Casamance, 30 a?os en su laberinto
A Shira, una joven cooperante espa?ola, le pill¨® la balacera en Oussouye. Hab¨ªa decidido despedirse de Senegal visitando uno de los lugares m¨¢s bonitos y f¨¦rtiles del pa¨ªs, la regi¨®n de Casamance, en el sur. Pero el viernes recibimos una llamada preocupante: ¡°No puedo salir de aqu¨ª, el Ej¨¦rcito ha bloqueado la carretera, se oyen los disparos¡±, nos dijo. Se dio de bruces con uno de los conflictos m¨¢s prolongados (y olvidados) de ?frica. No es una guerra abierta, pero tiene sus muertos, sus armas, sus prisioneros y sus combates y se desarrolla, parad¨®jicamente, en uno de los pa¨ªses m¨¢s estables de la regi¨®n. Dentro de unos meses, el conflicto de Casamance cumplir¨¢ 30 a?os. Y la soluci¨®n no parece estar a la vista.
El 26 de diciembre de 1982 varios cientos de personas se concentraron en el pueblo de Mangagoulak y se encaminaron en una manifestaci¨®n pac¨ªfica de pocos kil¨®metros hasta la ciudad de Ziguinchor, capital regional. Una vez en el Palacio del Gobernador quitaron la bandera de Senegal e izaron en su lugar una s¨¢bana blanca. Los gendarmes, muy nerviosos, comenzaron a disparar contra la poblaci¨®n. Este acto de protesta y la posterior represi¨®n, que provoc¨® varios muertos y heridos (se desconoce la cifra real), se considera el estallido oficial de la rebeli¨®n en una regi¨®n que reclama la independencia del resto de Senegal.
Esta situaci¨®n se sigui¨® produciendo tras la independencia de Senegal, en 1960. La llegada de colonos del norte durante los a?os previos y posteriores a la independencia no hizo sino aumentar este malestar, sobre todo tras un reparto de tierras entre los reci¨¦n llegados que los habitantes de Casamance consideraban ¡°una usurpaci¨®n¡±. Las diferencias entre los norte?os y los diolas eran notables, no s¨®lo ling¨¹¨ªsticas, sino tambi¨¦n culturales. Fue en este caldo de cultivo que se fue fraguando el sentimiento de discriminaci¨®n que estall¨® a principios de los a?os ochenta.
Los manifestantes detenidos en diciembre de 1982 fueron condenados a penas de hasta cinco a?os de c¨¢rcel, lo que provoca que el MFDC se radicalice. El 18 de diciembre de 1983 al amanecer, los hombres de abad Senghor, armados con fusiles de caza y machetes, atacan la ciudad de Ziguinchor. Los enfrentamientos con los soldados senegaleses se prolongan hasta el mediod¨ªa y producen una veintena de muertos y un centenar de heridos, lo que se ha bautizado como el domingo rojo. Tras el combate, los asaltantes que quedan con vida se refugian en los bosques cercanos. La hermosa cubierta vegetal de Casamance favorece el nacimiento del maquis y el MFDC se convierte en una guerrilla.
Aunque es ¡°de baja intensidad¡±, el conflicto de Casamance ha generado unos 5.000 muertos en estos treinta a?os, a los que se podr¨ªa sumar los 6.000 producidos en la guerra de Guinea Bissau de 1998-1999, que tuvo su origen en este conflicto. Sin embargo, no se han producido avances significativos hacia la paz. Sucesivos acuerdos han fracasado, entre otras razones, por la rotunda negativa de los sucesivos gobiernos senegaleses a ceder la soberan¨ªa sobre una parte de su territorio y por las m¨²ltiples escisiones en distintas ramas y grupos que ha vivido el propio MFDC, unos m¨¢s partidarios de la lucha pol¨ªtica y otros m¨¢s proclives a la lucha armada.
La primera divisi¨®n en el seno del MFDC se produce en 1991, tras un alto el fuego. El grupo independentista queda dividido en un frente norte, m¨¢s moderado, dirigido por Sidi Badji, y un frente sur, m¨¢s radical, que opera cerca de la frontera con Bissau, al frente del cual contin¨²a el abad Senghor. Sin embargo, estos frentes s¨®lo permanecieron unidos un tiempo y en la actualidad se encuentran divididos, a su vez, en varios grupos. Al frente de uno de ellos se encuentra Salif Sadio, considerado en la actualidad el jefe m¨¢s importante de la rebeli¨®n.
Colocaci¨®n de minas, asaltos a poblados, secuestro de soldados, ataques a guarniciones militares, robos en las carreteras, por lado rebelde. Represi¨®n, intimidaci¨®n, asesinatos, bombardeos de posiciones del MFDC, por parte del Ej¨¦rcito. Los ¨²ltimos treinta a?os han sido de todo menos tranquilos en la Casamance. Y a pesar de todo, la vida contin¨²a. El ex presidente Abdoulaye Wade ya intent¨® embridar este problema, ¡°lo arreglar¨¦ en 100 d¨ªas¡±, prometi¨®; no pudo hacerlo en doce a?os. Y ahora la patata caliente llega a las manos de Macky Sall, quien se ha fijado la resoluci¨®n del conflicto como una de sus prioridades.
Hace unos d¨ªas, el l¨ªder rebelde Salif Sadio dio un paso adelante: ¡°Estamos dispuestos a negociar¡±, dijo. Pero pone sus condiciones: ¡°El di¨¢logo debe producirse fuera de ?frica¡± (en un claro intento de implicar a otros pa¨ªses y organismos internacionales) y ¡°el derecho inmemorial de la Casamance a su independencia nacional es real, absoluto, inalienable, imprescriptible e innegociable¡±. A lo que Macky Sall ya ha respondido p¨²blicamente: ¡°El Estado est¨¢ dispuesto para el di¨¢logo, pero la partici¨®n de Senegal no es negociable¡±. Las posiciones parecen inamovibles, lo que no parece un buen punto de partida para una ronda de negociaciones.
Los disparos de Oussouye de la semana pasada no son ninguna sorpresa, salvo por el hecho de que se producen en un sector que llevaba a?os bastante tranquilo. Pero en la Casamance, donde, insisto, la vida contin¨²a, la chispa puede saltar en el momento y lugar m¨¢s inesperado. Tras la escaramuza, los soldados cogieron el cad¨¢ver de un rebelde y lo dejaron tirado delante de un cuartel durante horas, a los ojos de todo el mundo que se acercaba a hacerle fotograf¨ªas con sus tel¨¦fonos m¨®viles. Fue un aviso y un escarmiento. De una crueldad innecesaria. Con gestos como ¨¦ste, Senegal deja bien claro que no va a ceder ni un ¨¢pice de su territorio a las aspiraciones independentistas del MFDC. Pero nadie ha dicho que el di¨¢logo sea imposible.
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