Agua, decepci¨®n y estampida en la alfombra roja
La lluvia, leve a la salida del Pr¨ªncipe y un verdadero chaparr¨®n en el turno de la novia, apaga el fervor popular
Dicen que una boda con lluvia augura un matrimonio duradero. Si se cumple el pron¨®stico popular, la boda entre el Pr¨ªncipe Felipe y Letizia Ortiz va a ser de las de para toda la vida. M¨¢s de mil millones de personas viendo el enlace en televisi¨®n y varios miles en riguroso directo desde el Patio de Armas del Palacio Real y a Madrid le da por revivir el gran diluvio universal. La lluvia largamente anunciada ha aguado el fervor popular, ha calado hasta los huesos las ganas de fiesta de los espa?oles y ha deslucido toda la ceremonia, sobre todo el cortejo real.
Noche en vela: No ha amanecido a¨²n en Madrid cuando entre 200 y 300 personas hacen cola en la calle Bail¨¦n para acceder al Patio de la Armer¨ªa del Palacio Real, en respuesta a la invitaci¨®n hecha por los novios de abrir el recinto para unas 5.000 almas. A pesar de la suculenta oferta, las nubes amenazantes y la bajada de las temperaturas han disuadido a muchos de pasar la noche al relente. Entre los entusiastas, principalmente mujeres de entre treinta y muchos y cincuenta y tantos y algunos novios y maridos literalmente arrastrados, estaba Mari Cruz de Alcorc¨®n, cuyo rubio te?ido con mechas azules delata su profesi¨®n de peluquera: "Vengo en nombre de todas mis clientas. Desde hace muchos a?os ten¨ªa el p¨¢lpito de que a esta boda ten¨ªa que venir como fuera". Desde las 18.00 horas del viernes, se manten¨ªa en pie y paraguas en mano.
Pero a todo hay quien gane. La palma se la lleva una anciana peculiar, Buenaventura P¨¦rez, de Toledo. Vestida de goyesca o fallera, seg¨²n las versiones, lleva desde las 19.00 horas del jueves apostada en la valla para que nadie le impida ver la alfombra roja por la que discurrir¨¢n los protagonistas desde primera l¨ªnea de fuego. "Y tengo testigos", dice se?alando a los polic¨ªas, que asienten resignados. Conforme pasan las horas, le tensi¨®n crece, aumentan los codazos y se producen conatos de revuelta cuando alg¨²n periodista o listillo que le sigue tratan de saltarse la cola. Daban la sensaci¨®n de ser capaces de linchar a cualquiera, como en el primer d¨ªa de rebajas.
Doble control a la entrada: Detr¨¢s de la fallera-goyesca, Mar¨ªa y Mar¨ªa Dolores, madre e hija venidas de Cantabria, se entretienen contando su periplo de ayer entre el Ritz y el Palace para ver a tanto famoso: "Ya nos ha entrevistado Cr¨®nicas, la tele gallega y la asturiana, Efe y la COPE. Aunque ¨¦sta sea mi tercera boda real, no pod¨ªa faltar". "?Y yo que vengo s¨®lo a por abanicos! Y cuatro nada menos, que tengo cuatro nueras", le contesta incr¨¦dulo un jubilado en traje de chaqueta. Poco a poco, van llegando m¨¢s y m¨¢s desorientados a la carrera y se empiezan a ver las primeras banderitas de Espa?a, a dos euros. A la hora de apertura, los congregados se arrancan a coro con un "Que abran ya, son las siete ya". Ante la amenaza de revuelta, y esta vez en serio, los polic¨ªas que custodiaban la entrada empiezan a dar paso uno por uno y tras un registro minucioso. Pero antes de entrar al recinto a¨²n hab¨ªa un segundo control, con detector de metales incluido.
