El ¡®test Google¡¯ (contenidos, competencias y otros animales)
Las personas aprendemos manejando hechos, f¨®rmulas y reglas, pero lo que marca la diferencia es ser capaz de aplicarlo, resolver problemas y hasta de crear cosas nuevas con ello
A pesar de que el llamado Marco Com¨²n de las Competencias Clave data de principios de siglo y es producto de un consenso continental reflejado en documentos de la Comisi¨®n Europea, el debate ¡ªsi es que de verdad lo es¡ª entre contenidos y competencias como foco de la ense?anza y de los curr¨ªculos escolares se ha desatado s¨®lo muy recientemente en nuestro pa¨ªs. Hay que reconocer que, en t¨¦rminos de marketing, esto de las competencias no funciona nada bien como marca, y menos a¨²n si algunos, con buen dominio de la comunicaci¨®n pol¨ªtica en estos tiempos de divisi¨®n y disrupci¨®n, dan por hecho que la educaci¨®n para ser competente estar¨ªa re?ida con la educaci¨®n para ser competitivo por mor de recortar, reducir o condenar contenidos tan cl¨¢sicos e imprescindibles como la regla de tres, los afluentes del Guadiana o la sinalefa.
Nos vemos pues en medio de un debate donde tercian con gran preocupaci¨®n intelectuales de primera l¨ªnea, y en el que se reclama el abandono de las competencias y el retorno al enciclopedismo m¨¢s tradicional, argumentando que esto es lo que de verdad protege los intereses de los estudiantes, especialmente de aquellos social y econ¨®micamente m¨¢s desfavorecidos. Llama mucho la atenci¨®n el lado m¨¢s pol¨ªtico de la diatriba, donde se afirma que el giro competencial abre la puerta de un adoctrinamiento sist¨¦mico, sugiriendo impl¨ªcitamente que nuestros profesores no ser¨ªan sino meras cadenas de transmisi¨®n, puros intermediarios que trabajan para el Gobierno y no para el Estado. As¨ª pues, el sistema educativo espa?ol parece estar condenado a la autodestrucci¨®n en cuesti¨®n de semanas, y ello a causa de unos cuantos decretos publicados en el BOE.
Todo esto es una confirmaci¨®n m¨¢s de hasta qu¨¦ punto el sector educativo se ha convertido en reh¨¦n de la lucha partidista en Espa?a. Lo que se presenta como debate de principios no es m¨¢s que un pulso entre intereses no del todo confesables. Cualquier profesor sabe que el dilema entre contenidos y competencias es artificial e interesado. Las personas aprendemos manejando contenidos ¡ªhechos, principios, f¨®rmulas, reglas¡ª, pero lo que marca la diferencia no es recordar todo eso en abstracto, sino ser capaz de aplicarlo, resolver problemas y hasta de crear cosas nuevas con ello. No es nada ins¨®lito: estamos hablando simplemente de la buena educaci¨®n, algo que siempre ha existido, al menos para algunos. Pongamos un par de ejemplos:
Se pueden aprender muchos hechos hist¨®ricos y tambi¨¦n ser capaz de citar las opiniones e interpretaciones de distintos analistas o historiadores sobre esos hechos. En todos los casos, tanto los hechos como las interpretaciones pueden encontrarse en Google en cuesti¨®n de d¨¦cimas de segundo. Sin embargo, la capacidad de diferenciar ¡ªo, si prefieren, de no confundir¡ª entre hechos y opiniones no sale en Google. No puede buscarse ni contrastarse f¨¢cilmente, entre otras razones porque Google tambi¨¦n devuelve la confusi¨®n reinante. Y es que distinguir entre hechos y opiniones es un aprendizaje mucho m¨¢s sofisticado. Si, como dicen los datos del ¨²ltimo PISA (2018, mucho antes de aprobarse la Ley Cela¨¢ y los decretos de curr¨ªculo), la mayor¨ªa de los estudiantes espa?oles de 15 a?os no sabe diferenciar entre hechos y opiniones, tenemos un problema may¨²sculo. Porque, adem¨¢s, esos estudiantes son, en efecto, carne de adoctrinamiento, dentro y fuera de la escuela. Es un problema que no se resuelve aprendiendo m¨¢s hechos y siendo capaz de recordarlos cual concursante de Pasapalabra. Que el curr¨ªculo escolar incluya de modo expl¨ªcito la competencia de distinguir entre hechos y opiniones no es un paso hacia el adoctrinamiento, sino, precisamente, el camino para inmunizar a los ciudadanos frente a esa industria de la posverdad, las noticias falsas y los llamados hechos alternativos.
Uno puede aprender gram¨¢tica, dominar las reglas de la sintaxis, bordar la ortograf¨ªa, y acumular un amplio vocabulario sobre muchos temas. Pero para poder comunicarse de manera eficaz y correcta, oralmente o por escrito, necesita m¨¢s cosas: entre otras, buena comprensi¨®n lectora, memoria funcional, autoconfianza para manejar la inseguridad que todos tenemos al hablar en p¨²blico, empat¨ªa para adaptar el discurso a la audiencia (no me expreso igual frente a mis alumnos universitarios que en una charla de caf¨¦ con mis amigos) y conciencia del lenguaje no verbal, que transmite tantos mensajes como el verbal. Una vez m¨¢s, la gram¨¢tica, la sintaxis y el vocabulario est¨¢n en Google y se pueden consultar en dos clics. Tambi¨¦n hay todo tipo de consejos para hablar en p¨²blico o para escribir bien. Pero la competencia de la expresi¨®n oral o de escribir como Dios manda no se puede aprender en Google. Insisto en que sigue siendo imprescindible aprender gram¨¢tica, reglas sint¨¢cticas y vocabulario. Pero no es suficiente. Y a todo eso que es m¨¢s sofisticado que lo que aparece en Google, y que s¨®lo un claustro de buenos profesores puede ense?ar, se le llama, con un pobre marketing y cierta ambig¨¹edad, eso s¨ª, competencias.
Hagamos pues el test Google. Si todo lo que sabe un estudiante puede encontrarse en Google en d¨¦cimas de segundo, su futuro ¡ªpersonal y laboral¡ª pinta realmente mal. Cierto que est¨¢ la opci¨®n de concursar en Pasapalabra. Pero si se quiere que nuestros estudiantes aprendan a comunicarse con correcci¨®n y eficacia, a no generalizar a partir de simples an¨¦cdotas, a no percibir a quien discrepa de ellos como un enemigo o alguien que quiere enga?arles, a adquirir un h¨¢bito de pensamiento cr¨ªtico y esc¨¦ptico frente a la industria de la posverdad, a contrastar informaci¨®n e identificar as¨ª fuentes fiables que les permitan cuestionar sus opiniones y, en definitiva, a usar los conocimientos que aprenden para mejorar su bienestar personal y tambi¨¦n el bienestar colectivo, Google y todos sus contenidos son necesarios pero no suficientes. En no tener la oportunidad de aprender todas esas cosas consiste precisamente el m¨¢s da?ino y menos visible de los adoctrinamientos.
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