?Qui¨¦n dijo crisis? Una agenda para la izquierda
Los resultados de las elecciones europeas han provocado una cascada de reflexiones sobre la crisis de la izquierda. Por incomparecencia, dijeron unos; por la situaci¨®n org¨¢nica de algunos de los principales partidos socialistas, dicen otros, por el desgaste del poder en tiempos de econom¨ªa adversa, lo cierto es que los electores han colocado a la socialdemocracia europea en una delicada situaci¨®n que acent¨²a la llamada a la renovaci¨®n de nuestros programas y objetivos.
Nos hemos cansado de reconocer que seguimos actuando como partidos nacionales frente a una realidad globalizada. Nuestras propuestas, adem¨¢s, son demasiado diferentes en cada uno de nuestros pa¨ªses y diluyen los perfiles ideol¨®gicos comunes o confunden a nuestros electores con alternativas contradictorias. Somos cada vez m¨¢s conscientes de que nuestros viejos perfiles sociales en torno al Estado del bienestar y la sociedad laboral digna se enfrentan a una econom¨ªa globalizada y a la externalizaci¨®n productiva y resisten muy mal los rigores de la competencia con el mundo emergente.
Nunca como hoy ha habido una confluencia tan favorable de factores econ¨®micos, pol¨ªticos y geoestrat¨¦gicos para reivindicar y configurar una izquierda moderna y renovada a nuestro nuevo siglo
En el eterno debate de la renovaci¨®n de la izquierda, ya es hora de pasar de las musas al teatro, es decir, del diagn¨®stico a las respuestas
Vemos la irrupci¨®n de una sociedad de la informaci¨®n que transforma el universo cultural de las nuevas generaciones y que ofrece al mismo tiempo un caudal de oportunidades todav¨ªa desconocidas. Hemos sufrido el empuje irresistible de la ola neoconservadora de los setenta, que arrastr¨® a la perplejidad a la izquierda con la ca¨ªda del muro. Eso y mucho m¨¢s lo sabemos desde hace tiempo, pero no hemos sido capaces ni aqu¨ª ni en ninguno de los n¨²cleos de pensamiento progresista del mundo, de construir un ideario de la izquierda del Siglo XXI. Cada partido, en cada pa¨ªs, intentamos reformismos progresistas en los contradictorios espacios de un poder pol¨ªtico y econ¨®mico cada vez m¨¢s limitado por el mercado global.
Asist¨ª hace unos d¨ªas a las primeras reuniones del grupo socialista en el nuevo Parlamento Europeo. Nada nuevo. Es verdad que estamos al comienzo de una legislatura y que no se trata de un ¨®rgano directivo de socialismo europeo, pero la internacional socialista se reuni¨® en Montenegro los primeros d¨ªas de julio sin pena ni gloria. En este contexto autocr¨ªtico que les traslado, en estos ¨²ltimos d¨ªas he tenido ocasi¨®n de escuchar a Felipe Gonz¨¢lez y de hablar con Javier Solana. Una misma idea surgi¨® de ambos encuentros: A pesar de todo, nunca como hoy ha habido una confluencia tan favorable de factores econ¨®micos, pol¨ªticos y geoestrat¨¦gicos para reivindicar y configurar una izquierda moderna y renovada a nuestro nuevo siglo.
1. Estamos ante un cambio de ¨¦poca, un "vierteaguas de la historia" dec¨ªa Gonz¨¢lez. Hay que reformular el modelo financiero del mundo; hay que decidir si tenemos una ¨²nica moneda para una ¨²nica econom¨ªa; hay que reorganizar las instituciones internacionales; deben crearse nuestros espacios regionales supranacionales; se acab¨® el un¨ªlateralismo de Bush y se abre un nuevo tiempo para la cooperaci¨®n internacional; un nuevo marco regular¨¢ las relaciones entre Estado y Mercado que algunos se han atrevido a calificar como "un nuevo capitalismo"; deben buscarse -urgentemente- m¨¢s decisiones internacionales sobre el cambio clim¨¢tico; la seguridad energ¨¦tica ha entrado en la agenda de todo el mundo... ?hay qui¨¦n d¨¦ m¨¢s? ?No era esto por lo que ven¨ªamos luchando los progresistas desde hace a?os?
