Los gigantes que mueven los hilos del sector agr¨ªcola y fijan el precio de la cesta de la compra
Precios inestables, cosechas m¨¢s afectadas por el clima y costes de producci¨®n crecientes marcan la nueva normalidad del sector primario en un mundo dominado por multinacionales
Andr¨¦s G¨®ngora cultiva sand¨ªas y melones en Almer¨ªa pero sorprendentemente no puede decir si la campa?a de este verano ha sido buena o mala. ¡°Ha sido una locura. No soy capaz de catalogarla, empez¨® muy mal. La sand¨ªa extratemprana suele valer dinero, pero el 15 de mayo los precios estaban hundidos. Luego subieron. Hemos tenido precios dentro de la misma semana que han variado un 50% y es extra?o, porque la sand¨ªa no es un producto muy perecedero¡±. El tambi¨¦n responsable de COAG en la provincia explica que lo mismo pasa ¨²ltimamente con el resto de la fruta, incluso con los cereales y frutos secos, que tradicionalmente son m¨¢s estables: ¡°Te desquicia¡±, resume.
Es dif¨ªcil ignorar lo que le ocurre al campo, sobre todo desde que los precios de los alimentos han pasado al primer plano de las preocupaciones ciudadanas. Detr¨¢s del fen¨®meno hay unas cuantas razones, y entre ellas destacan los incrementos de los costes de producci¨®n, que se han convertido en los ¨²ltimos tiempos en la pesadilla de agricultores y ganaderos. Los datos del Ministerio de Agricultura se?alan que la producci¨®n final agraria ha pasado en la ¨²ltima d¨¦cada de 44.000 millones de euros a superar los 65.000, un 47% m¨¢s. En el mismo periodo, el incremento de los gastos en medios de producci¨®n super¨® el 50%, pasando de 21.400 millones a 32.300 millones de euros, y se han duplicado, si se consideran cifras de solo unos a?os antes, cuando oscilaban entre 14.000 y 15.000 millones. Paralelamente, las cifras de ocupados en el sector menguan y por primera vez en este siglo hay menos de un mill¨®n de personas (991.285) trabajando en el campo.
En el sector agrario esta circunstancia preocupa y va unida al hecho de que cada a?o las explotaciones emplean m¨¢s dinero en producir respecto a lo que obtienen de la tierra. As¨ª, mientras en la primera d¨¦cada de este siglo los costes de los medios supon¨ªan entre un 35% y un 37% del valor de la producci¨®n final agraria, en 2013 ya pesaban el 44% para llegar a superar el 50% en la ¨²ltima campa?a.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando? Quiz¨¢, como recuerda Dionisio Ortiz, catedr¨¢tico experto en econom¨ªa rural y agraria de la Universitat Polit¨¨ctica de Val¨¨ncia, todo parta de la tendencia hist¨®rica formulada hace d¨¦cadas por varios economistas norteamericanos (el farm problem) que viene a decir que los precios de los alimentos crecen m¨¢s lentamente que los precios de los factores de producci¨®n ¡ªy eso deriva en el deterioro gradual de las explotaciones agrarias y, en ¨²ltimo caso, en la desaparici¨®n de las m¨¢s d¨¦biles¡ª. Pero en los ¨²ltimos tiempos, con un escenario clim¨¢tico cada vez m¨¢s complicado, lo que se ha acentuado es la volatilidad: ¡°Los precios empiezan a comportarse de un modo m¨¢s err¨¢tico, tanto el de los insumos como el de los productos¡±, cree.
En sectores clave, la oferta se halla dominada por media docena de grandes grupos multinacionales como Cargill o Bunge en semillas; Timac, Yara o Fertiberia en abonos; Basf, FQV, Syngenta o Bayer en fitosanitarios; Virbac, Zoetis, Zotal o Braum en productos veterinarios y John Deere, Kubota, Clas o Same en maquinaria. Un estudio de IPES Food, un panel de expertos internacional en sistemas de alimentaci¨®n, se?ala que seis firmas controlan la mitad del mercado mundial de maquinaria; diez empresas se han hecho con el 38% del mercado de fertilizantes, otras seis con el 78% del mercado agroqu¨ªmico; seis con el 72% de los medicamentos para animales y otra media docena tienen m¨¢s de la mitad del comercio de semillas. A eso hay que a?adir la concentraci¨®n de los traders que dominan el transporte de grano, los procesadores y, por ¨²ltimo, los distribuidores que compran la mercanc¨ªa resultante para alimentar a la poblaci¨®n.
