La infancia, unas medallitas y aquella deuda postergada
Para unos fue por la ausencia de noticias relevantes. Para otros, por la madurez pol¨ªtica de la sociedad argentina. Quiz¨¢s, por ambas cosas. Lo cierto es que la noticia se multiplic¨® en todos los medios de comunicaci¨®n y dio origen a diversas cadenas de indignaci¨®n y espanto: un conjunto de ni?os y ni?as de un jard¨ªn de infantes llamado El Abuelito, situado en la periferia de Buenos Aires, hab¨ªa sido humillado.
El detonante fue un v¨ªdeo casero colgado en Youtube y grabado con un m¨®vil por el padre de uno de los ni?os agredidos. En ¨¦l se registran escenas de un acto escolar de fin de a?o, donde la directora de la escuela anuncia que a los ni?os y ni?as cuyos padres no hubieran pagado la cuota del mes de noviembre no les har¨ªan entrega de las carpetas con los trabajos realizados ni los diplomas de final de curso. El v¨ªdeo muestra los peque?os subiendo al precario escenario a recibir sus trabajos, el diploma y una medallita recordatoria. Al bajar, los ¡°deudores¡± son interceptados por una profesora que se los quita, mientras la directora advierte que con las cuotas de los padres se pagan los salarios de las docentes. Las im¨¢genes de una maestra retirando la medallita del cuello de una ni?a y el llanto desconsolado de un peque?o que ha perdido su diploma, recorrieron el pa¨ªs.
La ira y el clamor se multiplicaron en pocas horas, tomando estado p¨²blico y gener¨¢ndose una ola de apoyo a los padres y de saludable condena a la escuela.
Horas m¨¢s tarde, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y la flamante Ministra de Educaci¨®n, Silvina Gvirtz, entregar¨ªan a los damnificados, frente a un enjambre de c¨¢maras de televisi¨®n, sus medallitas confiscadas y sus diplomas negados. Los rostros incr¨¦dulos y sorprendidos de los ni?os era la marca m¨¢s visible de un cuadro que oscilaba entre la angustia y la dignidad, algo que, por cierto, refleja muchas veces la idiosincrasia de la pol¨ªtica argentina.
La dimensi¨®n positiva de la historia podr¨ªa resumirse en la r¨¢pida y oportuna reacci¨®n de las autoridades que, embanderados bajo el lema, ¡°a los ni?os no se los humilla¡±, intervino en la materia, realizando las denuncias del caso y enfatizando que la educaci¨®n es un bien p¨²blico, destinado a crear y difundir valores democr¨¢ticos, algo que lo ocurrido contradec¨ªa de forma grotesca. La nueva Ministra de Educaci¨®n, una muy destacada intelectual argentina, no pudo ocultar su perplejidad ante el hecho de que un establecimiento sin ning¨²n tipo de permiso oficial funcionara como jard¨ªn de infantes en condiciones visiblemente precarias y atendiendo a una poblaci¨®n visiblemente pobre. ¡°Ser¨¢n tomadas medidas¡±, afirm¨® y prometi¨® que, en breve, los vecinos de la comunidad tendr¨ªan una escuela p¨²blica donde mandar a sus hijos.
Lo tr¨¢gico y lo heroico suelen hermanarse en el camino de la pol¨ªtica, especialmente, cuando las deudas sociales son tan inmensas como las que se acumulan en un pa¨ªs que, hace apenas una d¨¦cada, estaba al borde del abismo.
>Puede ser que por eso, el hecho que m¨¢s deber¨ªa llamar la atenci¨®n en esta historia, siquiera fue mencionado en buena parte de las cr¨®nicas y discursos sobre el caso. ?Por qu¨¦ raz¨®n un conjunto de padres dejan de pagar una cuota mensual de cien pesos argentinos, o sea, un poco menos de dieciocho euros, en el jard¨ªn de infantes que cuida a sus hijos buena parte del d¨ªa? O, dicho de otra forma, ?por qu¨¦ esos padres, que desean para sus hijos un futuro de felicidad y de bienestar, deciden pagar (o no pagar) la cuota de una escuela infantil que, a¨²n siendo m¨ªnima, constituye un valor que supera sus condiciones financieras?
Los que sostienen que la sociedad argentina ha mejorado en su calidad democr¨¢tica quiz¨¢s tengan raz¨®n al afirmar que, al menos, en esta oportunidad, la clase pol¨ªtica y los medios de comunicaci¨®n no defendieron a la escuela sino a los ni?os y ni?as humillados por la violencia que los hizo rehenes de la deuda de sus padres. Sin embargo, y m¨¢s all¨¢ de las declaraciones de principios, que nunca sobran, un tema parece imponerse: ?qu¨¦ hace que un galp¨®n, de apariencia decadente, sin cualquier tipo de licencia o autorizaci¨®n oficial, se transforme en una ¡°escuela¡± donde decenas de padres y madres conf¨ªan cotidianamente sus ni?os y ni?as con menos de cinco a?os de edad? ?Qu¨¦ razones explican que una madre presuma que aquello que m¨¢s ama en el mundo podr¨¢ ser bien cuidado en un establecimiento que no posee siquiera las condiciones de infraestructura y humanas para atender a un ni?o? ?Por qu¨¦ esas mujeres que tanto protegen a sus hijos los mandan a esas escuelas clandestinas, mugrientas, agresivas, insensibles y abandonadas, que ni habilitaci¨®n como supermercados tienen?
