La amenaza de Trump a la democracia hoy es mayor
La furia del expresidente ha crecido y est¨¢ m¨¢s decidido a concentrar el poder y usarlo contra sus enemigos
La renovada f¨®rmula presidencial dem¨®crata ha reenergizado al partido y eliminado la creciente ventaja en las encuestas que el expresidente estadounidense Donald Trump ten¨ªa sobre su sucesor, Joe Biden. Hay mucho que admirar en los antecedentes de Kamala Harris y Tim Walz, en sus carreras y en sus ¨²ltimos discursos de campa?a, que se centraron en combatir la pobreza, mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, quitarles la bandera del patriotismo a los republicanos y fortalecer la democracia. Pero incluso dejando a un lado estas virtudes, hay buenos motivos para apoyar la f¨®rmula dem¨®crata. Al fin y al cabo, la alternativa es Trump, quien plantea una amenaza tan seria a las instituciones estadounidenses que cualquier candidato medianamente aceptable que se presentara contra ¨¦l merecer¨ªa un fuerte apoyo.
La amenaza de Trump a la democracia estadounidense tiene que ver en parte con el hecho de que las instituciones del pa¨ªs no fueron pensadas para hacer frente a un populista aut¨®crata dispuesto a violar normas e incluso leyes. Como se?al¨¦ en 2017, las ¨²nicas fuerzas que en definitiva pueden detener a una figura de esta naturaleza en Estados Unidos son los votantes y la sociedad civil. Aunque la democracia estadounidense super¨® la prueba de su presidencia en 2017-2021, Trump aprovech¨® cada debilidad institucional que encontr¨®, profundiz¨® las divisiones de una sociedad ya polarizada y trat¨® de anular el resultado de una elecci¨®n libre y justa que hab¨ªa perdido.
Con la elecci¨®n de 2020, los dem¨®cratas consiguieron recuperar la Casa Blanca, a pesar del intento de golpe trumpista del 6 de enero de 2021, porque tuvieron una ventaja importante: la incompetencia de Trump. Viejas tradiciones pol¨ªticas quedaron muy da?adas, pero la democracia sobrevivi¨®.
La incompetencia de Trump como presidente se manifest¨® en dos dimensiones. En primer lugar, su incapacidad para mostrar alguna coherencia. Su ¨²nica agenda real fue concentrar el poder en sus manos y elevar y enriquecer a familiares y amigos; pero le falt¨® disciplina y focalizaci¨®n para concretarla. La aterradora conclusi¨®n, por supuesto, es que alguien m¨¢s disciplinado hubiera podido hacer mucho m¨¢s da?o. En segundo lugar, Trump no consigui¨® la lealtad personal incondicional de muchos de sus subalternos; en ¨²ltima instancia esto llev¨® a que sus designios y decisiones m¨¢s alocados terminaran en su mayor¨ªa expuestos u obstaculizados desde el mismo Gobierno.
Por desgracia, hoy Trump plantea una amenaza mucho mayor a la democracia estadounidense, y esto por cinco grandes razones. En primer lugar, su furia ha crecido, de modo que estar¨¢ m¨¢s decidido a concentrar el poder en sus manos y usarlo contra sus enemigos (reales e imaginarios). Si vuelve a la Casa Blanca, adem¨¢s de m¨¢s violento, puede que se muestre m¨¢s coherente en la promoci¨®n de su agenda personal.
En segundo lugar, Trump y sus compa?eros de ruta ideol¨®gicos tendr¨¢n mucho mejor estudiadas y controladas las designaciones de funcionarios de nivel alto y medio, algo que ya se manifiesta en su agenda de gobierno impl¨ªcita: el Proyecto 2025 de la Fundaci¨®n Heritage. Aunque Trump asegura que no tiene nada que ver con este amplio programa de pol¨ªticas, se ha convertido en una herramienta valiosa para identificar a posibles miembros de su Administraci¨®n. El apoyo a la sombr¨ªa visi¨®n de la Fundaci¨®n Heritage actuar¨¢ como filtro para impedir que informantes o defensores de la democracia cumplan una vez m¨¢s la funci¨®n del ¡°adulto en la habitaci¨®n¡±.
