Tendiendo puentes
Espa?a y Catalu?a carecen de proyecto nacional. Sin uno, conjunto o por separado, basado en la mejora del capital humano no saldr¨¢n de la crisis. No tienen sentido los enlaces que no llevan a ninguna parte
El paisaje despu¨¦s de la batalla catalana del 25 de noviembre es desolador. Tras su ca¨ªda paulina del 11 de septiembre y su autoinvestidura como profeta del independentismo catal¨¢n, Artur Mas ha acabado haciendo lo ¨²nico que un pol¨ªtico no puede hacer jam¨¢s: el rid¨ªculo. Mas caer¨¢ m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, pero en la noche del 25 de noviembre se convirti¨® en un lastre para las ambiciones soberanistas de buena parte de la poblaci¨®n catalana. Por aritm¨¦tica parlamentaria, la agenda del proceso de autodeterminaci¨®n ha pasado a estar controlada por Esquerra Republicana de Catalunya. Esquerra es un partido de largas e impecables credenciales democr¨¢ticas que nunca ha recurrido, ni recurrir¨¢, a la violencia para conseguir sus objetivos. Aclarado esto, en todo lo dem¨¢s se parece a Bildu. Una consulta de autodeterminaci¨®n condicionada por Esquerra tiene muy pocas posibilidades de resultar en una mayor¨ªa soberanista clara. Esta es mi lectura del 25 de noviembre: el movimiento proautodeterminaci¨®n catal¨¢n est¨¢, ahora mismo, en un callej¨®n sin salida.
Al otro lado del frente, las cosas no pintan mejor. El establishment madrile?o reaccion¨® a la huida hacia adelante de Mas como un plantador de Luisiana cuando se le escapaba un esclavo: soltando a los perros y ordenando al capataz que lo trajera encadenado. El tsunami de amenazas, descalificaciones e insultos provocado por lo m¨¢s goyesco de la corte de la Villa refuerza la convicci¨®n de muchos catalanes de que para Madrid Catalu?a no es Espa?a, sino que es ¡°de¡± Espa?a. El Rey habl¨® de ¡°quimeras¡±; Gallard¨®n, de ¡°nazis¡±; Margallo amenaz¨® con la exclusi¨®n de Europa; Wert ha comenzado una ¡ª?otra?¡ª cruzada para ¡°espa?olizar¡± Catalu?a; Esperanza Aguirre, convencida de que los catalanes sufren una tara gen¨¦tica que les impide autogobernarse, dijo que una Catalu?a independiente ser¨ªa ¡°una rep¨²blica bananera¡±; y, en el mejor estilo de Vlad¨ªmir Putin, Fern¨¢ndez D¨ªaz ¡ª?el capataz?¡ª y Rajoy alentaron o, al menos, toleraron un informe fantasma de la polic¨ªa que acusaba a Mas y a Pujol de tener cuentas en el extranjero y de beneficiarse de la corrupci¨®n. Ni el ministro ni el presidente han confirmado o desmentido la existencia del informe, al que han dado p¨¢bulo en la campa?a electoral la mayor¨ªa de los miembros del Gobierno. Es aterrador que, para satisfacer objetivos partidistas, estos pol¨ªticos que nos gobiernan no tengan empacho en poner en la almoneda el Estado de derecho que tanto le cost¨® a Espa?a conseguir. Este suceso aclara m¨¢s sobre su catadura moral que mil discursos. A m¨ª me da miedo, asco y verg¨¹enza,
Los que nos gobiernan no tienen empacho en poner en la almoneda el Estado de derecho
Esto es lo que hay y, en este lamentable estado de cosas, hay quien habla de tender puentes. Bien, siempre es mejor tender puentes que afilar bayonetas. ?Puentes entre qu¨¦? En mi infancia hab¨ªa un puente sobre una escarpada torrentera entre Mora de Rubielos y Rubielos de Mora, en la provincia de Teruel, que ten¨ªa la peculiaridad de que no hab¨ªa carretera alguna que llevase al puente por ninguno de sus dos extremos. Alguien hab¨ªa cobrado por hacerlo ¡ªla corrupci¨®n no es cosa de ahora mismo¡ª y all¨ª qued¨®. Las tardes de verano, las familias caminaban por el sendero para ir a merendar al puente, encima del asfalto, porque era plano y hab¨ªa buena vista.