La respuesta es tan simple, pat¨¦tica y heroica como nuestra historia: porque no hay otras.
Una deuda postergada
Durante los ¨²ltimos a?os, los niveles de pobreza en algunos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina han disminuido de forma progresiva. Producto en buena medida de los efectos redistributivos de las pol¨ªticas progresistas que siguieron a los duros a?os neoliberales, este hecho no puede ofuscar dos tendencias que a¨²n se mantienen inalteradas en toda la regi¨®n: las altas tasas de desigualdad y los efectos injustos de una pobreza cuyas consecuencias de exclusi¨®n y marginalidad son vividas con mucho mayor intensidad por los ni?os, las ni?as y los j¨®venes. Los avances en materia de pol¨ªtica social durante los ¨²ltimos a?os han sido considerables. Sin embargo, aunque la pobreza y la desigualdad atacan a todos los estratos generacionales, sus efectos en la infancia pueden tener consecuencias devastadoras, limitando algunas de las conquistas sociales m¨¢s recientes.
Toda forma de pobreza y, en particular, toda forma de reproducci¨®n de las desigualdades, posee un efecto regresivo en materia democr¨¢tica. Entre tanto, la pobreza infantil y las desigualdades generadas por la exclusi¨®n y la privaci¨®n m¨¢s elemental de las condiciones de vida entre los sectores m¨¢s j¨®venes de la poblaci¨®n, generan no s¨®lo la violaci¨®n de derechos humanos fundamentales, sino tambi¨¦n, hipotecan las oportunidades de desarrollo y bienestar de una comunidad. La carencia o la negaci¨®n de derechos a los ni?os y ni?as no s¨®lo es condenable en s¨ª misma, sino tambi¨¦n porque ella constituye una deuda de muy compleja resoluci¨®n o atenci¨®n con el pasar de los a?os.
Las deudas con la infancia en Latinoam¨¦rica son de larga data y acumulan un d¨¦ficit de necesidades desatendidas que no se resuelven s¨®lo con declaraciones de buena voluntad ni, mucho menos, con olas de indignaci¨®n pasajeras que ganan fuerza cuando la humillaci¨®n de la infancia toma estado p¨²blico.
Promediando la primera d¨¦cada del presente siglo, la mitad de los ni?os y ni?as latinoamericanos (m¨¢s de 80 millones) se encontraba por debajo de la l¨ªnea de la pobreza. Entre ellos, algo m¨¢s de 22 millones, estaban en una situaci¨®n de pobreza extrema. Las diferencias dentro de la regi¨®n son, como siempre, muy altas y, dentro de un mismo pa¨ªs, las disparidades impiden generalizaciones muy amplias. Sin embargo, el tema est¨¢ lejos de haber sido superado.
Una de las evidencias de esta situaci¨®n de pobreza estructural es la dificultad de acceso de los ni?os y ni?as con menos de cinco a?os a la escuela. Las ventajas de la educaci¨®n en la primera infancia est¨¢n largamente comprobadas y ser¨¢n motivo de otra cr¨®nica. Lo que corresponde reconocer aqu¨ª es que, m¨¢s all¨¢ de cualquier ponderaci¨®n psicosocial o pedag¨®gica, resulta evidente que las oportunidades educativas, como todas las oportunidades sociales, suelen ganar fuerza de manera acumulativa y que la p¨¦rdida de una oportunidad (o de un conjunto de oportunidades) dif¨ªcilmente se compensa con el pasar del tiempo o se recupera una vez que los gobiernos despiertan del letargo que adormece su responsabilidad ciudadana. Oportunidades perdidas en la primera infancia son eso: oportunidades perdidas, las cuales muy pocas veces o nunca se recuperan. As¨ª las cosas, la negaci¨®n de la educaci¨®n a las ni?as y ni?os m¨¢s peque?os constituye un delito por partida doble: se les niega a ellos el derecho a una infancia digna y, adem¨¢s, se les niegan las condiciones a una vida adulta donde las oportunidades puedan ser aprovechadas de forma igualitaria y justa.
