Por un reino federal de taifas
El vigente estado auton¨®mico ha producido m¨¢s victimismos y resentimientos territoriales que nunca. Una propuesta federalista realmente innovadora deber¨ªa fomentar la experimentaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas
Existe una poci¨®n pol¨ªtica m¨¢gica? Si echamos un vistazo a las pol¨ªticas de los pa¨ªses con mejores perspectivas de crecimiento durante los pr¨®ximos a?os, vemos que, como m¨ªnimo, no parece existir una receta universal. Se puede ser muy competitivo con poqu¨ªsimas pol¨ªticas sociales (Singapur) o con much¨ªsimas (pa¨ªses n¨®rdicos); regulando con mano f¨¦rrea (China) o bien dejando libertad a la mano invisible del mercado (Estados Unidos). Diferentes contextos sociales, econ¨®micos, culturales o geogr¨¢ficos parecen exigir pol¨ªticas distintas.
?Y cu¨¢les son las pol¨ªticas que funcionan mejor en un pa¨ªs con las caracter¨ªsticas de Espa?a? Algunas est¨¢n m¨¢s o menos claras, pero otras no. Por ejemplo, en pol¨ªtica fiscal, cabe pensar que reducir el IVA al sector tur¨ªstico har¨ªa aumentar la actividad econ¨®mica a corto plazo y, a medio, la recaudaci¨®n fiscal. Pero tambi¨¦n es l¨®gico pensar que si, por el contrario, decidimos subir los impuestos al turismo, aumentar¨ªamos la recaudaci¨®n y, de paso, fomentar¨ªamos que la estructura econ¨®mica espa?ola se desplace del sector tur¨ªstico hacia la producci¨®n de bienes y servicios exportables con alto valor a?adido. Dudas parecidas surgen en cualquier pol¨ªtica importante. ?Hasta d¨®nde flexibilizar un mercado laboral como el espa?ol? ?Cu¨¢ndo recortar o ampliar las pol¨ªticas de bienestar que tenemos?
Para resolver estos dilemas lo ideal ser¨ªa recrear con pol¨ªticas el famoso anuncio del lavavajillas: que una comunidad pol¨ªtica con un problema concreto (Villarriba) adopte una pol¨ªtica A y otra comunidad lo m¨¢s parecida posible (Villabajo) adopte una pol¨ªtica B. As¨ª sabremos qu¨¦ pol¨ªtica puede funcionar mejor en un determinado contexto. Esta v¨ªa experimental es la que, de forma impl¨ªcita o expl¨ªcita, est¨¢n siguiendo algunas de las regiones econ¨®micamente m¨¢s din¨¢micas del mundo.
Un primer ejemplo es China. A diferencia de otros l¨ªderes con una visi¨®n clara sobre qu¨¦ pol¨ªticas adoptar, Deng Xiaoping inici¨® en 1979 un proceso de desarrollo basado en la experimentaci¨®n. Probemos varios sistemas econ¨®micos (unos m¨¢s ¡°comunistas¡± y otros m¨¢s ¡°capitalistas¡±) en distintas provincias o unidades territoriales y, cuando veamos los resultados, copiemos el mejor.
El aprendizaje mutuo entre distintas provincias es una de las causas del milagro econ¨®mico chino
Pronto los experimentos dejaron de ser dirigidos desde el centro y pasaron a ser el resultado de la competicion entre autoridades provinciales y otras entidades sub-nacionales. Al contrario de lo que ocurre en otros reg¨ªmenes autoritarios, las autoridades centrales chinas fueron delegando pol¨ªticas fiscales y econ¨®micas relevantes a autoridades regionales y locales. China avanz¨® as¨ª hacia lo que economistas como Barry Weingast llaman market-preserving federalism (o ¡°federalismo de mercado¡±): unidades territoriales que, dentro de un mismo pa¨ªs, compiten por atraer inversiones y capital humano. Por ejemplo, una provincia impone ineficientes controles de precios a productos b¨¢sicos y la vecina no. Al cabo de un tiempo, el contraste entre la una y la otra resulta tan obvio que la primera los elimina. La espiral de aprendizaje mutuo entre distintas unidades dentro de China que este ¡°federalismo de mercado¡± ha generado es posiblemente una de las causas del milagro econ¨®mico chino.
Es importante subrayar que este benchmarking ¡ªo comparaci¨®n¡ª de pol¨ªticas funciona entre comunidades relativamente similares. Transplantar pol¨ªticas que funcionan en un pa¨ªs a otro muy diferente es un ejercicio arriesgado. Un ejemplo ser¨ªa el sonoro fracaso en muchas rep¨²blicas exsovi¨¦ticas de instituciones copiadas de democracias capitalistas avanzadas.
Otro caso exitoso ser¨ªan las peque?as econom¨ªas del norte de Europa, donde funcionan, de facto, los mecanismos propios de un federalismo de mercado. Por ejemplo, los daneses est¨¢n constantemente atentos a lo que otros vecinos escandinavos hacen y viceversa. Esta permanente competencia es posible gracias a la alta movilidad de personas y empresas en pa¨ªses con estructuras productivas similares. Si tu vecino, por ejemplo, hace una pol¨ªtica muy atractiva para la investigaci¨®n y el desarrollo, mejor que la copies pronto antes de perder a todos tus cerebros.
