La lenta decadencia
En Espa?a hemos crecido por agregaci¨®n, no por mejora. Es tiempo de hacer lo segundo
Dec¨ªa un reputado economista que la productividad est¨¢ en todas partes menos en los n¨²meros. Esta frase, aunque motivada por otras razones que no vienen al caso, confirma la suprema relevancia de la misma, a pesar de lo complejo de su medici¨®n.
Sin embargo, aunque a nivel agregado no sea posible saber exactamente su valor, su relevancia es incuestionable, ya que su evoluci¨®n determina la de otras variables no menos importantes y m¨¢s ¡°cercanas¡± a nosotros. Y es que, como las proporciones en las que se enmarca el hombre de Vitruvio, la productividad delimita nuestro potencial bienestar. Por ejemplo, no exagero al afirmar que de ella dependen los salarios, as¨ª como el conjunto de las rentas. En otras palabras, el determinante final de nuestro bienestar econ¨®mico es la capacidad que tenemos para crear valor en funci¨®n de los recursos que utilizamos para ello.
Esta introducci¨®n permite trasladar con enorme preocupaci¨®n lo que sabemos de esta variable para Espa?a. Cuando medimos la eficiencia de la econom¨ªa espa?ola, lo que observamos es que desde 1985 ha mostrado una tendencia claramente descendente, al margen de buena parte de nuestros socios. La imagen podr¨ªa traducirse como de una lenta decadencia cuyas consecuencias se traducen en una realidad dibujada con palabras como mileurista, precariedad, temporalidad, desigualdad, vulnerabilidad, etc.
El problema es que determinar las causas de dicha decadencia es complejo. Los factores que inciden en la eficiencia de una econom¨ªa son muy variados y de dif¨ªcil medici¨®n. Sin embargo, sabemos, por la evidencia, que entre estos potenciales factores encontramos la educaci¨®n, la tipolog¨ªa de empresas, las instituciones pol¨ªticas y sociales, la regulaci¨®n econ¨®mica, la justicia, la unidad de mercado y otras m¨¢s como la administraci¨®n p¨²blica y el mercado de trabajo.
La relevancia de estos dos ¨²ltimos factores es, en mi opini¨®n, cr¨ªtica. Respecto al mercado de trabajo, dentro del mismo no solo se determinan las relaciones laborales sino, adem¨¢s, se fijan los incentivos para una organizaci¨®n empresarial eficiente. Espa?a es un pa¨ªs donde las pymes est¨¢n sobre representadas y dentro de las cuales se ha abusado de la temporalidad. Esta realidad se traduce en un bajo valor a?adido por trabajador, lo que nos regala un exceso de empleos precarios. La regulaci¨®n que ha incentivado la temporalidad provoc¨®, a su vez, din¨¢micas traducidas en una menor formaci¨®n de los trabajadores, una menor productividad de las empresas e, incluso, en la toma de decisiones personales ineficientes.
Es por ello por lo que la reforma laboral realizada en este a?o podr¨ªa suponer un revulsivo. El trasvase de empleos a una nueva figura laboral como es el de contratado indefinido a tiempo parcial no es balad¨ª por el cambio que supone en no pocos incentivos a los que se enfrentan empresarios y trabajadores, y que podr¨ªan alinear, sin duda alguna, con un mejor rendimiento y una mejor din¨¢mica ya no solo del mercado de trabajo, sino como he dicho de la econom¨ªa. Ojal¨¢.
Pero, aunque la ¨²ltima reforma laboral eliminara uno de esos factores que incitan a la baja productividad, esto no ser¨ªa suficiente. Hay muchos campos de batalla donde pelear. Otro es el de la administraci¨®n. Su peso, relevancia, fuente de regulaci¨®n y centro sobre el que orbitan actividades econ¨®micas y empresas, hacen de esta un agente fundamental para la eficiencia de una econom¨ªa. Sin embargo, sabemos bien que la administraci¨®n p¨²blica espa?ola est¨¢ dise?ada para otra ¨¦poca, con estructuras laborales propias de siglos pasados y con un acceso a cuerpos funcionariales ajenos a los tiempos que corren. Las cadenas de mandos, la selecci¨®n de cargos, su remuneraci¨®n, el dise?o de responsabilidades, el exceso de garantismo, los recursos utilizados en los procesos administrativos o el miedo hacen de la administraci¨®n m¨¢s un problema que la soluci¨®n a ellos.
Sin embargo, hoy las administraciones deben responder a nuevas necesidades. Es por ello por lo que es urgente y necesaria la reforma de la funci¨®n p¨²blica. Es necesario que la administraci¨®n desarrolle nuevas formas de hacer, que simplifique sus procedimientos, que aproveche nuevas tecnolog¨ªas para descargar trabajo repetitivo. Pero para lograrlo es necesario que se derriben muros, muchos de ellos levantados desde las propias entra?as de la administraci¨®n por quienes no tienen m¨¢s inter¨¦s que sus propios intereses.
En definitiva, la eficiencia de una econom¨ªa es el resultado de muchos factores que se confunden, ocultan y se mezclan. Pero es absolutamente imperativo para Espa?a entender que los tiempos que corren son fundamentales para nuestro futuro. Las reformas son tan o m¨¢s importantes que las inversiones si queremos que nuestra econom¨ªa retome una tipolog¨ªa de crecimiento que abandon¨® hace ya cuatro d¨¦cadas. Hemos crecido por agregaci¨®n, no por mejora. Es tiempo de hacer lo segundo. Y para ello, tanto el mercado de trabajo como la administraci¨®n deben remar a favor. Pero para lograrlo hay que tener arrojo y determinaci¨®n. ?Lo veremos, en especial, en el segundo? De momento la experiencia me dice que no sea muy optimista.
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