Los 'reyes' de la econom¨ªa
La econom¨ªa es una ciencia, un instrumento ¨²til, pero no un dogma o una receta de la que se pueden deducir soluciones simples
Socialmente se ha instalado la idea de que los economistas son los principales legitimadores del actual estatus social. Nadie mejor lo expresa quiz¨¢ que El Roto en sus vi?etas. En una de ellas se dice: "?C¨®mo te pudo pegar el patr¨®n siendo t¨² m¨¢s fuerte que ¨¦l? Es que me estaba sujetando un economista¡±. Esto no s¨®lo es fruto de que los economistas que m¨¢s han aparecido en los medios de comunicaci¨®n han sido defensores de posiciones que han confundido liberalizaci¨®n con desregulaci¨®n (¡°neoliberales¡±) y como consecuencia han apostado m¨¢s por la reducci¨®n de costes laborales que por la mejora de la productividad. Se debe tambi¨¦n a que buena parte de la sociedad ha puesto por encima los valores individuales, que son los que mejor se expresan en los mercados mediante el intercambio interesado, sobre los valores colectivos, los que adquieren carta de naturaleza a trav¨¦s del Estado y la vida p¨²blica, y los comunitarios, que responden a valores compartidos.
El economicismo, o preponderancia del c¨¢lculo econ¨®mico sobre las valoraciones de car¨¢cter social o personal, se ha extendido como una mancha de aceite desde mucho tiempo atr¨¢s. Esto se ha visto favorecido por la identificaci¨®n del sistema de mercado con el capitalismo y por la concepci¨®n del Estado como alternativa al mercado. El capital no es sino renta acumulada y cuando uno de los principales fines de una mayor¨ªa social es la acumulaci¨®n, el poseer cuanto m¨¢s mejor (¡°tener o ser¡± planteaba Erich Fromm), la sociedad entera acaba por cimentarse sobre esos valores. El rechazo de parte de muchos, si no a esos valores s¨ª a los resultados de desigualdad e injusticia que acarrean, se ha centrado casi exclusivamente en reivindicar el papel del Estado, de lo p¨²blico, como instrumento redistribuidor que limite al mercado o incluso que lo sustituya.
Aunque el debate capitalismo versus socialismo parece haber desaparecido de escena, sigue polarizando las posiciones de una mayor¨ªa de la poblaci¨®n y alimentando el enfrentamiento pol¨ªtico. El mercado tiende a asimilarse al capitalismo y el Estado al socialismo. Es cierto que los defensores del capitalismo o liberalismo econ¨®mico han aceptado de mejor o peor grado un notable peso del Estado. Por su parte, los valedores del socialismo partidarios del intervencionismo estatal admiten, a veces de forma casi resignada, la presencia del mercado. No por ello mercado y Estado dejan de aparecer como contrapuestos. Y lo que es a¨²n peor, con ello se ignora el papel de la sociedad civil, la relevancia de los valores compartidos asumidos libremente por las personas. Todo parece reducirse a los valores e intereses individuales, la b¨²squeda del inter¨¦s propio como f¨®rmula del bienestar social (f¨¢bula de las abejas de Mandeville), o a la preponderancia del inter¨¦s colectivo garantizado por el leg¨ªtimo poder coactivo del Estado.
El 'economicismo' o preponderancia del c¨¢lculo econ¨®mico sobre las valoraciones sociales se ha extendido como una mancha de aceite
La exclusi¨®n de la sociedad civil favorece la simple iniciativa o medre individual o alternativamente la pasividad del individuo que conf¨ªa el logro de la justicia social en exclusiva al Estado. Esto, a la larga, entra?a un grave riesgo de anarqu¨ªa social o de populismo que deriva hacia reg¨ªmenes autoritarios. No puede haber sociedades equilibradas sin que coexistan sociedad civil, Estado y mercado. No es posible aspirar a un mayor bienestar social sin que convivan y se fecunden mutuamente valores compartidos de car¨¢cter comunitario, fines colectivos garantizados por el Estado e intercambios interesados que se encauzan a trav¨¦s de los mercados. Las alternativas ¡°puras¡± y exclusivistas, la de la Sociedad Civil que conf¨ªa todo a la buena voluntad y los valores solidarios (anarquismo), la del Estado que le da el monopolio de la actuaci¨®n social (comunismo o socialismo), o la del mercado que hace de la b¨²squeda del bien propio el ¨²nico medio de consecuci¨®n del bienestar social, est¨¢n condenadas al fracaso.
Recientemente Ignacio S¨¢nchez Cuenca (diario El Pa¨ªs, El economista rey, 2 de mayo de 2012) afirmaba: ¡°Los economistas est¨¢n tan convencidos de la bondad de sus modelos que nunca valoran la p¨¦rdida de autogobierno democr¨¢tico que supone la implantaci¨®n de sus recetas institucionales¡±. Esta generalizaci¨®n carece de sentido, aunque quiz¨¢s se explica por la preponderancia que socialmente se ha acabado dando a la econom¨ªa y, sobre todo, por la distorsi¨®n que ha supuesto que en los medios de comunicaci¨®n hayan aparecido casi en exclusiva las opiniones de los economistas voceros del poder pol¨ªtico y econ¨®mico, arropados por un halo de excelencia acad¨¦mica. Esos no son el economistas rey como figura representativa de todos o la mayor¨ªa de los economistas, sino que se han convertido con el apoyo de un amplio entramado en los ¡°reyes de la econom¨ªa¡±.
Hay economistas que son y han sido buenos profesionales, como algunos de los que nos hemos agrupado en torno a la iniciativa de Economistas frente a la crisis, y que no nos creemos reyes de nada, Entre otras cosas porque concebimos que la ciencia es un instrumento ¨²til pero no un dogma, una verdad absoluta, ni una receta, algo de lo que se pueden deducir soluciones simples. Por eso creemos que debemos aportar nuestro granito de arena pero que la adopci¨®n de una determinada pol¨ªtica econ¨®mica es responsabilidad en ¨²ltima instancia de los representantes elegidos democr¨¢ticamente y que son ellos los que deben explicar el sentido y las razones de dicha pol¨ªtica, en lugar de aludir a una supuesta racionalidad econ¨®mica universal.
Juan Ignacio Palacio Morena es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada y miembro de Economistas frente a la crisis.
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