?Puentes entre qu¨¦? Espa?a como naci¨®n y Catalu?a como naci¨®n se parecen en que tanto una como otra carecen de proyecto nacional. Espa?a lo tuvo una vez, pero lo abandon¨® en el siglo XVII y, salvo el breve y exitoso par¨¦ntesis de la Transici¨®n, no lo ha vuelto a tener. Catalu?a, m¨¢s all¨¢ del siau qui sou de Costa i Llobera, no lo ha tenido nunca. Ortega, en Espa?a invertebrada, defini¨® una naci¨®n como un proyecto de futuro con capacidad integradora. Una naci¨®n es una ambici¨®n compartida, capaz de motivar a la poblaci¨®n para que acepte penalidades en el corto plazo para poder alcanzar objetivos importantes a plazo m¨¢s largo. ?Cu¨¢les son esos objetivos en el caso de Espa?a? ?Cu¨¢les en el caso de Catalu?a? ?Tiene Espa?a un proyecto para salir de la crisis? No, no lo tiene. ?Tiene un proyecto para mantenerse unida como naci¨®n? No, tampoco lo tiene. Es m¨¢s, la clase pol¨ªtica espa?ola parece incapaz de encontrar sentido a estas preguntas. ?Tienen sentido en Catalu?a? Me temo que tampoco. Me temo tambi¨¦n que los puentes que se construyan, si se construyen, entre el establishment espa?ol y el catal¨¢n ser¨¢n como el que estaba entre Mora de Rubielos y Rubielos de Mora: no llevar¨¢n a ninguna parte. Las clases pol¨ªticas de Espa?a y de Catalu?a, que son muy parecidas, han utilizado el rifirrafe ocasionado por la espant¨¢ de Artur Mas para tapar sus verg¨¹enzas respectivas. Como dec¨ªa el chiste de El Roto, lo bueno de las banderas es que lo tapan todo. Y en ese taparlo todo coinciden los intereses particulares de ambas. Unidas por un puente, sin ir a ninguna parte y escenificando una pelea de banderas para distraer la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa, se justifican mutuamente.
Los casinos de dudosa reputaci¨®n han sido los proyectos preeminentes de Aguirre y Mas
?Puentes entre qu¨¦? En los siglos XIX y XX la competencia entre formas de Estado y la lucha por la hegemon¨ªa se resolvi¨® mediante una larga escalada militar que termin¨® en 1989 con la derrota de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la guerra fr¨ªa. Por el camino quedaron el comunismo, el fascismo y el autoritarismo de las monarqu¨ªas absolutas. Desde entonces, la globalizaci¨®n ha transformado esta escalada militar en una escalada de capital humano. Este es el hecho trascendental con el que hay que contar: la competici¨®n por la hegemon¨ªa del siglo XXI no ser¨¢ militar ¡ªno puede serlo con tantas potencias nucleares en el mapa¡ª sino de investigaci¨®n, desarrollo, educaci¨®n, innovaci¨®n y emprendimiento. Este es el I+D+i+E+e al que me refer¨ª en estas p¨¢ginas el pasado 25 de marzo en un art¨ªculo en el que propuse un plan Marshall para mejorar el capital humano espa?ol. Ni Espa?a ni Catalu?a saldr¨¢n de la crisis sin un proyecto a largo plazo para mejorar su capital humano y ponerlo a la altura del de los pa¨ªses del norte de Europa. Lo que se dirime en esta escalada es si la convergencia en capital humano va a ser con el norte de Europa o, por poner un ejemplo, con Argentina. La opci¨®n por defecto, si no se hace nada, es Argentina, tanto en el capital humano como en su resultante, que son las instituciones del pa¨ªs. Es m¨¢s, si los pa¨ªses del sur de Europa no convergen en capital humano y productividad con los del norte, el euro es inviable a medio plazo, a menos que se estructuren unas transferencias permanentes norte-sur o se permitan devaluaciones solapadas, cosas que parecen a¨²n m¨¢s inviables.
Los puentes que hay que tender deben llevar a un proyecto nacional renovado, tanto en Espa?a como en Catalu?a, a un proyecto para llegar a estar en un plazo de dos generaciones entre los pa¨ªses con mejor capital humano del mundo. La alternativa, no hacer nada, lleva a salir del euro, a seguir perdiendo posiciones en la escala de competitividad, a ser cada vez m¨¢s dependientes del turismo, de la hosteler¨ªa y de atender a la limpieza, las mesas y el alterne de los casinos que se instalan en los puertos francos fuera de la ley que estamos dise?ando a su medida. No es casualidad que esos casinos de dudosa reputaci¨®n hayan tenido un lugar preeminente en los proyectos nacionales tanto de Esperanza Aguirre como de Artur Mas. Como he dicho antes, las clases pol¨ªticas espa?ola y catalana se parecen mucho. Tanto, que incluso comparten una determinada idea de Espa?a.
No hay otro proyecto nacional para el siglo XXI que no sea la apuesta seria, expl¨ªcita y programada por el capital humano. Estos proyectos no pueden basarse solamente en el nacionalismo. Esto pod¨ªa hacerse quiz¨¢s en el siglo XIX, pero no ahora en un mundo global. Espa?a y Catalu?a deben tender puentes para abordar este proyecto, mejor juntas que separadas porque tendr¨¢ menos costes. Pero si no puede ser juntas, porque la clase pol¨ªtica espa?ola no consigue entender nada de todo esto, en mi opini¨®n Catalu?a estar¨ªa legitimada para hacerlo por separado, haciendo del proyecto del capital humano el n¨²cleo de un programa independentista. Soltando lastre, vamos. Siempre y cuando el Consell de Cent acabe teniendo m¨¢s luces que la corte de Madrid, cosa que est¨¢ por ver.
C¨¦sar Molinas publicar¨¢ en 2013 un libro titulado Qu¨¦ hacer con Espa?a.
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