El mito de Lula y el antimito de Dilma
La presidenta de Brasil pretende convertir en realidad lo que su predecesor vendi¨® al mundo
Brasil est¨¢ cambiando, a mejor, gracias a una ant¨ªtesis: el mito de Lula frente al antimito de Dilma. Son dos caras de una misma moneda, ambos responsables del salto dado por Brasil hasta convertirse en la sexta potencia econ¨®mica del mundo. El mito de Lula, creado a trav¨¦s de sus m¨¦ritos de genio de la pol¨ªtica y de su biograf¨ªa de ni?o pobre del norte que huy¨® con su familia a la rica S?o Paulo en busca de trabajo; y que de limpiabotas y vendedor ambulante, sin poder estudiar, pas¨® a fundador del mayor partido de izquierdas de Am¨¦rica Latina y sindicalista de hierro, se nutre de superlativos. El antimito de Dilma est¨¢ m¨¢s bien basado en los diminutivos.
El mito de Lula qued¨® consagrado por Obama, cuando calific¨® al l¨ªder brasile?o en la cumbre de su gloria de ¡°pol¨ªtico del mundo¡±. Su mito vendi¨® al mundo no s¨®lo las posibilidades a¨²n en ciernes de un Brasil con mil sombras y lagunas, sino del pa¨ªs ideal donde todo, hasta la sanidad p¨²blica ¡°hab¨ªa alcanzado la perfecci¨®n¡±. A Lula le bastaba decir, fuera y dentro del pa¨ªs, que en Brasil ya no hab¨ªa pobres, que Europa ten¨ªa que aprender de aqu¨ª, o que se hab¨ªan construido millones de casas populares, para que sus palabras se transformaran en la realidad percibida, porque los mitos no se equivocan ni son discutidos. Pero Lula tambi¨¦n cre¨® realidades muy concretas, como la llegada a la clase media de 30 millones de pobres. El mantenimiento de la pol¨ªtica econ¨®mica liberal de su antecesor Cardoso, fue imprescindible para devolver a Brasil su orgullo nacional perdido y proyectar el pa¨ªs a nivel planetario haci¨¦ndolo objeto de deseo de los empresarios de medio mundo.
?Y el antimito de Dilma? Curiosamente a ¨¦sta la llev¨® al poder Lula con la fuerza de su popularidad y la promesa de que ella continuar¨ªa el mito de un Brasil ya perfecto. Dilma, sin embargo, ya en su primer a?o de gobierno se ha revelado como un verdadero antimito. Su fuerza es la ausencia de hip¨¦rboles; su eficacia, la fuerza de sus gestos simb¨®licos. Lula gritaba, Dilma susurra o grita s¨®lo en privado a los ministros que no ofrecen resultados en su gesti¨®n. Habla poco, no le gusta aparecer. Trabaja en el palacio presidencial todo el d¨ªa. Sale s¨®lo lo indispensable y, en general, de mala gana.
Dilma se ha granjeado el consenso de la clase media que no la hab¨ªa votado
?C¨®mo se explica que en un pa¨ªs acostumbrado al mito de Lula que lo ocupaba todo con la fuerza de su carisma, la discreta Dilma le haya superado ¡ªy ampliamente¡ª en consenso popular tras un a?o en el Gobierno y apareciendo justamente como un antimito? Aunque es a¨²n pronto para responder a esa pregunta, algunas respuestas empiezan sin embargo a perge?arse. A los brasile?os les est¨¢ agradando el car¨¢cter simb¨®lico y antih¨¦roe de Dilma que ha usado muy poco su biograf¨ªa de ex guerrillera, de ex presa y ex torturada durante la dictadura militar, y que es capaz de no negar lo que a Brasil le falta a¨²n para ser de verdad un gigante americano.
