Tenida blanca en Madrid
La masoner¨ªa liberal abre la puerta de una de sus logias a no masones
La tarde de un s¨¢bado de marzo llovizna en Madrid. Son las siete en punto. De distintos puntos de la ciudad acaban de converger hacia la zona de Nuevos Ministerios veinte personas de ambos sexos. Llegan en autob¨²s o en metro. Son profesionales liberales, empleados, amas de casa o funcionarios. En muchos de ellos un picor gozoso estimula su ¨¢nimo: van a cruzar el umbral de un espacio cuya puerta permanece discretamente entornada casi todo el a?o. Han sido convocadas por la Gran Logia Simb¨®lica de Espa?a. Van a asistir a lo que se denomina una tenida blanca, es decir, una reuni¨®n abierta a los no masones.
La edad media de los convocados frisa los 35 a?os, aproximadamente. Visten formal o informalmente gabardinas o trencas, en ambos casos de manera atildada pero sin particular distinci¨®n indumentaria. En la puerta de un inmueble de acceso retranqueado, junto a la calle de Raimundo Fern¨¢ndez Villaverde, un var¨®n barbado les pregunta amablemente qui¨¦n les ha invitado a la velada. Dan algunos nombres y el anfitri¨®n les orienta hacia un espacioso s¨®tano. Tras la puerta color crema, una mujer con un sobretodo naranja recibe al visitante con una sonrisa. Tras ella, una placa dorada de lat¨®n: Logia Roger Levedere. Es el nombre de un Gran Maestro mas¨®n, crucial en la historia mas¨®nica espa?ola, fallecido en 1998.
Un var¨®n de aspecto saludable, Francisco Javier, que luce una banda azul celeste en forma de V sobre su pecho y porta en su mano derecha el largo bast¨®n de madera de los Maestros de Ceremonias, acoge a los reci¨¦n llegados y los adentra al interior de una estancia rectangular: es la logia mas¨®nica, presidida por un estrado. Sobre ¨¦ste se encuentra una mesa alargada, rodeada de sillas, en la que reposa un delgado estoque de filo serpenteado. Se trata de la "espada flam¨ªgera" de los masones. El arma dialoga con espadines situados detr¨¢s de cada una de las sillas, tapizadas de terciopelo rojo, que en dos hileras forman una suerte de calle sobre un suelo ajedrezado que surca el centro de la estancia.
Por este pasillo van llegando asistentes. Por indicaci¨®n del director de ceremonial, se sientan en sendas butacas a ambos lados de la calle central. El techo muestra un cielo pintado de azul, tachonado de estrellas. Una gruesa maroma de buque, con 12 nudosos trenzados, decora la juntura del techo con los muros, donde proliferan otros s¨ªmbolos mas¨®nicos, como cartabones y compases. Hacia atr¨¢s, la mirada descubre ahora en la entrada dos columnas blancas, que muestran en sus fustes acanalados dos grandes iniciales, J y B; cada fuste se ve coronado por globos, uno universal, terr¨¢queo el otro. La mirada va descubriendo un escenario de s¨ªmbolos cargados de significado, desde el martillo que yace en el suelo, expresi¨®n del proceso de autoconstrucci¨®n personal que se verifica en el taller del templo, hasta el mazo o mallete del presidente, signo de autoridad racional, que reposa sobre el centro de la mesa del estrado. Todo ello se encuentra bajo la mirada de un gran ojo divinal adentrado en un tri¨¢ngulo signado con letras en hebreo con el nombre de Yahv¨¦ que, desde el v¨¦rtice central del templo, dialoga con el Sol, la luna y las crucetas de las espadas.
S¨²bitamente, el Maestro de ceremonias golpea con su bast¨®n el suelo y anuncia la llegada de cinco maestros masones, con ternos grises, ataviados con sendas bandas sobre su pecho y las manos enfundadas en guantes blancos bordados con soles radiantes. Los asistentes se han puesto en pie: los cinco maestros penetran al templo mas¨®nico y se acomodan en el estrado. El Gran Maestro ocupa el lugar central: es un var¨®n en la cincuentena, barbado y atildado. Se llama Fernando Yzaguirre. Es soci¨®logo. Tras una c¨¢lida salutaci¨®n a los invitados, presenta al conferenciante que dirigir¨¢ la palabra a los reunidos, masones e invitados no masones: se trata de Joan Francesc Pont, catedr¨¢tico de Hacienda de la Universidad de Barcelona, con un enjundioso curr¨ªculum acad¨¦mico y profesional que Yzaguirre lee. Pont posee el grado m¨¢s alto, el 33, de la francmasoner¨ªa filos¨®fica espa?ola. Resulta novedosa en esta logia la proliferaci¨®n de mujeres que, hasta no hace mucho, quedaban excluidas de la masoner¨ªa. Una de ellas, Teresa, luce sobre el pecho la banda azul celeste de los grados mas¨®nicos. Los asistentes han sido invitados a lo que se denomina una Tenida blanca, es decir, una reuni¨®n abierta a los no masones, donde el Gran Maestro invitado, Comendador del Consejo Supremo Mas¨®nico, va a dirigir la palabra a los reunidos, treinta personas de ambos sexos, un tercio de ellos y ellas masones, que concentran sus miradas sobre el estrado. Joan Francesc Pont se ha sentado tras su recepci¨®n por el Gran Maestro y una introducci¨®n del Hermano Orador, que ocupa el extremo derecho de la mesa. Javier y Roberto ocupan sendos sitiales el extremo opuesto de la logia.
