¡°Antes nos daban de tortas nuestros padres y ahora nuestros hijos¡±
El escritor, traductor y profesor de Filosof¨ªa Ernesto Calabuig alerta sobre el desencanto de los j¨®venes, el peligro de creer que tienen todos los derechos y la necesidad de la reflexi¨®n y el largo plazo
Ernesto Calabuig (Madrid, 55 a?os) escribe relatos cortos (Fr¨¢giles humanos, editorial Tres Hermanas), codirige para el mismo sello la colecci¨®n Clepsidra de libros de educaci¨®n y pensamiento (el ¨²ltimo t¨ªtulo es Un ¨¢ngulo me basta. Visiones pedag¨®gicas), traduce del alem¨¢n, da clases de Filosof¨ªa en Secundaria y Bachillerato (Colegio Reggio de Las Tablas, Madrid) y, en general, se dedica a intentar hacer posible lo improbable: que los ni?os y los adolescentes entren en el mundo de lo lento, de lo profundo y de lo culto, aunque sea a trancas y barrancas. A veces, sostiene, hasta se dejan.
Pregunta. ?C¨®mo blindar a los ni?os ante el miedo al futuro, si es que hay que blindarlos?
Respuesta. Hemos hiperprotegido a los hijos, hemos tratado de protegerlos de cualquier da?o, que no sufran, que no vean la parte mala de las cosas¡ y entonces resulta que ahora est¨¢n, s¨ª, protegidos, pero tambi¨¦n bastante inermes ante cualquier posibilidad de frustraci¨®n. Pero es bueno frustrarse, ser consciente de que no es tu d¨ªa. Yo, como educador, he detectado en los chavales como una negatividad casi de origen. De entrada creen que no hay futuro, creen que les hemos dejado un mundo sin futuro. ?C¨®mo es posible que un chaval de 15 o 16 a?os te diga que todo da igual?
P. ?Eso qu¨¦ es, pesimismo, nihilismo o puro realismo?
R. Es una profec¨ªa que se autocumple.
P. ?Es melancol¨ªa?
R. Yo creo que a pesar de aquella melancol¨ªa que ten¨ªamos nosotros, aquella cultura del perdedor que nos hac¨ªa escuchar a Leonard Cohen y a Aute, cre¨ªamos que alguna escapatoria hab¨ªa si nos esforz¨¢bamos. A m¨ª me aterra que hoy, chavales tan j¨®venes te digan ¡°si no valgo para nada¡± o ¡°nos est¨¢is dejando un mundo horrible¡±. Y encima, ahora esto de la pandemia. As¨ª que, como dice la fil¨®sofa Marina Garc¨¦s, viven en una especie de condici¨®n p¨®stuma, de un ¡°estamos sentenciados¡±.
P. Lo de que les estamos dejando un mundo horrible es verdad. Lo de ¡°estamos sentenciados¡± parece un nihilismo a destiempo.
R. Mmmm¡ me parece una buena definici¨®n. Incluso la m¨²sica que escuchan¡ mira la mayor parte de los mensajes del rap y del trap, son una especie de sermones fatalistas. Y por cierto, los que los difunden se est¨¢n haciendo de oro. A m¨ª como educador eso me preocupa, porque claro, la labor de un educador es casi como la de un entrenador. Hay que animar.
P. Bueno, pero en gran medida los mayores nos estamos esmerando en desanimarles¡ Por ejemplo, el mercado laboral que les estamos preparando es dantesco.
R. S¨ª, desde luego, pero en cierto modo, la generaci¨®n de los 50 y pico estamos como en el medio. Se nos culpa de dejar un mundo muy malo pero tambi¨¦n tuvimos que obedecer en todo, muchas veces tuvimos que temer. Y hemos pasado a un mundo en el que estamos a los pies de nuestros hijos, para que no se frustren. En cierto modo, nos dieron de tortas nuestros padres y ahora nos las dan nuestros hijos, y nos echan en cara un mundo que en realidad nosotros tampoco quer¨ªamos.
P. ?Qu¨¦ puede hacer el educador? Parece una de las profesiones actuales m¨¢s dif¨ªciles¡
R. El profesor de hoy es un malabarista, al menos yo lo vivo as¨ª. Si explico el mito de la caverna de Plat¨®n, tengo que hacer un poco el payaso. Imag¨ªnate explicar San Agust¨ªn o Santo Tom¨¢s sin¡
P¡ Sin ser un tost¨®n, dicho mal y pronto.