Vayamos a nuestro pa¨ªs. Si pudi¨¦ramos tener dos Espa?as m¨¢s o menos parecidas, y que una de ellas optara por la pol¨ªtica econ¨®mica A y la otra eligiera la pol¨ªtica opuesta B, podr¨ªamos generar una espiral de aprendizaje que nos permitiera encontrar las pol¨ªticas m¨¢s apropiadas para nosotros. El problema es que no tenemos dos Espa?as. Pero, un momento ?No es nuestro problema precisamente que tenemos dos, o 15 o 17 Espa?as? ?Por qu¨¦ no convertir este problema en la soluci¨®n al anterior? Espa?a tiene regiones con una similar estructura socio-econ¨®mica y cultural que permitir¨ªa una experimentaci¨®n natural del tipo federalismo de mercado. As¨ª, por ejemplo, si Valencia adoptara una verdaderamente independiente pol¨ªtica fiscal (o laboral) A y, a la vez, Catalu?a o Baleares adoptaran la pol¨ªtica B, podr¨ªamos ver qu¨¦ opci¨®n funciona mejor en nuestro contexto. Lo mismo con cualquier otra pol¨ªtica: cuanta mayor libertad tengan los gobiernos auton¨®micos para acertar (y equivocarse), m¨¢s aprenderemos todos.
En un mundo globalizado, las unidades pol¨ªticas peque?as y aut¨®nomas tienen muchas ventajas
En la actualidad, el gobierno central, que monopoliza las pol¨ªticas econ¨®micas y fiscales relevantes, se ve obligado a proponer complej¨ªsimos modelos de cuantificaci¨®n de los servicios que prestan las comunidades aut¨®nomas. La financiaci¨®n auton¨®mica se determina de acuerdo a unas f¨®rmulas con tantas variables que resulta imposible saber si obedecen a criterios t¨¦cnicos o a las pataletas de los pol¨ªticos de turno. Mientras, los gobiernos auton¨®micos deben dedicar muchos de sus esfuerzos, como apunta el economista Guillem L¨®pez Casasnovas, a pedir comida cual pollitos, en lugar de a tomar decisiones pol¨ªticas responsables.
El vigente estado auton¨®mico del caf¨¦ descafeinado para todos ¡ªde ¡°cooperaci¨®n¡± y solidaridad territorial teledirigida desde el centro¡ª ha producido el efecto contrario al buscado: m¨¢s victimismos y resentimientos territoriales que nunca. Una propuesta federalista realmente innovadora deber¨ªa fomentar la experimentaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas. Es decir, un federalismo que fuera m¨¢s competitivo que cooperativo. Aunque obviamente pudiera haber espacio para ciertas transferencias interregionales (claras) y donde, adem¨¢s, el estado central se reservara el ejercicio de aquellas competencias para las que existen indiscutibles econom¨ªas de escala, como defensa.
El federalismo de mercado podr¨ªa convertirse en un juego de suma positiva en el que todos nos acabar¨ªamos beneficiando. Aunque, en especial, los ciudadanos de las comunidades m¨¢s desfavorecidas, por parad¨®jico que pueda parecer. Pensemos en otras dos pen¨ªnsulas. En Escandinavia, Finlandia ¡ªuno de los lugares m¨¢s pobres y violentos de Europa hace poco m¨¢s de un siglo¡ª se ha convertido en ejemplo de civilizaci¨®n y competitividad econ¨®mica. En Italia, otra de las regiones europeas hist¨®ricamente m¨¢s atrasadas, el Mezzogiorno, vivi¨® lo que, en principio, parece un golpe de suerte: unificarse con sus ricos vecinos del norte. Sin embargo, tras d¨¦cadas recibiendo transferencias econ¨®micas, el sur de Italia sigue sufriendo un notable retraso. Finlandia, por el contrario, no ha recibido transferencias econ¨®micas de sus m¨¢s ricos vecinos, sino algo m¨¢s valioso: informaci¨®n sobre qu¨¦ pol¨ªticas p¨²blicas pueden ser m¨¢s eficientes. E incentivos para mejorar: si no tienes pol¨ªticas que favorezcan el desarrollo econ¨®mico y la cohesi¨®n social, tu poblaci¨®n se va al pa¨ªs vecino.
El objetivo de una reforma federal de Espa?a deber¨ªa ser fomentar Finlandias, no Campanias. Y la inspiraci¨®n hist¨®rica para la reforma no deber¨ªa venir de los modelos m¨¢s populares (dependiendo de tus inclinaciones), como la Espa?a imperial, la Catalunya de los Segadors o el sacrosanto pacto de la Transici¨®n. Sino del modelo hist¨®rico quiz¨¢s m¨¢s impopular de todos: los reinos de taifas. Efectivamente, en una ¨¦poca en la que se compet¨ªa con ej¨¦rcitos, los reinos de taifas fracasaron. Pero, cuando se compite con pol¨ªticas econ¨®micas eficientes en una econom¨ªa globalizada, unidades pol¨ªticas peque?as, aut¨®nomas y bien comunicadas presentan grandes ventajas. As¨ª que, ?por qu¨¦ no reinventar un reino de taifas?
V¨ªctor Lapuente es profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo.
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