2. ?Es la pol¨ªtica, est¨²pido! Justamente es la pol¨ªtica la que ha sido llamada con urgencia al quir¨®fano de la crisis sist¨¦mica que estamos viviendo. Es la econom¨ªa, los bancos, las bolsas, las empresas, los trabajadores, la sociedad entera quienes miran angustiados a sus instituciones representativas para resolver los problemas. Y al hacerlo, las instituciones se reivindican como fundamentos de una organizaci¨®n social, de una sociedad pol¨ªtica. Triunfa lo p¨²blico frente a la expansi¨®n ego¨ªsta de lo privado y al individualismo descre¨ªdo e insolidario. Se reafirma el papel interventor y arbitral de la pol¨ªtica sobre los intereses particulares del mercado. Es el orden democr¨¢tico el que se refuerza frente a la desregulaci¨®n y la intervenci¨®n marginal de lo p¨²blico con que se nos ven¨ªa intoxicando desde hace m¨¢s de veinte a?os. ?Justamente lo que proclama la izquierda!
3. Profundizar la democracia como signo de la izquierda. El proyecto progresista necesita de la pol¨ªtica. "La izquierda s¨®lo puede ganar si hay un clima en el que las ideas jueguen un papel importante y hay un alto nivel de exigencias que se dirigen a la pol¨ªtica", dec¨ªa Daniel Innerarity en un art¨ªculo reciente. Antes, en 1990 Ronald Inglehart utiliz¨® la expresi¨®n "postmaterial" para definir los valores que marcan las tendencias del cambio cultural de las sociedades industriales avanzadas. La primera Legislatura de Zapatero fue paradigm¨¢tica de esos perfiles. La lucha por la igualdad de g¨¦nero, las libertades c¨ªvicas y personales, la extensi¨®n de Derechos a inmigrantes, emigrantes, mayores, etc., el matrimonio homosexual, el fortalecimiento de la autonom¨ªa individual, la diversidad cultural, la paz, el 0,7, el medio ambiente, configuran un universo de valores que refuerzan el valor de la democracia y sus poderes transformadores, al tiempo que aumenta la base social de clases medias para una pol¨ªtica de izquierdas "postmaterialista".
4. La igualdad como estrella polar. Recogiendo de Bobbio esa expresi¨®n para definir a la izquierda, necesitamos concretarla en una sociedad en la que han cambiado sus aplicaciones. ?La igualdad es la condici¨®n de la libertad? Quiz¨¢s sea exagerado afirmar esto. Pero la libertad a la que aspiramos los progresistas se consigue promoviendo la igualdad, y eso significa tres cosas: la protecci¨®n de los desiguales a trav¨¦s de instrumentos de discriminaci¨®n positiva; el establecimiento de pol¨ªticas igualitarias en materia de derechos b¨¢sicos de los ciudadanos (educaci¨®n, sanidad, dependencia, Seguridad Social, etc.) y la capacitaci¨®n individual de los ciudadanos para acceder a la vida en igualdad.
5. M¨¢s Estado y mejor mercado. ?D¨®nde queda aquella afirmaci¨®n ideol¨®gica de los ochenta "El Estado es el problema, no la soluci¨®n", cuando es el Estado el que asegura los dep¨®sitos de los ahorradores, inyecta liquidez para que haya cr¨¦ditos y circulante, nacionaliza bancos, aseguradoras y/o compa?¨ªas de autom¨®viles, estimula la demanda con pol¨ªticas de inversi¨®n p¨²blica neokeynesianas, etc.?