La ¨²ltima gran operaci¨®n corporativa tuvo luz verde de la Comisi¨®n Europea el pasado 1 de agosto, en un momento en que los pasillos del organismo comunitario suelen volverse un remanso de paz por las vacaciones. El grupo estadounidense Bunge, l¨ªder mundial en procesamiento de semillas oleaginosas, recib¨ªa permiso para hacerse con su rival Viterra, propiedad del gigante suizo de materias primas Glencore, por 7.600 millones de euros. La compa?¨ªa resultante, una intermediaria entre los agricultores y las multinacionales de alimentaci¨®n, tiene un tama?o (el de los negocios combinados de ambas) que supera los 110.000 millones de euros. En un an¨¢lisis rutinario que apenas dur¨® un mes, la Comisi¨®n oblig¨® al gigante a desprenderse de algunos activos en Polonia y Hungr¨ªa, pero la autorizaci¨®n levant¨® protestas entre grupos ecologistas.
Bunge pertenece a los llamados ABCD de la agricultura (iniciales que responden a las de las empresas ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus) que son el equivalente a las big tech de la tecnolog¨ªa. Con la peque?a diferencia de que la m¨¢s joven de las cuatro (ADM) tiene 122 a?os de edad y la m¨¢s antigua, Bunge, naci¨® en ?msterdam en 1818. Su fuerza laboral suma 240.000 personas y son un cuarteto tan alabado por su capacidad de aportar innovaci¨®n al sector como criticado por su posici¨®n de dominio e influencia como poderoso lobby.
Somo, abreviatura de Stichting Onderzoek Multinationale Ondernemingen, un centro de investigaci¨®n sobre multinacionales basado en ?msterdam, public¨® un extenso informe sobre la operaci¨®n que desliza que la Comisi¨®n no es capaz de analizar correctamente la din¨¢mica que subyace a la determinaci¨®n de precios para entender c¨®mo estos gigantes son capaces de influir en ellos. Su capacidad para aumentar sus ganancias cuando hay socks como los que se han estado dando estos a?os fueron objeto de varios estudios y menciones, como la de 2023 de la UNCTAD, el brazo de desarrollo y comercio de Naciones Unidas, que se?ala que ¡°han llegado a ocupar una posici¨®n de privilegio en cuanto a la fijaci¨®n de precios, el acceso al financiamiento y la participaci¨®n directa en los mercados financieros¡±. Todo apunta a que en periodos de volatilidad altos, como los causados por la covid, la guerra de Ucrania o las cada vez m¨¢s frecuentes sequ¨ªas por el cambio clim¨¢tico, su potencial de beneficios se dispara. Para los economistas de Somo no hay duda de que son empresas integradas verticalmente: ¡°Controlan gran parte de las cadenas de suministro de alimentos, trabajan juntos estrechamente a trav¨¦s de empresas conjuntas e inversiones compartidas y recopilan grandes cantidades de datos sobre cosechas, precios y acontecimientos pol¨ªticos en todas partes del mundo¡±.
Sin embargo, como se?ala en un trabajo la economista alemana Isabella Weber, hay otros protagonistas en la compleja arquitectura mundial de los actores agr¨ªcolas (comerciantes de materias primas, fondos de cobertura) que apuestan por la bajada de los precios, as¨ª que no todo es blanco o negro. ¡°Le quitar¨ªa dramatismo a la cuesti¨®n de la capacidad de los llamados ABCD para formar precios. Cuando los precios son bajos, y eso ocurre la mayor parte del tiempo, no ganan mucho dinero, porque sus m¨¢rgenes son muy escasos¡±, contextualiza Gabriel Pons, consultor para el desarrollo rural e impulsor de?estatera.org.
Barreras en las ventas
Volviendo al campo espa?ol, a los incrementos de los costes en origen se suman hoy los problemas para lograr unos precios rentables en la comercializaci¨®n de los productos agrarios ante el grado de concentraci¨®n de los compradores, industriales y operadores. De fondo est¨¢n las exigencias de la gran distribuci¨®n que marcan, a la postre, los precios en el campo al margen de sus costes.
En el mercado interior, Mercadona tiene una cuota del 26%, seguida de Carrefour con el 10%, Lidl con el 6,4%, y Eroski y Dia, que no llegan al 5%. Pero con la mirada en los mercados exteriores, especialmente de frutas y hortalizas, los precios en el campo vienen orientados por grandes corporaciones como Lidl, Aldi o Carrefour para el suministro de sus tiendas en el resto de la UE.
Frente a este escenario, en cada uno de los sectores y territorios tratan de adoptar medidas para mantener la rentabilidad. Una primera ¡ªy la m¨¢s generalizada¡ª es la de abandonar el cultivo de tierras de la peor calidad, donde son indispensables muchos gastos en medios de producci¨®n y especialmente en abonos. En lugar de labrar anualmente las tierras se opta por una mayor rotaci¨®n en el cultivo de las mismas, por el barbecho, por plantar especies que mejoran la tierra (como las leguminosas) o por las que necesitan menos gastos, como el girasol.
