Keith Jarret exhibe genio y arrogancia
El tr¨ªo de Keith Jarrett pasa por ser la mejor formaci¨®n jazz¨ªstica de la actualidad. As¨ª lo proclaman los grandes popes de la especialidad y lo refrenda el p¨²blico. noche tras noche desde hace m¨¢s de veinticinco a?os.Al mismo tiempo el pianista arrastra la fama de ser el m¨¢s impertinente y arrogante del circuito. Ese punto tambi¨¦n suele comprobarlo su p¨²blico. noche tras noche. El martes en el Auditori barcelon¨¦s, en el marco del festival Grec, volvieron a confirmarse todas las expectativas: el tr¨ªo de Jarrett vol¨® alto, muy alto, y su l¨ªder volvi¨® a comportarse como el ni?o mimado, mani¨¢tico y engre¨ªdo que describen todas las cr¨®nicas.
En el abarrotado Auditori,antes de comenzar se viv¨ªa el clima de los grandes acontecimientos, la salida de los m¨²sicos fue recibida por una aut¨¦ntica ovaci¨®n de gala y cuando Jarrett puso sus manos sobre el teclado, muchos creyeron estar tocando el cielo. Y no era para menos. Hay algo de m¨¢gico tanto en el toque del pianista como en la perfecta conjunci¨®n de los tres m¨²sicos. Una magia que lo impregna todo. El tri¨¢ngulo de formado por Jarrett, el contrabajista Gary Peacok y el bater¨ªa Jack DeJohnette fue equil¨¢tero en su d¨ªa pero cada vez el ¨¢ngulo del pianista se abre m¨¢s dejando a sus dos colegas en segundo plano.
En especial a Peacock, eficaz como acompa?ante pero incapaz de asumir solos de enjundia, mientras DeJohnette se muestra siempre contenido, excesivamente contenido, dejando al oyente a la espera de una explosi¨®n que nunca llega. El tr¨ªo sigue explorando los recovecos ocultos de los viejos est¨¢ndares de la m¨²sica norteamericana y sigue encontrando pasajes poco transitados en los que sumergirse para sorpresa de propios y extra?os. Darle la vuelta a un est¨¢ndar y conseguir que suene como algo nuevo es una rara habilidad que Jarrett domina a la perfecci¨®n y, adem¨¢s, sabe hacerlo sin repetirse, como si cada vez fuera la primera. Una maravilla. Eso s¨ª: salpimentada con sus contorsiones ante el piano y sus gemidos a destiempo. Dos cosas que van con el paquete, si quieres la genialidad de Jarrett tienes que asumirlas como tienes que asumir su arrogancia y su desprecio por el p¨²blico. que ha pagado una entrada nada barata.
Esta vez lo que soliviant¨® al genio fue el clic de una m¨¢quina fotogr¨¢fica. alguna fotograf¨ªa (sin flash, por supuesto) realizada desde un extremo. Primero par¨® el concierto y la segunda vez , justo al finalizar, retir¨® con aspavientos m¨¢s propios de una caricatura del peor Woody Allen a sus m¨²sicos del escenario. Regres¨® y lo curioso es que despu¨¦s del enfado y del peque?o desplantepudiera sentarse ante el piano e interpretar como primer bis un Someday my prince will come incre¨ªble, probablemente lo mejor de la velada.
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