Cueste lo que cueste
Para evitar que los costes econ¨®micos de la crisis crezcan exponencialmente se necesita una aut¨¦ntica iniciativa europea
El coronavirus es un tragedia humana cuya dimensi¨®n solo nos la acabar¨¢n aclarando los datos cl¨ªnicos y epidemiol¨®gicos. Hoy por hoy, la ¨²nica decisi¨®n sensata es que sean la ciencia y los expertos quienes dise?en las mejores pol¨ªticas posibles para tratar de mitigar y, en ¨²ltima instancia, superar la pandemia. El resto de ciudadanos debemos limitarnos a cumplir con rigor y responsabilidad todas las recomendaciones que nos est¨¢n haciendo, evitando contribuir desde la histeria, la ignorancia o la maldad a la propagaci¨®n de la incertidumbre y del miedo, algo que no har¨ªa sino agravar el sufrimiento, la duraci¨®n y, por tanto, los costes de esta emergencia sanitaria global.
Los economistas aprendimos con Mario Draghi en la crisis del euro que a veces hay que tomar decisiones dr¨¢sticas cuesten lo que cuesten. La crisis del coronavirus es el mejor ejemplo de este tipo de situaciones. Ahora bien, de la misma forma que la minimizaci¨®n del riesgo sanitario ha desempe?ado un papel no despreciable en la propagaci¨®n de la pandemia, ser¨ªa un grav¨ªsimo error no entender que la epidemia es un important¨ªsimo shock a la econom¨ªa global ante el que hay que reaccionar con contundencia y rapidez. Y, lo que no es menos importante, que esos costes econ¨®micos no se reparten homog¨¦neamente entre sectores, empresas y familias. De ah¨ª la necesidad de mutualizarlos.
La primera ronda de efectos econ¨®micos es un shock de oferta que afecta a los cimientos mismos del sistema econ¨®mico mundial: la divisi¨®n del trabajo. La reducci¨®n del n¨²mero de personas en disposici¨®n de trabajar, la ruptura de las cadenas de valor o, directamente, el cierre de empresas y mercados reducir¨¢n ¡ªsustancialmente¡ª la producci¨®n de bienes y servicios de la econom¨ªa global. Inicialmente los sectores m¨¢s afectados han sido el turismo y el transporte, pero cuanto m¨¢s duradera sea la emergencia y exigentes las medidas para contenerla, los impactos inevitablemente se extender¨¢n a otros sectores. En paralelo, y hasta que la epidemia no ceda, se producir¨¢ un shock de demanda derivado del aumento de la incertidumbre, del incremento del ahorro precauci¨®n y de la reducci¨®n de la capacidad de gasto e inversi¨®n de trabajadores y empresas que, si no se remedia, reducir¨¢ el gasto agregado de la econom¨ªa. El tercer escal¨®n, que hay que evitar a toda costa con la provisi¨®n por parte de los bancos centrales de toda la liquidez que se necesite, ser¨ªa el colapso del sistema de pagos.
Las consecuencias econ¨®micas del coronavirus no son, en absoluto, una broma. El virus es global y destructivo, y sus efectos econ¨®micos tambi¨¦n lo son. La autocomplacencia es un enorme error. Sabemos que las recesiones sincronizadas de la econom¨ªa global son m¨¢s intensas y duran m¨¢s que las que se producen en un solo pa¨ªs. Por eso, la coordinaci¨®n de las respuestas sanitarias y econ¨®micas de los pa¨ªses es imprescindible, algo que desafortunadamente no parece estar ocurriendo con la velocidad y la intensidad adecuada. Por ejemplo, en la UE la dotaci¨®n presupuestaria a la iniciativa de respuesta al coronavirus para invertir en sistemas sanitarios, pymes y mercados de trabajo parece abiertamente insuficiente.
Las respuestas nacionales son hoy las predominantes. Obviamente, la indiscutible es el aumento de los recursos sanitarios. Las otras descansan, al menos en los pa¨ªses europeos, hasta ahora en los mecanismos del Estado de bienestar ¡ªbajas por enfermedad, desempleo, medicamentos¡¡ª y en propuestas de mutualizaci¨®n temporal de los costes y riesgos econ¨®micos. Per se, un mayor gasto p¨²blico o unos menores tipos de inter¨¦s no van a restaurar las cadenas de valor o reabrir los negocios que se han visto forzados a cerrar. Precisamente por eso no es el momento de pol¨ªticas fiscales de brocha gorda, sino de las medidas fiscales y monetarias bien enfocadas y definidas, con objetivos concretos y especialmente dirigidos a los sectores y colectivos m¨¢s afectados por la pandemia y sus efectos indirectos. Es decir, entre otras, de los esquemas de transferencias de rentas, de los aplazamientos fiscales, de hacerse cargo de los salarios de los trabajadores enfermos o aislados, o de que el balance del BCE conjure los riesgos de una crisis en los bonos soberanos.
Todas estas medidas focalizadas son imprescindibles, pero no ser¨¢n suficientes si el horizonte temporal de la crisis se extiende. Para evitar que los costes econ¨®micos temporales de la crisis crezcan exponencialmente y se hagan pand¨¦micos, en Europa no nos bastar¨¢ con coordinar los planes nacionales. Necesitaremos una aut¨¦ntica iniciativa europea. Ah¨ª es donde la UE se juega, si no su futuro, s¨ª lo que le queda de prestigio ante sus ciudadanos. Porque si ante una crisis como esta no reacciona, ?cu¨¢ndo lo har¨¢?
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