Desde luego, hay otras posiciones m¨¢s agresivas. Eduardo Aus¨ªn, un agricultor joven de Burgos que cultiva cereales, en caliente se niega a pagar lo que le piden por las semillas, fitosanitarios o abonos y ya no se sorprende de que las grandes compa?¨ªas operen con los mismos precios altos. Pero, con los pies en el suelo, reconoce que para obtener una buena producci¨®n es preciso utilizar buena semilla, alimentar la tierra adecuadamente y esperar a que acompa?e la climatolog¨ªa. El secretario de organizaci¨®n de Asaja, Juanjo ?lvarez, echa cuentas y a?ade el precio que pagan por la contrataci¨®n de temporeros: ¡°Es cierto que desde hace a?o y medio hay una tendencia a la baja de los insumos, pero la curva de costes sigue muy alta. La mano de obra, que para muchos cultivos es esencial, ha subido un 52% en cuatro a?os por el aumento del salario m¨ªnimo interprofesional¡±.
Una sensaci¨®n parecida es la que tienen los viticultores. Para Joaqu¨ªn Vizca¨ªno, responsable de COAG, los precios de la uva no compensan los costes de producci¨®n, por lo que el sector tiende a los abandonos por falta de viabilidad, mientras la restauraci¨®n hace negocio con precios elevados que duplican o triplican los fijados en la bodega.
En el sector de frutas y hortalizas, define Jos¨¦ Mar¨ªa Pozancos, responsable de la patronal FEPEX, el incremento de los costes ha hecho que los agricultores se replanteen m¨¢s sus decisiones a la hora de optar por nuevas plantaciones, y que se analicen mucho m¨¢s las tendencias de los mercados.
Hacia la concentraci¨®n
La mejor manera que ha encontrado el campo para situarse en este escenario de concentraci¨®n est¨¢ en las cooperativas. Hay 3.700 en el pa¨ªs, con una facturaci¨®n superior a los 40.000 millones de euros, y suponen la respuesta del sector agrario al canalizar los medios de producci¨®n para m¨¢s de un mill¨®n de socios. Coordinan sus ventas a terceros o a otras cooperativas de segundo grado para la transformaci¨®n o comercializan directamente sus productos. Globalmente, el mundo cooperativo supone m¨¢s del 65% de la producci¨®n final agraria y el 30% de las ventas de la industria alimentaria.
Aunque su implantaci¨®n se halla en toda la actividad en el campo, el sector cooperativo tiene la mayor presencia en frutas y hortalizas, con una facturaci¨®n de m¨¢s de 8.000 millones de euros. En menor medida est¨¢ en el aceite de oliva (4.500 millones de euros), con dominio de peque?as y medianas sociedades; los suministros, la venta de piensos, el vino, los l¨¢cteos o el porcino. Hay una docena que compiten con los grandes grupos agroalimentarios, tanto en la compra de suministros como en la actividad comercializadora.
En ese peque?o pelot¨®n se sit¨²a, a la cabeza, el grupo AN, con sede en Navarra, pero con presencia en toda Espa?a y en diferentes sectores agr¨ªcolas y ganaderos y una facturaci¨®n de 1.700 millones de euros. Los dirigentes navarros tuvieron siempre claro que su futuro pasaba por una organizaci¨®n a nivel estatal y abarcar el m¨¢ximo de sectores coordinados y centralizando la ventas. Dcoop, a pesar de tener como base el aceite de oliva andaluz, dio igualmente pasos para convertirse en una entidad m¨¢s estatal con presencia en otras comunidades y sectores como vino, hortalizas y cereales, con ventas de m¨¢s de 1.400 millones. Covap, en C¨®rdoba, se ha centrado en la ganader¨ªa de carne, los cereales y la leche con una estrategia de acuerdos en otras comunidades. Antonio Carmona, su director, explica por correo electr¨®nico que para gestionar la volatilidad de costes aprovechan las sinergias que ofrecen las compras en volumen para asegurar siempre el mejor precio posible. ¡°Como cooperativa, garantizamos la solidaridad en el reparto de costes, facilitando el acceso a los mercados a las ganader¨ªas m¨¢s peque?as mediante la sinergia generada con las de mayor tama?o¡±. Han disminuido su dependencia de compras de insumos en el exterior.
Otra de las grandes es la gallega Coren (1.200 millones), que opera en todos los sectores ganaderos, aunque con un peso dominante en avicultura y el porcino. Otras dos, Central Lechera Asturiana y la valenciana Anecoop, superan los mil millones.
