencia de los problemas.
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