En tercer lugar, el Partido Republicano se ha convertido en un culto a la persona de Trump, de modo que los funcionarios republicanos de nivel local en todo el pa¨ªs estar¨¢n dispuestos a hacer cualquier cosa que ordene. Algunos pueden llegar al extremo de intentar arreglar elecciones y tomar el control de las fuerzas del orden y servicios p¨²blicos de nivel local. Si Trump vuelve a exigir que funcionarios electorales locales ¡°encuentren¡± m¨¢s votos a su favor, puede que se salga con la suya.
En cuarto lugar, por una variedad de errores de las ¨¦lites intelectuales y de la dirigencia del Partido Dem¨®crata (como la defensa de posturas woke extremas del tipo de abrir las fronteras, desfinanciar la polic¨ªa, etc¨¦tera), muchos votantes volcados a la derecha, moderados o sin educaci¨®n universitaria han llegado a la conclusi¨®n de que los dem¨®cratas son extremistas de izquierda. Quienes piensan que los dem¨®cratas no son suficientemente patriotas ser¨¢n mucho menos propensos a romper con Trump, a pesar de los pasos que est¨¢n dando Harris y Walz para atraerlos.
En quinto lugar, por todas estas mismas razones, una acci¨®n eficaz de la sociedad civil contra Trump se ha vuelto m¨¢s dif¨ªcil. Tras los muchos a?os que se pas¨® la izquierda aplicando tests de pureza ideol¨®gica propios y vilipendiando a quien no los aprobara, habr¨¢ menos votantes independientes y republicanos moderados dispuestos a unirse a una gran coalici¨®n multisectorial contra Trump. Podr¨ªa ocurrir que los dem¨®cratas progresistas terminen siendo la ¨²nica oposici¨®n a las conductas inconstitucionales o antidemocr¨¢ticas de Trump, y no ser¨¢ suficiente.
Por todas estas razones, hay que tomarse en serio la amenaza de Trump a las instituciones. Una vez m¨¢s, el ¨²nico modo de defender la democracia estadounidense es usar las herramientas de la democracia para derrotarlo. La democracia prospera cuando entrega resultados reales y ayuda a la gente a cumplir sus aspiraciones. En la pr¨¢ctica, esto implica promover la prosperidad econ¨®mica, la seguridad, la justicia, una gobernanza competente y la estabilidad. Lo ¨²ltimo es particularmente importante para superar desaf¨ªos y perturbaciones peri¨®dicos, incluidas las amenazas contra la democracia misma.
Trump no es el primer demagogo antidemocr¨¢tico que se hace de una gran base de seguidores, y no ser¨¢ el ¨²ltimo. Las instituciones estadounidenses salieron fortalecidas de superar el desaf¨ªo protofascista del padre Charles Coughlin a fines de los a?os treinta, la resistencia a los derechos civiles de los negros en los Estados sure?os en los a?os cincuenta y sesenta, la candidatura presidencial segregacionista de George Wallace en 1968 y el Watergate. Si Trump pierde la elecci¨®n de noviembre, las instituciones estadounidenses volver¨¢n a fortalecerse.
Pero para que la democracia supere estos desaf¨ªos, los votantes necesitan opciones atractivas: poder votar por pol¨ªticos que se hayan mostrado capaces de resolver problemas, ser fuente de inspiraci¨®n y defender las instituciones libres. La f¨®rmula Harris?Walz parece apropiada. Ahora empieza la ardua tarea de movilizar a la gente y restaurar el apoyo a la democracia. Pero una tarea incluso m¨¢s ardua ser¨¢ cumplir las promesas de la democracia, combatiendo la pobreza y la desigualdad, reduciendo la polarizaci¨®n y el extremismo de ambos lados y mostrando un gobierno al servicio de la gente com¨²n.
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