Volver a ?frica. Todo empieza ahora
Autor invitado: Nuno Cobre (*)
Yo ven¨ªa de Europa. Yo ven¨ªa de Espa?a. Yo hab¨ªa sentido calor. Yo hab¨ªa sentido calor. Yo hab¨ªa sentido fr¨ªo. Muchos iphones, hermano. ?D¨®nde me hab¨ªas dicho que quedaba el presente? Miles de cabeza mirando hacia abajo y apretando botoncitos. Oye, qu¨¦ ricos est¨¢n los huevos estrellados. Y entonces ma?ana empezar¨¢ todo. Ma?ana regresar¨¦ a ?frica. Y s¨¦ lo que va a pasar. Y ahora ya s¨¦ lo que va a pasar.
S¨¦ que el primer d¨ªa creer¨¦ que todo ha cambiado, que todo era mentira, que en realidad no era para tanto. Ahora, mientras veo aviones despegar sobre mi cabeza (uno tras otro, un avi¨®n, otro avi¨®n) ya puedo verme ma?ana en el aeropuerto africano que me espera. Sabes, all¨ª me sentir¨¦ como en un pueblo animado donde la verbena, es decir, la cinta transportadora har¨¢ girar las maletas a un ritmo vertiginoso y de chocolate, un ritmo t¨ªo que se corresponde con el calor (oh, milagro) que ya uno siente aqu¨ª infiltrado hasta los tu¨¦tanos. M¨¢s profundo a¨²n. Mucho m¨¢s profundo. Entonces ver¨¦ a Gonvina que tras hacerse la seria se explotar¨¢ enseguida de risa, porque yo me explotar¨¦ enseguida de risa. Con la maleta a cuestas, caminaremos los dos por el aeropuerto min¨²sculo, nos rodear¨¢n los polic¨ªas del aeropuerto con sus camisas azul marino y Gonvina dir¨¢ esa palabra m¨¢gica que ahuyenta a toda la burocracia de un plumazo.
Luego, porque siempre hay un luego, nunca nos moriremos. Luego saldremos afuera, al exterior del aeropuerto y nos dejaremos besar por el aire caliente que sale de la selva, que sale de todos, de cada uno de todos nosotros, de ella, de ti, sintiendo de nuevo el calor. Es incre¨ªble, t¨ªo. Sabes, luego llegar¨¢ el ch¨®fer en el Nissan Pathfinder, y cuando nos adentremos en el veh¨ªculo, me mirar¨¢ de reojo pidi¨¦ndome permiso para poner m¨²sica, algo que yo estoy deseando m¨¢s que ¨¦l. Pon m¨²sica ya, t¨ªo. Pon m¨²sica, ya. Entonces, el ch¨®fer deslizar¨¢ un CD y sonar¨¢ el Ashawo de Flavour, sabes t¨ªo, y Gonvina se mover¨¢ r¨ªtmicamente en el coche, en medio de una noche cerrada que insin¨²a bosque, jungla, esp¨ªritus y AK 47. Todo eso. Con el coche en marcha. De noche y en la noche. Cuando tu quieras. Sabes que no tengo miedo.
Y me dar¨¢ por pensar con gusto. Aqu¨ª, tan f¨¢cil. Es. Al ritmo de ?frica, pensando que estoy enganchado a este continente, drogadicto ya a este coche, a esta noche que quiero conocer de una vez para decirle que nunca me revele sus secretos. En realidad. El viaje es largo y me gustar¨ªa que fuese m¨¢s largo a¨²n. S¨®lo quiero viajar, toda la noche, todo el d¨ªa. Mira t¨ªo, Gonvina se mueve en el sill¨®n de delante casi inconscientemente, elegantemente, bailando sin saberlo, embruj¨¢ndonos de ?frica y toda la fuerza mansa y segura. De este planeta.
Luego. Poco a poco, nos iremos introduciendo en el tumulto (?se dice as¨ª? ?se dice tumulto?) de la ciudad loca, loca, porque a lo loco se vive mejor dir¨¢ Gonvina cuando me se?ale ese grafiti que proclama, ¡°Soy un rebelde, me alimento de problemas, he vuelto a tomar esas pastillas azules, y me he vuelto a decir que quiero otro problema. Soy un hombre inestable¡±. En todo eso nos iremos introduciendo, noche cerrada, motos saliendo por todos los rincones, buscando el ruido.