Diez minutos despu¨¦s, los hermanos Ignacio y Dori, de Alcudia de Guadix (Granada) ya est¨¢n colocados estrat¨¦gicamente en mitad de la plaza. "En mi vida pens¨¦ que me ver¨ªa en una de ¨¦stas. Me ha tra¨ªdo mi hermana y estamos aqu¨ª en honor a nuestra madre". Se quejan amargamente de la poca educaci¨®n de la gente y de la mala organizaci¨®n: "Hemos entrado de los cien primeros y porque se nos han colado lo menos 50". Est¨¢n encantados con los Reyes y los novios aunque, seg¨²n Dori, Letizia tiene que "comer m¨¢s pan y m¨¢s chorizo". M¨¢s cerca del Palacio Real, Mari Carmen, de Miraflores de la Sierra, cuenta que ha venido porque se lo ped¨ªa "el cuerpo". "Madrid se ha portado bien cuando ha tenido que sufrir y tambi¨¦n ahora, cuando hay que re¨ªr". Mira al cielo y suplica a las nubes que, de momento, parecen contenerse las ganas de reventar la boda. "Por la noche, hemos tocado a chaparr¨®n por hora".
La insoportable espera: Uno de los grupos m¨¢s bullangueros lo forman una docena de extreme?os de Don Benito y Villanueva de la Serena, con C¨¦sar, Caqui y Palmira a la cabeza. Ellos han venido "a ver si le pisamos la novia al Pr¨ªncipe, que est¨¢ estupenda" mientras que ellas se declaran "muy pero que muy fans" de Don Felipe y de su cu?ado Urdangar¨ªn. Desde Canarias llegaron hace una semana "para hacer la peregrinaci¨®n completa" David, V¨ªctor, Jos¨¦ y To?o, que no quieren confesar sus edades a pesar de ser j¨®venes. "Vengo a ver si Letizia se arrepiente y le planto a mi hija al Pr¨ªncipe", comenta muy convencida Conchi, de Arganda del Rey, ante la mirada inmisericorde de su hija. Su amiga Luisa, de Fuenlabrada, y Pili, de M¨®stoles, andan revolucionadas porque los que van entrando con cuentagotas llevan ABANICO. "No hay derecho, toda la noche al fresco y yo sin abanico", dice una indignada Pili, a lo que el jubilado del traje responde muy serio: "Eso, dime t¨² a m¨ª c¨®mo vuelvo a casa sin los cuatro abanicos para mis cuatro nueras". Como una premonici¨®n de lo que se barruntaba en la masa, estalla la guerra del abanico, que se lleva por delante varias vallas y que culmina con se?oras corriendo como colegialas en busca del preciado recuerdo y con rega?inas al primero que pasa con pinta de tener algo que ver con la organizaci¨®n.
Los invitados: Observando el espect¨¢culo, dos ingleses de mediana edad destacan entre el gent¨ªo. "Vivimos en Pe?arrolla (C¨®rdoba) y somos muy mon¨¢rquicos", aclaran Kathy y Peter a punto de entrar en ¨¦xtasis. "Es un gozo estar aqu¨ª, un privilegio, un milagro", suspira Kathy, que parece dudar cuando se le pregunta si prefiere a la Familia Real espa?ola o la brit¨¢nica. "Bueno... es que ellos han tenido muchos problemas... Nos impresiona la de Espa?a, muy cercana y con ese saber hacer". Mientras, Jos¨¦ Antonio de Sevilla repite por quinta vez a un parroquiano interesado en la caza del souvenir que la camiseta que lleva no se vende. "La he hecho yo, con un foto que tom¨¦ en la boda de Elena por delante y otra de la de Cristina por detr¨¢s". Sobre las 7.30, el tedio se expande entre el p¨²blico, ya que el ¨²nico movimiento que se observa es trabajo de los operarios, que proceden a quitar los pl¨¢sticos de la alfombra a pasar cepillos y aspiradoras en un intento vano de evitar que se encharque. Otro entretenimiento eficaz es la carrera de los periodistas y c¨¢maras hacia las tribunas, con apuestas por ver qui¨¦n llega primero. Entonces llega una novedad que los presentes acogen con algarab¨ªa: miembros de la Guardia Real desfilan con flaut¨ªn y tamboril. Sin embargo, a la tercera resulta pesado y a la sexta, s¨®lo arrancan un par de aplausos.
