Estado de bienestar o fractura social
Azuzados por partidos conservadores y medios al servicio de poderes econ¨®micos, cada m¨¢s ciudadanos cuestionan la solidaridad
Desde la segunda guerra mundial en Europa se ha tejido un modelo social espec¨ªfico, definido a trav¨¦s de un gran pacto, que permiti¨® a la clase trabajadora aceptar las reglas del mercado a cambio de un papel importante del Estado en la regulaci¨®n de la econom¨ªa y en la provisi¨®n de servicios p¨²blicos b¨¢sicos. Sobre estos principios se construy¨® el modelo social europeo, asentado en la solidaridad de ricos con pobres, de j¨®venes con ancianos, de unas generaciones con otras.
Con el reciente predominio neoliberal, valores esenciales para el pensamiento socialdem¨®crata como el de la solidaridad est¨¢n siendo sistem¨¢ticamente cuestionados. Un n¨²mero mayor de ciudadanos auto-identificados como clases medias, azuzados por partidos conservadores y ciertos medios al servicio de los poderes econ¨®micos, se ha vuelto esc¨¦ptico de las formas actuales de solidaridad p¨²blica, como son los mecanismos de redistribuci¨®n del Estado de bienestar. Estos ciudadanos se ven como los paganinis de esos servicios, que a menudo no utilizan, cuyos abusos deploran y de cuya necesidad no se sienten responsables. Lo anterior se traduce en crecientes apelaciones a limitar los servicios p¨²blicos universales y reducir las burocracias que los gestionan. El resultado: demandas de reducciones de impuestos, que colocan a los Gobiernos en una dif¨ªcil encrucijada para el mantenimiento del Estado del bienestar.
En una sociedad justa y solidaria los impuestos deben ser progresivos, de forma que los que m¨¢s tienen, m¨¢s aporten. Si el sistema funcionara bien, los m¨¢s opulentos estar¨ªan financiando en gran medida el Estado del bienestar, pero esto no es lo que ocurre en muchos pa¨ªses. Como se ha visto con el hachazo fiscal de Rajoy, los sistemas tributarios castigan especialmente a las rentas del trabajo, al ser las n¨®minas un instrumento c¨®modo de control para los Gobiernos. Algo va mal en sociedades donde los ricos, cada vez m¨¢s ricos, pagan menos que los asalariados. El propio Warren Buffet ha reconocido que paga menos impuestos que su secretaria, mientras en pa¨ªses como Alemania y Francia ricos solidarios reclaman unos sistemas fiscales m¨¢s justos. En Espa?a, en cambio, nuestros supermillonarios no se han sumado a esta llamada.
Algunos millonarios de otros pa¨ªses piden una fiscalidad m¨¢s justa. Los nuestros no se suman
Las razones detr¨¢s de estas tendencias son variadas. Junto a justificaciones de abusos y problemas de eficiencia p¨²blica, se esconde la consolidaci¨®n del individualismo y consumismo imperante. Tres d¨¦cadas de machacona ideolog¨ªa neoliberal encapsulada por Margaret Thatcher en su famosa afirmaci¨®n: "La sociedad no existe, solo los individuos", ayudan mucho a entender lo que pasa. El debilitamiento de la identidad comunitaria en sociedades cada vez m¨¢s heterog¨¦neas est¨¢ socavando las condiciones sociol¨®gicas para la solidaridad colectiva e individual.
Aunque las causas sean conocidas, no deja de sorprender la enorme miop¨ªa y pobre comprensi¨®n de las implicaciones que conlleva el desmantelamiento de los servicios p¨²blicos para las mismas clases sociales que lo reclaman. El aclamado Tony Judt lo expresa magistralmente: "Gracias a medio siglo de prosperidad y estabilidad, en Occidente hemos olvidado el trauma social y pol¨ªtico que representa la inseguridad econ¨®mica de las masas, y en consecuencia no recordamos las razones que llevaron en primer t¨¦rmino a la creaci¨®n de los Estados del bienestar de los que hoy disfrutamos" (Judt: Reappraisals: reflections on the forgotten 20th century).
He ah¨ª la gran paradoja de nuestro tiempo: el ¨¦xito de los Estados del bienestar de econom¨ªa mixta radica en haber logrado estabilidad e integraci¨®n social, desarmando las ideas m¨¢s extremistas y violentas; pero al mismo tiempo, ha llevado a generaciones posteriores a dar por sentada esa misma estabilidad y moderaci¨®n ideol¨®gica, y en consecuencia a demandar la eliminaci¨®n de los "impedimentos y molestias" asociados con los bienes colectivos: impuestos, subsidios, regulaciones, etc. A base de repetirlo incesantemente, el sector p¨²blico se asocia con lentitud, burocracia y, en general, con menor dinamismo econ¨®mico. Es bastante discutible que una buena regulaci¨®n econ¨®mica o los servicios p¨²blicos universales sean obst¨¢culos para el crecimiento y la eficiencia econ¨®mica; numerosos ejemplos lo desmienten. Ahora bien, como afirma Judt, "lo verdaderamente sorprendente es la medida de nuestra incapacidad para ni siquiera concebir la pol¨ªtica m¨¢s all¨¢ de un estrecho economicismo. Hemos olvidado completamente c¨®mo pensar y reflexionar pol¨ªticamente".
Preservar el Estado del bienestar exige m¨¢s eficiencia y denunciar cualquier fraude?
Pese a todo, los ejemplos escandinavos demuestran que una mayor¨ªa de ciudadanos pueden aceptar impuestos elevados a cambio de obtener unos servicios p¨²blicos de calidad, acompa?ados de claras limitaciones y penalizaciones a su abuso. Pues muchas personas entienden que si los mecanismos de solidaridad colectiva se resquebrajan, el resultado final ser¨¢ el incremento enorme de la desigualdad, y a medio plazo exclusi¨®n y fractura social con todas sus consecuencias. No hay que enga?arse, el auge del individualismo, el debilitamiento de la cohesi¨®n y el aumento del populismo y xenofobia son todas caras de la misma moneda.
Sobre estas bases, los partidos socialdem¨®cratas van a tener que adaptar sus ideas para definir mejor los l¨ªmites a la responsabilidad del Estado y del ciudadano en el mantenimiento de los bienes colectivos. La preservaci¨®n del Estado del bienestar pasa inevitablemente por un reforzamiento de los principios de solidaridad y cohesi¨®n social, pero acompa?ado de esfuerzos igual de vigorosos para mejorar la eficiencia, minimizar los gastos sociales no redistributivos, eliminar todo despilfarro y denunciar cualquier fraude; as¨ª como mayores niveles de exigencia de responsabilidad individual y de reconocimiento de la contribuci¨®n de cada persona.
?Manuel de la Rocha V¨¢zquez es miembro de la Fundaci¨®n Alternativas
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