El mundo cooperativo, sin embargo, tampoco est¨¢ exento de cr¨ªticas, como explica Lorenzo Ramos (UPA). ¡°Las cooperativas deber¨ªan centrarse m¨¢s en buscar f¨®rmulas de comercializaci¨®n y no en otras cosas. Algunas est¨¢n m¨¢s interesadas en tramitar ayudas o expedientes de PAC, algo que deber¨ªan hacer las organizaciones agrarias¡±.
Quiz¨¢ incluso tengan que hacer algo m¨¢s para no ser estranguladas por un mercado con actores mundiales que no dejan de crecer.
La Ley de la Cadena Alimentaria, una medida controvertida
La Ley de la Cadena Alimentaria es, al menos sobre el papel, una de las disposiciones más importantes para asegurar rentas en el sector agrario desde la transparencia y el equilibrio entre las partes. En la práctica, sin embargo, sigue siendo un reto pendiente que no equilibra las fuerzas de vendedores y compradores ante la mayor debilidad de los agricultores, sobre todo con los productos perecederos agrícolas, y los limitados recursos en control y sanciones de las Administraciones.
Su aplicación debería suponer que cada operador paga por un producto una cantidad, al menos, igual al importe de sus costes de producción. Ello supone que agricultores y ganaderos deberían percibir por la venta de sus productos una cifra que cubra sus gastos. “Aunque la renta agraria haya avanzado, el sector sigue con pérdidas, hay ejemplos de que la ley de la cadena no se cumple”, argumenta el secretario de organización de Asaja, Juanjo Álvarez. “La ley tiene que ser eficiente. Que, más o menos, un tercio [de los beneficios] vayan al productor, un tercio a la industria y un tercio distribución”.
Esta disposición, de agosto de 2013 con Miguel Arias Cañete como ministro de Agricultura y su desarrollo con Isabel García Tejerina en el cargo, entró en vigor en 2014. En diciembre de 2021, con Luis Planas en el cargo, se reforzó incorporando al texto la directiva comunitaria sobre prácticas de comercio desleales. Funciona gracias a la Agencia de Información y Control de la Cadena adscrita al Ministerio de Agricultura donde tienen presencia otros departamentos ministeriales, de las comunidades autónomas y miembros de la cadena, desde la producción a la distribución.
La agencia vigila que las operaciones de compraventa se hagan bajo contratos por escrito cuando el volumen supere los 1.000 euros, contratos que se deben remitir al correspondiente registro. Los contratos deben contemplar además otras condiciones, como la duración o periodos de entregas, y no se pueden modificar unilateralmente ni contemplar pagos adicionales o incluir información sensible para la empresa que podría utilizar la competencia.
La agencia, en sus actuaciones de inspección y control, puede operar de oficio o a instancias de las partes. En esta tarea, desde su constitución en 2014, ha realizado más de 5.000 inspecciones e impuesto más de 3.000 sanciones por un importe de 14 millones de euros. La mayoría se imponen porque no hay contratos o se incumplen los que hay, especialmente por los plazos de pago. De las más de 3.000 sanciones, a la cabeza se halla el sector de frutas y hortalizas con 1.600, seguido del vino con 460, leche con 400, aceite con 300 y carne con 152. De la suman total de las multas, 8,7 millones las ha tenido que asumir la distribución, 2,6 millones los mayoristas y 2,4 millones la industria. El sector primario tuvo una sanción de solo 87.000 euros. De entrada, los agricultores estiman que las Administraciones deberían haber reforzado más las negociaciones colectivas frente a las individuales para operar a un nivel de mayor igualdad. Se entiende que las diferencias de peso entre las partes a la hora de negociar no se solventan con una ley, sino con cambios de estructuras más profundos.
Aunque se protege la confidencialidad de la denuncias, no se ha potenciado su uso y dominan las de oficio. Hay recelo desde el sector o desidia a denunciar oficialmente. Tampoco los estudios sobre los costes se han actualizado y los planes de control son insuficientes para el volumen de operaciones. Y en el fondo subyace un problema de concepto que señala el catedrático Dionisio Ortiz: “No hay un coste, hay muchos costes. Uno de los retos es dar esa transparencia a esos costes. El problema es pensar que el sector agrario es monolítico”. Ortiz añade que frente a las explotaciones más débiles, un conjunto de operadores muy grandes está teniendo un comportamiento positivo por las economías de escala, sobre todo en el segmento hortofrutícola.
Para ser realmente eficaz, la ley necesita de un sector vendedor con una capacidad de negociación igual a la del comprador, lo cual supone un cambio que, por ahora, parece fuera del alcance del campo.
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