Los invitados: Por fin, llegan las 9.15 y comienzan a aparecer los invitados cuyo pase¨ªllo, al ser por la entrada lateral, se contempla mejor en las cuatro pantallas gigantes instaladas en el patio, aunque se echa en falta el sonido de la retransmisi¨®n. Los mejores comentarios, dignos del mejor programa de cotilleo, vienen de un corrillo de mujeres de entre 20 y 60 a?os formado por el puro azar: "Somos de Madrid, Canarias, ?vila, Segovia y M¨¦xico y nos hemos conocido en las penurias ¨¦stas". Sin duda, uno de los vestidos m¨¢s comentados es el de ?gatha Ru¨ªz de la Prada: "Toma-ya-que-bien. Te has lucido con el traje republicano", mientras que las verdaderas expertas en protocolo critican alguna mantilla escondida en el manto de pamelas: "?Pero no era la Reina la ¨²nica que pod¨ªa llevarla?" El primer aplauso masivo lo cosecha Pertegaz, aunque una de las se?oras que m¨¢s aplaud¨ªa subrayaba el condicional: "Ahora para que no nos guste el traje". "???Menudo chanelazo lleva Carolina de M¨®naco!!!!", se?ala con admiraci¨®n la mayor del corrillo mientras se preguntaba, como todos los presentes, d¨®nde est¨¢ su marido Ernesto. La entrada de Zapatero con gran ovaci¨®n se produce momentos antes del primer sofoco de la ma?ana, que ha concluido en desmayo. Por su parte, Aznar entra en escena sin pena ni gloria porque la atenci¨®n se centra en si ha pasado ya Mette-Marit. "Y a qui¨¦n aplaudimos ahora?", pregunta la m¨¢s joven, confundida entre tanta celebridad. "A la reina Fabiola... ?cu¨¢ntos a?os tendr¨¢ ya?"
El cortejo real: M¨¢xima expectaci¨®n: la guardia real empieza a tomar posiciones a ambos lados de la alfombra sobre las 10.35. Momentos despu¨¦s, un gran lamento recorre el aforo con la llegada de las primeras gotas de lluvia de la ma?ana, un lento goteo pero persistente. Varias se?oras rompen a llorar de emoci¨®n mientras se colocan sus chubasqueros. "Tranquilos, es s¨®lo una nube. Se va a pasar", afirma una parroquiana que no logra convencer a nadie. A pesar de todo, el cortejo real sale a pie del Palacio seg¨²n lo previsto y avanza a paso lento, sonrientes y saludando al p¨²blico, que aplaude in crescendo al paso de la infanta do?a Pilar y el Rey, y, sobre todo, cuando llega el Pr¨ªncipe del brazo de la Reina. "?Felipe, Felipe, Felipe!". Aunque el p¨²blico, de lo m¨¢s estoico, ha resistido todo lo que ha podido, al final no ha quedado m¨¢s remedio que desplegar la artiller¨ªa pesada y dejar para mejor ocasi¨®n las banderas. Entre un mar de paraguas de colores, aparece en pantalla un primer plano de la cara del Pr¨ªncipe esperando en el altar, ya algo nervioso, mientras la lluvia se convierte en torrencial y obliga a montar a los pajes en un monovolumen y a la novia en un Rolls Royce. Ella, manteniendo la compostura, sonr¨ªe y saluda a trav¨¦s de los cristales, sentada junto a su padre, Jes¨²s Ortiz. Entre las discusiones sobre si lleva velo o mantilla, cuello chimenea o escote corolla, los lamentos por el aguacero, el disgusto por lo que opinar¨¢ Pe?afiel, el recuerdo de los "pobres sobrinos despu¨¦s de tanto ensayo" y la pena por una novia "que no puede lucir su traje", alguien tiene un recuerdo para los que est¨¢n trabajando: "Lo de la guardia real. Eso s¨ª que tiene m¨¦rito. No mueven ni una ceja con la que est¨¢ cayendo. Se est¨¢n ganando bien el sueldo". Llegan los truenos, que hacen que una se?ora supersticiosa hable de malos augurios.