R. Exactamente.
P. Y que te hagan caso porque eres divertido, pero explicando asuntos profundos.
R. Claro. Y hemos pasado de aquellos profesores que se pod¨ªan permitir casi dar clase de espaldas, como la antigua misa, a no poder llevar un peri¨®dico a clase y leer a mis alumnos un art¨ªculo con calma¡ porque los pierdo. As¨ª que tengo que le¨¦rmelo antes en casa y luego les llevo un extracto con las ideas principales. Tengo casi que darles los titulares para no perderlos. Si no, no aguantan. Y es tremendo.
P. Y al final, ?es optimista? ?Cree que al fin y al cabo la filosof¨ªa los impregna en alguna medida?
R. Soy optimista, porque aunque hay d¨ªas que sales deprimido, siempre a final de curso se te acercan unos padres y te dan las gracias por haberle ¡°amueblado la cabeza¡± a su hijo. Eso te carga las bater¨ªas.
P. Muchos adolescentes est¨¢n deprimidos y melanc¨®licos y no les falta raz¨®n¡ pero a la vez creen que tienen derecho a todo. ?C¨®mo explicarles que nadie tiene derecho a todo?
R. Puede sonar carca, pero nosotros ¨¦ramos una generaci¨®n acostumbrada a esperar la bicicleta o el viaje de verano. A veces no llegaban. Hoy en d¨ªa manda la satisfacci¨®n r¨¢pida de los deseos. Javier Mar¨ªas escribi¨® una vez que le escandalizaban los cumplea?os de los ni?os de hoy, y yo estoy de acuerdo. Parecen apuestas a ver qui¨¦n puede m¨¢s. Creo que hemos educado en los derechos y mucho menos en las obligaciones, s¨ª. Y eso se ve tambi¨¦n en lo que son las metas a largo plazo.
P. Bueno, es que en este pa¨ªs no existe el largo plazo, o existe poco.
R. S¨ª, se buscan atajos r¨¢pidos. ?Qu¨¦ quiero ser en la vida? Algo que d¨¦ dinero r¨¢pido, un youtuber, o un Ibai Llanos, o algo as¨ª.
P. Estar¨ªa bien convertir el largoplacismo en una asignatura obligatoria en los colegios, ?no cree?
R. Desde luego. Antes, en los tiempos de mis padres, hab¨ªa como una fe en que los procesos lentos daban resultados, cristalizaban. Y una fe en que la cultura era un camino para alcanzar cosas nobles. Gente de todas las clases sociales pagaban la universidad a sus hijos pensando de verdad que con la cultura te hac¨ªas mejor persona. Hoy parece que no hay tiempo para eso y que da un poco igual. Y un chico en un examen te puede poner que la filosof¨ªa griega naci¨® en el siglo XIX. O sea, en un colegio puede haber una biblioteca estupenda pero, ?y el tiempo para leer esos libros?
P. Hacemos como que no hay tiempo. En realidad s¨ª lo hay. Veinticuatro horas parecen bastantes.
R. Hacemos como que no hay tiempo, eso es. Y todo se queda anticuado al d¨ªa siguiente. Pero no, tenemos que pararnos y ver qu¨¦ mundo tenemos.
P. ?C¨®mo viven los profesores el contrastado maltrato de los dirigentes pol¨ªticos de este pa¨ªs ¨Dde todos los colores¨D al mundo educativo?
R. Pues mira, ahora mismo, sin ir m¨¢s lejos, si quitan la Filosof¨ªa de secundaria como pretenden quitarla para sustituirla por cosas de estas de emprendimiento y valores y tal y cual, habr¨¢ chavales que pasar¨¢n por toda la secundaria sin saber, por ejemplo, lo que es el pensamiento cr¨ªtico, o por qu¨¦ es importante desconfiar de la evidencia, cosas as¨ª¡
P. ?C¨®mo accionar en los chicos en el siglo XXI el interruptor del asombro?
R. A trav¨¦s de algo tan supuestamente anticuado como la presencia y la palabra. Lo que pasa es que est¨¢n tan acostumbrados a la velocidad, a los videojuegos y a lo virtual, que a veces es una batalla perdida.
P. ?Qu¨¦ hacer para que esta entrevista no sea solo un lamento?
R. No s¨¦, al final, como educador s¨ª se tiene un poco la sensaci¨®n de que si haces las cosas bien, las cosas funcionan. De que puedes animar y entusiasmar ense?ando cosas que luego se pueden aplicar a la vida.
P. ?El fil¨®sofo es un h¨¦roe?
R. Es un resistente. Y alguien molesto, como dijo S¨®crates.
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