Pont tiene la soltura docente que otorga la c¨¢tedra. Su discurso hace fluir un relato ameno. Con prosa sustantiva, sin apenas adjetivos, refiere a los asistentes de manera muy descriptiva la ecuaci¨®n entre Ciencia y Virtud que, seg¨²n asegura, preside y ha de presidir la trayectoria de la Masoner¨ªa. Invoca al cient¨ªfico ingl¨¦s Isaac Newton y recuerda que de su c¨ªrculo de ¨ªntimos surgi¨® en Inglaterra la Masoner¨ªa en los albores del Siglo de las Luces. Invoca asimismo al cient¨ªfico espa?ol santiago Ram¨®n y Cajal, librepensador igualmente.
Las palabras del conferenciante categorizan en tres las dimensiones del quehacer mas¨®nico: Fe, Lealtad y Amor, enuncia. Esta tercera categor¨ªa ha dejado de ser patrimonio ¨²nico de confesiones religiosas para pasar tambi¨¦n al acerbo de los laicos comprometidos con el laicismo, en cuya vanguardia figuran los masones. La confianza en uno mismo y en el g¨¦nero humano -la fe-, as¨ª como la disposici¨®n de mujeres y hombres para afrontar el combate por el conocimiento, seg¨²n reitera el Comendador del Consejo Supremo Mas¨®nico, casa con la lealtad y con el amor a la humanidad, objetivos sociales y pol¨ªticos por excelencia. Sobre esta tr¨ªada fundamenta la tolerancia, actitud benevolente ante uno mismo y ante los dem¨¢s que ha permitido a la especie humana "ni m¨¢s ni menos que sobrevivir", en palabras de Pont.
Una referencia a la actualidad vivida en el norte de ?frica sit¨²a su relato en la actualidad m¨¢s palpitante: "Durante a?os, desde aqu¨ª, atribuimos el drama de la derrota de la democracia al desd¨¦n de los pa¨ªses europeos hacia Espa?a. Hoy, en ?frica, se est¨¢ luchando por lo mismo que se luch¨® en Espa?a durante la Transici¨®n". Y el ponente se pregunta: "?Vamos a dejarles solos?". M¨¢s adelante, sus palabras enumeran algunas de las m¨¢s pintorescas -y tremendas- acusaciones, que la masoner¨ªa ha sufrido a lo largo de su historia. Con sentido com¨²n y desenvoltura, Pont destaca "lo absurdo de tales ataques". Tras apelar a la ciudadan¨ªa, la democraticidad y la fuerza humana que reside en la raz¨®n, el conferenciante mas¨®n concluye: sin la comprensi¨®n mutua y sin el di¨¢logo, sin la racionalidad como m¨¦todo para situarse en el lugar de los otros, la ¨²nica alternativa que quedar¨ªa al g¨¦nero humano habr¨ªa sido la aniquilaci¨®n.
La velada llega a su fin. Los asistentes formulan algunas preguntas, que Pont y el Gran Maestro anfitri¨®n de la logia Arte Real, que as¨ª se llama este ¨¢mbito mas¨®nico madrile?o, responden con afabilidad. Resulta grato saber que en las madrile?as tardes de lluvia, f¨²tbol y televisi¨®n, personas normales, que se dicen comprometidas con el conocimiento y en busca de la virtud, dedican parte de su mejor tiempo a veladas protagonizadas por la palabra, sustancia misma de aquello que llamamos libertad y que permite, a cada cual, optar por autoconstruirse con la ayuda de los dem¨¢s. La meta, afirman los masones, no es otra que la de edificar un mundo de ciudadanos y ciudadanas libres, cuyas ¨²nicas armas son las que a todos brindan la raz¨®n y la benevolencia.
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