Ceremonia sin sonido y sin l¨¢grimas: Nada m¨¢s entrar la prometida en la catedral de la Almudena, se produce una verdadera estampida de p¨²blico hacia los soportales, aunque las dos primeras filas se mantienen fieles en sus puestos y varias decenas se arremolinan en torno a las pantallas. Sin sonido y con una se?al que falla varias veces, el p¨²blico intuye lo que est¨¢ ocurriendo y grita a coro ?Vivan los novios! en el momento preciso del s¨ª quiero. "Lo hemos tenido que leer en los labios de Letizia", reconoce Diego, de Santander, que abraza a su pareja, Nacho, de Burgos. Ya va quedando menos gente, aunque todav¨ªa hay quien resiste. A ?ngela, una joven de M¨¢laga de la misma edad que el Pr¨ªncipe, al que lleva "toda la vida siguiendo", a¨²n le quedan ganas de fiesta. Bajo su paraguas rojo, luce una corona de lentejuelas plateadas sacada del carnaval: "Vine ayer vestida para la boda con y he tenido la suerte de ser la ¨²ltima de entrar, la n¨²mero 5.000. Es una pena la lluvia, la gente estaba volcada". "Hemos sentido pena por ellos, pero nosotros hemos disfrutado. Y ya que estamos mojados, no nos movemos", sentencia la pareja brit¨¢nica sentada en el suelo, convertido en un inmenso charco con bolsas y botellas tiradas. Maite, de Toledo, opina que la novia, a la que en ning¨²n momento se le escapa una l¨¢grima, parece demasiado fr¨ªa: "Pero qu¨¦ seria est¨¢. Todav¨ªa tiene cara de Telediario". Para Diego, "lo mismo pas¨® en Dinamarca. Ellas no est¨¢n en su ambiente, est¨¢n tensas, con miedo a cometer alg¨²n error".
Reyes en autob¨²s: Escampa justo cuando rompen a sonar las campanas y la pareja cruza el umbral de La Almudena ya como marido y mujer. El Rolls Royce con los reci¨¦n casados a bordo regresa al Palacio Real, seguido del de los Reyes. Para gran regocijo de los ¨²ltimos de Filipinas, los miembros de m¨¢s de 40 familias reales han esperado religiosamente su turno para montarse en cuatro autobuses que les han conducido al banquete. Salvo el Pr¨ªncipe Carlos, el ¨²nico que se ha aventurado a ir a pie entre el aplauso cerrado del p¨²blico.
Tres castos besos
El sol se abre paso a las 14.30 en una abarrotada Plaza de Oriente para recibir a los reci¨¦n casados, a su regreso de la Bas¨ªlica de Atocha. En los balcones de enfrente, decorados con el logotipo oficial y banderas de Espa?a que los cubren, destaca un cartel en el que se lee: "Felizidades". Tras varios amagos y falsas alarmas, el balc¨®n principal se abre: "Mira, ya se ve la cabeza del Pr¨ªncipe, como es tan alto". Otra vez suena el "Felipe, Felipe, Felipe" mientras los Pr¨ªncipes de Asturias saludan de la mano y se dan un beso en la mejilla que no contenta al respetable. "Otro, otro, otro", reclama el p¨²blico, en representaci¨®n de esa mesa ruidosa de todas las bodas populares que sin duda no tiene sitio en este banquete real.
Y llega el segundo beso casto del d¨ªa cuando hacen acto de presencia los Reyes, a los que, c¨®mo no, tambi¨¦n se pide infructuosamente que se besen. Don Juan Carlos, entre una gran ovaci¨®n, se dirige al lado de Letizia cuando tropieza con los cables. Jes¨²s Ortiz y Paloma Rocasolano aparecen por otro balc¨®n y el Rey los invita a acercarse. Se suman las infantas y sus maridos. La familia real y los padres de la novia se retiran, pero los protagonistas vuelven para hacer un bis, el tercer beso en la mejilla. Tras ellos, regresan todos al balc¨®n y el acto m¨¢s esperado del d¨ªa se cierra con un sencillo gesto de la infanta Cristina, que se acerca la mano a la boca como diciendo: "Nos vamos a comer".
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