Los socialistas no pretendemos estatalizar la econom¨ªa, pero de esta formidable intervenci¨®n p¨²blica y de las ense?anzas obtenidas con la crisis, se derivar¨¢ -lo quieran o no las fuerzas conservadoras- una nueva ecuaci¨®n entre Estado y Mercado. No hay alternativa al Mercado, a la libertad econ¨®mica, al emprendimiento, al beneficio que anima a la inversi¨®n. Pero nuevas reglas y organismos p¨²blicos, m¨¢s control y supervisi¨®n, m¨¢s coordinaci¨®n internacional, algunos l¨ªmites y m¨¢s exigencias p¨²blicas configurar¨¢n una econom¨ªa de mercado al servicio de la sociedad y no una sociedad de mercado en la que la mano invisible pero ciega y asocial pretenda imponernos las reglas de la competencia feroz y el s¨¢lvese quien pueda.
6. M¨¢s responsabilidad de todos y para todo. La crisis ha puesto de manifiesto enormes irresponsabilidades, individuales y colectivas. No me refiero s¨®lo a los defraudadores financieros, a los gestores de Hedge funds, a las primas t¨®xicas y a los incentivos objetivamente causantes de los desastres, a los ejecutivos blindados y multimillonarios, a las agencias de rating,... No, es que la irresponsabilidad ha estado en el eje de la crisis, en el n¨²cleo del negocio financiero y en demasiados responsables p¨²blicos.
La derivada ser¨¢ una fuerte corriente cultural de exigencia ¨¦tica y social hacia las empresas. Las empresas impactan m¨¢s cada d¨ªa en nuestra sociedad, en nuestros marcos sociolaborales, en nuestro medio ambiente, en nuestra realidad econ¨®mica. Las empresas son demasiado importantes como para que la izquierda las desprecie como agente social. Caminamos hacia una empresa m¨¢s integrada en la sociedad, m¨¢s conciliada con sus stakeholders (grupos de inter¨¦s), m¨¢s necesitada de empat¨ªa social y todo eso transformar¨¢ sus relaciones con a pol¨ªtica. La izquierda debe abanderar esa renovaci¨®n conceptual de las empresas en el Siglo XXI para hacerlas sostenibles y responsables socialmente.
7. Los problemas globales, reclaman respuestas globales. Seguimos elaborando nuestras propuestas en los estrechos l¨ªmites del Estado-Naci¨®n. Todos los problemas a los que se enfrenta la pol¨ªtica -y no digamos la izquierda- tienen dimensi¨®n supranacional. La inmigraci¨®n es un fen¨®meno planetario, aunque las pateras nos confundan. El cambio clim¨¢tico afecta a la humanidad y a sus futuras generaciones. La construcci¨®n de un modelo financiero que opera en el mundo entero de manera instant¨¢nea requiere reglas comunes y organismos internacionales dotados de fuerza interventora que s¨®lo el G-20 podr¨¢ acordar. La seguridad energ¨¦tica, el combate al terrorismo internacional y al crimen organizado, los acuerdos comerciales de DOHA, la cooperaci¨®n internacional contra el hambre...Todo es global. La izquierda debe hacer dejaci¨®n de posiciones nacionales en estos grandes temas que configuran su ideario, y debe proponer en todo el mundo una agenda progresista para todos ellos.
8. Sobran nacionalismos. A lo largo del Siglo XIX los nacionalismos de muy diferente signo armaron la idea nacional, fueron la argamasa del Estado-Naci¨®n. Cumplieron su papel en la historia, con ¨¦xito muchas veces y con excesos lamentables otras. Pero hoy son un lastre para resolver los problemas. La visi¨®n local s¨®lo es necesaria desde la perspectiva de la subsidiariedad, pero enarbolada como marco ¨²nico de actuaci¨®n pol¨ªtica, nos conduce a la melancol¨ªa y al fracaso. Hay que ceder soberan¨ªas para acordar pol¨ªticas comunes. Hay que crear espacios regionales supranacionales como nuevos agentes pol¨ªticos geoestrat¨¦gicos. Hay que construir una cultura cosmopolita frente al papanatismo y al chauvinismo nacionalistas. Y esos son signos de una izquierda moderna y transnacional.
Son s¨®lo enunciados de una agenda pendiente que hay que enriquecer entre todos. Pero, en el eterno debate de la renovaci¨®n de la izquierda, ya es hora de pasar de las musas al teatro, es decir, del diagn¨®stico a las respuestas.
Ram¨®n J¨¢uregui es eurodiputado.
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