El acceso a la escuela desde los primeros a?os de vida est¨¢ negado a buena parte de los ni?os y ni?as de Am¨¦rica Latina y el Caribe. Los datos oficiales muestran una correlaci¨®n directa entre el retraso de acceso a la escolaridad y la pobreza de la poblaci¨®n. Al rev¨¦s de c¨®mo deber¨ªa ocurrir, aunque por razones evidentes, los ni?os y ni?as de familias con mayores recursos y mejores condiciones de vida, entran primero a la escuela y los que provienen de familias m¨¢s pobres lo hacen m¨¢s tarde o no lo hacen nunca. Las disparidades entre los pobres suelen seguir aqu¨ª los patrones habituales: la poblaci¨®n rural sufre m¨¢s la discriminaci¨®n del acceso a la educaci¨®n infantil, al igual que los peque?os de las familias ind¨ªgenas o afrodescendientes.
En Am¨¦rica Latina, la primera educaci¨®n que reciben los m¨¢s pobres es que, justamente por ser pobres, indios, campesinos, negros, por ser hijos del pueblo, ser¨¢n sistem¨¢ticamente discriminados, negados de sus derechos y hasta expropiados, cuando las tengan, de sus medallitas de final de curso.
Las cifras son elocuentes. Aunque los niveles de escolaridad a partir de los seis a?os son casi universales en gran parte de los pa¨ªses de la regi¨®n, s¨®lo 67% de los ni?os y ni?as m¨¢s pobres con cinco a?os de edad asiste a un establecimiento de educaci¨®n infantil. Entre los peque?os de las familias con mayores recursos, el acceso es casi total.
Un dato revela la perversidad del abandono que vive la infancia en esta regi¨®n: cuanto m¨¢s pobres son los pa¨ªses, m¨¢s d¨¦biles son los sistemas p¨²blicos de protecci¨®n y atenci¨®n a los m¨¢s peque?os, siendo la educaci¨®n infantil una dram¨¢tica evidencia de esta desidia. En los pa¨ªses menos desarrollados, como El Salvador, Nicaragua, Honduras, Rep¨²blica Dominicana y Guatemala, s¨®lo el 40% de los ni?os y ni?as con cinco a?os que asiste a una escuela, lo hace en un centro p¨²blico. En Hait¨ª no se poseen datos oficiales al respecto, aunque nada hace suponer que, en el pa¨ªs de las Am¨¦ricas que m¨¢s privatizado tiene su sistema escolar, los m¨¢s peque?os tengan acceso a un centro educativo antes de cumplir seis a?os (o despu¨¦s).
En muchas naciones de Latinoam¨¦rica se produce el curioso hecho de que los pobres, cuando aspiran a mandar a sus hijos a la educaci¨®n infantil o, en el otro extremo, a la universidad, s¨®lo pueden hacerlo si pagan por ello. Los dos m¨¢rgenes del sistema escolar se encuentran casi totalmente privatizados, poniendo en evidencia que las oportunidades educativas se distribuyen en la regi¨®n de forma tan injusta como la riqueza.
Lo interesante de la historia relatada, es que ocurri¨® en Argentina, uno de los pa¨ªses menos desiguales del continente y con uno de los sistemas educativos m¨¢s democr¨¢ticos. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ del triunfalismo que podr¨ªa generar un certamen de inequidades regionales, el caso argentino muestra tambi¨¦n la complejidad del referido abandono y el tama?o de la deuda social acumulada. En efecto, el Jard¨ªn de Infantes El Abuelito, se encuentra en La Matanza, una regi¨®n inmensa de la Provincia de Buenos Aires, de nombre poco amigable, con una gran historia de luchas populares y muchos pobres. Se trata del distrito m¨¢s poblado de la provincia, con casi 1.800.000 habitantes. All¨ª existen 297 establecimientos de educaci¨®n infantil, de los cuales, 143 son p¨²blicos y 154 privados. Si consideramos que el El Abuelito no ten¨ªa habilitaci¨®n escolar, el n¨²mero de establecimientos privados debe ser, claro, bastante m¨¢s alto. La justa aspiraci¨®n a que en la Provincia de Buenos Aires ning¨²n ni?o sea humillado, no puede soslayar esta herencia.
Aqu¨ª, en el Sur del planeta, las vacaciones escolares comienzan. Algunos, tendr¨¢n derecho a disfrutarlas merecidamente. Otros, continuar¨¢n so?ando con aquello que les corresponde y a¨²n les niegan. Mientras el calor arrasa la tierra, el llanto de una ni?a que ha perdido su medallita resuena en el coraz¨®n partido de una sociedad que aspira a revertir su historia.
(Desde Buenos Aires)
Lectura recomendada
SITEAL. Primera infancia en Am¨¦rica Latina: la situaci¨®n actual y las respuestas desde el Estado. Informe de tendencias sociales y educativas en Am¨¦rica Latina, 2009. IIPE/UNESCO ¨C OEI, Buenos Aires / Madrid, 2009. http://www.siteal.iipe-oei.org/informe/228/informe-2009
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