Y al d¨ªa siguiente t¨ªo (porque nunca nos moriremos) me levantar¨¦ y saldr¨¦ a la calle y caminar¨¦ como un son¨¢mbulo, con esa media sonrisa que s¨®lo puedes poner en Amsterdam por la noche, a las tres y media de la madrugada aproximadamente. Rodeado de luces rosas, rojas y lavandas. Caminar¨¦ flanqueado por hombres escu¨¢lidos que levantar¨¢n sus manos para decirme, ¡°hola Nuno, ?bienvenido t¨ªo!¡±. Y yo les sonreir¨¦ de verdad, sabes. Cercanos. Ahora ya los quiero de verdad. Y los hippies seguir¨¢n ah¨ª, a lo suyo, baj¨¢ndome la cabeza a modo de saludo, movi¨¦ndose a ese ritmo t¨ªo que todo lo calma. No pasa nada, tranquilo. Todo es una esponja. Y yo caminar¨¦ como colocado, fij¨¢ndome de nuevo en el zinc, en la otra vida, en las olas de la playa donde divisar¨¦ a las mujeres de blanco que siguen rezando al mar. Tan limpias. Y me volver¨¦ a decir cabreado que esto no era una broma. Que todo esto era verdad. Es incre¨ªble. Pero si hasta el otro d¨ªa.
Los coches me adelantar¨¢n, algunos se ofrecer¨¢n a llevarme. Pero yo quiero caminar hoy. Quiero, quiero apoyar la suela del zapato aqu¨ª, en el duro asfalto y mezclarme y escuchar los gritos, las conversaciones roncas de una acera a otra, sacadas de una noche de New Orleans, quiero oler los aromas del pescado frito, del diesel intoxicado, del fuego, del fuego, del fuego. Y luego. Seguir¨¦ subiendo la cuesta del olvido, mirando, porque miro mucho. Lo miro todo. Y cuando miras, te miran y tratar¨¦ de ver qui¨¦n est¨¢ en la cervecer¨ªa. Y ver¨¦ m¨¢scaras y cervezas. En la cervecer¨ªa.
Luego entrar¨¦ en el trabajo. Como siempre, repartir¨¦ tortilla espa?ola y confusi¨®n universal. Recibir¨¦ saludos, abrazos y m¨¢s confusi¨®n metauniversal. Todos estamos en este barco hermano, ahora ya lo s¨¦. Y todo por un momento me parecer¨¢ lento. Sabes t¨ªo, ese es el problema, que por un momento lo ver¨¦ todo lento. Como que la gente sigue ah¨ª, en frente del ordenador sin darse cuenta de que tenemos que darle una buena patada al mundo, sin nadie diciendo, quiero irme contigo a Lisboa ahora.
Por eso, a la hora de comer, con pinta de tipo que busca el color del cambio, vivir una vida. Entrar¨¦ en el restaurante, sabes, como ido, santificado, imparable, caminando lento, como bendiciendo, comprendiendo, viendo, encontr¨¢ndome poco a poco con los rostros irremediablemente rutinarios y brillantes que no acompa?an mi sentimiento euf¨®rico, que no quemar¨ªan todo esto ahora mismo y luego huir¨ªan a Lisboa ni tampoco buscar¨ªan un c¨¢ctus en una noche profunda bajo el ritmo de Philadelphia, aquella canci¨®n de Springteen. Y entonces saludar¨¦ a todos, efervescencia del primer d¨ªa, e ir¨¦ m¨¢s lejos que de costumbre. S¨ª, propondr¨¦, saludar¨¦ de otra forma, embriagado de novedad y excitaci¨®n. De cambio. Esperanzado. Pegarse un tiro. Porque me gustar¨ªa que todo cambiase, que todo se moviese, que hasta el cenicero se fuera por buler¨ªas, que la ensalada saltase como Angus Young. Todo eso.
Y ese es el problema, sabes, que yo quiero ir m¨¢s r¨¢pido. Y al volver a casa, m¨¢s tarde, mucho m¨¢s tarde. Al volver a casa m¨¢s tarde, mucho m¨¢s tarde, me creer¨¦ desesperado, pensar¨¦ ciegamente en una nueva ?frica, le pedir¨¦ m¨¢s y m¨¢s a la vida. Pero tras diecisiete vueltas de campana, la vida me acariciar¨¢ y me dir¨¢ que me calme, que no pasa nada, de verdad, y con una voz de madre me dir¨¢, tranquilo hijo, "esto no va a acabar as¨ª".
(*) Nuno Cobre vive, escribe y publica su blog Las palmeras mienten desde alg¨²n lugar de ?frica que prefiere no desvelar. Otra manera de ver el continente, con el cuerpo fisicamente all¨ª, pero con los recuerdos y la mirada de un mundo m¨¢s occidental, que irremediablemente van y vienen. Otras entradas: En qu¨¦ quedamos tiempo, De Rosa Cebra y otros colores, Enfadados, Expatriados, anterior a la luz o Un viaje.
(**) Fotograf¨ªa inicial de Lola Huete Machado
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