Un magistrado inc¨®modo
A lo largo de 22 a?os de carrera Garz¨®n ha tenido oportunidades para disgustar a demasiada gente
A lo largo de 22 a?os de carrera judicial, Baltasar Garz¨®n ha tenido oportunidades suficientes como para incomodar a demasiada gente. Desde luego, tiene entre sus potenciales enemigos a personalidades de los dos principales partidos pol¨ªticos, que un d¨ªa le abrazaron y al otro se sintieron perseguidos por ¨¦l. Ese tr¨¢nsito tan brusco del fr¨ªo al calor, y viceversa, suele deparar malas consecuencias.
Nunca fue un personaje discreto, nunca escurri¨® el bulto y siempre se las ingeni¨® (o se las ingeniaron otros) para que los temas candentes alcanzaran su despacho. La biograf¨ªa de Garz¨®n es tan extensa que apenas hay asuntos de calado que no hayan pasado por sus manos, desde los primeros golpes a un narcotr¨¢fico que trataba de convertir a algunas regiones de Espa?a en una forma de nueva Sicilia, al terrorismo puro y duro, pasando por el denominado terrorismo de Estado y sus derivados: el uso de fondos reservados. Por supuesto, no pod¨ªa dejar de lado la corrupci¨®n urban¨ªstica en todas sus formas. Garz¨®n lleg¨® a exportar su prestigio fuera de las fronteras nacionales con otros casos no menos llamativos, l¨¦ase por supuesto el de Pinochet, un intento de procesar a Berlusconi, y alg¨²n ramalazo de tono islamista pidiendo la detenci¨®n del propio Bin Laden.
Convertido Garz¨®n en un personaje parecido a un justiciero de alcance internacional, si acaso se le reprochaba que, entre sus v¨ªctimas, no hubiera nadie perteneciente al gremio de los grandes capitanes de empresa. No le toc¨® a Garz¨®n el caso Banesto, con Mario Conde a la cabeza, pero algunos creen que su agresividad mengu¨® en algunos asuntos turbios relacionados con las grandes instituciones bancarias del pa¨ªs, caso del BBVA y el Santander. Precisamente, de percibir una ayuda del Santander para financiarse un curso en Estados Unidos (que el Banco niega con vehemencia), viene uno de los asuntos que pueden acabar con su carrera.
Su trayectoria ha seguido su curso, siempre entre asuntos de notoriedad, como si su actividad fuera inagotable e imperecedera. Garz¨®n parec¨ªa destinado a seguir siendo Garz¨®n por los siglos de los siglos dado que fracasaban todos sus intentos de promocionarse a otras instancias m¨¢s elevadas dentro de la Audiencia Nacional, del Supremo o del Tribunal Internacional de la Haya. El Garz¨®n candidato no parec¨ªa contar con el necesario apoyo de sus compa?eros. En este punto, siempre hab¨ªa una coincidencia que operaba en su contra: a su derecha y a su izquierda se terminaba formando una mayor¨ªa que no le tragaba.
Dado su palmar¨¦s, podr¨ªa deducirse que a Garz¨®n le faltaba un personaje en su curr¨ªculo, un cromo para terminar la colecci¨®n. Despu¨¦s de hacerle un escrutinio a la Democracia y sus alcantarillas, faltaba una revisi¨®n del pasado. Ese personaje era Franco. Hab¨ªa saldado cuentas con mucha gente, pero nunca hab¨ªa tocado el territorio del Dictador aut¨®ctono. A cuenta de la ley de la Memoria Hist¨®rica, de sus imperfecciones y de las demandas desatendidas de los familiares de las v¨ªctimas de miles de fusilamientos, Garz¨®n quiso abrirle un sumario al franquismo. Como su insomnio y su car¨¢cter le permiten una capacidad de trabajo notable, abri¨® esta causa en tanto en cuanto pon¨ªa patas abajo al Partido Popular a cuenta del caso G¨¹rtel.
Garz¨®n ha vivido permanentemente acosado por los aliados de la parte afectada por sus sumarios. Conoce el gui¨®n. Se siente preparado para sentir la presi¨®n, como lo manifiesta en un libro (El mundo sin miedo, Plaza y Jan¨¦s, 2005) que recoge sus pensamientos e inquietudes, y ha sabido desenvolverse en los peores momentos con la eficacia de un equilibrista: siempre la otra parte sali¨® en su defensa.
Pero no es esa la sensaci¨®n que se ha tenido en los ¨²ltimos tiempos en la cerrada sociedad de la judicatura. Esta vez, se ha visto a demasiada gente convencida de que se acercaba el final. Son demasiados quienes piensan que Garz¨®n ya est¨¢ amortizado. Que ya no es necesario. No al menos para el poder pol¨ªtico. Todos han experimentado su inclemencia. De los escritos de Garz¨®n en su libro se deduce que es un hombre convencido de que ha venido al mundo a interpretar un papel y acepta el sacrificio que ello exige. El problema es si est¨¢ preparado para vivir un final que no ten¨ªa previsto.
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