Ante la sociedad y sobretodo en privado, ante sus ministros y altos funcionarios, Dilma se irrita con lo que en Brasil a¨²n no funciona: sus infraestructuras, su violencia cr¨®nica, su falta de eficiencia en la gesti¨®n de la m¨¢quina p¨²blica, la carencia de vivienda para ocho millones de ciudadanos, y los a¨²n 16 millones de pobres. Le duele que Brasil aparezca a¨²n en los an¨¢lisis y sondeos internacionales en el furg¨®n de cola de los ¨ªndices de calidad de vida, de calidad de la ense?anza primaria y de la distribuci¨®n de renta; o en los puestos de cabeza en los de corrupci¨®n pol¨ªtica y de asesinatos. Lula lleg¨® a pedir que Brasil protestara p¨²blicamente por esos estudios internacionales, porque seg¨²n ¨¦l, ¡°son injustos¡± con Brasil. Dilma prefiere callarse y trabajar para que dichos ¨ªndices mejoren lo antes posible.
Lula, enemigo de planillas y estudios, era y es m¨¢s pol¨ªtico que Dilma. Se preocupaba m¨¢s por mantener unida y feliz a la base aliada de los 12 partidos ¡ªdesde la extrema izquierda a la extrema derecha¡ª que apoyaban a su Gobierno. Dilma privilegia los resultados concretos. Si Lula lleg¨® a afirmar que la salud p¨²blica era perfecta, Dilma se irrit¨® en p¨²blico cuando supo que en muchos hospitales se almacenaban a¨²n empaquetadas o sin funcionar por falta de t¨¦cnicos, cientos de m¨¢quinas para realizar mamograf¨ªas que hab¨ªan costado millones mientras las mujeres no consegu¨ªan hacerse los ex¨¢menes preventivos. Si Lula manten¨ªa por amor a la unidad pol¨ªtica del Gobierno a ministros acusados de corrupci¨®n, Dilma ech¨® a seis de ellos antes de completar su primer a?o de gobierno, a pesar de que Lula pidiera a dichos ministros que ¡°tuvieran caparaz¨®n y no dimitieran¡±. Son dos estilos diferentes de gobernar. Lula echaba la culpa de las acusaciones de corrupci¨®n a las intrigas de la oposici¨®n, Dilma los pone en la calle. Y ¨¦sta, con su sola autoridad, sin el carisma de Lula, est¨¢ consiguiendo disciplinar mejor que ¨¦l las votaciones del Congreso a favor de su gesti¨®n.
Lo curioso es que Brasil, que a pesar del peso del atraso que arrastra ha tomado el tren del progreso y camina ya con respeto internacional en el mundo actual convulsionado y en crisis, ha necesitado y sigue necesitando para ello, primero del mito de Lula, el genio de la publicidad que supo vender, como nadie lo hab¨ªa sabido hacer en el pasado, su pa¨ªs al mundo, y ahora del antimito de Dilma. Lo que ¨¦sta pretende con su obsesi¨®n por los resultados en la gesti¨®n de lo p¨²blico, con su estilo discreto, con min¨²scula y sobre todo con sus gestos simb¨®licos, es convertir en realidad el Brasil que Lula vendi¨® al mundo. Sus ¨²ltimos gestos van por ese camino: colocar en su Gobierno a personas cualificadas para el cargo sin tener excesivamente en cuenta los apetitos a veces espurios de los pol¨ªticos, como el nombramiento para el importante Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa de un f¨ªsico, Marco Antonio Raupp, y de una qu¨ªmica, Mar¨ªa da Gra?a Fuster, como presidenta de Petrobras, la empresa m¨¢s importante y emblem¨¢tica del pa¨ªs.
A ello hay que a?adir sus dos grandes esl¨®ganes que forman parte ya de su biograf¨ªa de presidenta y que revelan tanto su desasosiego con la corrupci¨®n pol¨ªtica o econ¨®mica como su defensa a ultranza de la libertad de expresi¨®n ¡ªel supremo valor democr¨¢tico¡ª hoy tan castigado en otros pa¨ªses de este continente americano y que ella est¨¢ respetando con rigor y convicci¨®n. Uno es ¡°ser¨¦ inflexible en mi lucha contra la ilegalidad¡±, y el otro, ¡°prefiero el ruido de los peri¨®dicos al silencio de las dictaduras¡±. Frente a una parte de su propio partido que le exig¨ªa el eufem¨ªstico control social de los medios, respondi¨® con humor: ¡°Yo no conozco otro control que el mando de la televisi¨®n¡±. En este primer a?o de gobierno ha sido fiel a ambos principios, base de su presidencia, que entre otros frutos le ha brindado el consenso de la clase media que no la hab¨ªa votado. El resto se ver¨¢.
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