Mentes y balas
No somos los ¨²nicos que aprovechando las brasas de un suceso violento nos lanzamos a enfangarnos en discusiones que jam¨¢s acabar¨¢n en un debate real
Que hay pa¨ªses todav¨ªa m¨¢s divididos que el nuestro no deber¨ªa ser un consuelo, pero nos evita por una vez el manido discurso catastrofista. Y es que, en efecto, no somos los ¨²nicos que aprovechando las brasas de un suceso violento nos lanzamos a enfangarnos en discusiones que jam¨¢s acabar¨¢n en un debate real. Parece que solo hay dos maneras de encarar la masacre de Connecticut, dejando a un lado que a cualquier persona emocionalmente bien equipada la irrupci¨®n del crimen en un lugar sagrado como es la escuela le sacude las entra?as. Hay partidarios de centrar las causas del crimen en la enfermedad mental del joven, lo cual parece raz¨®n suficiente para eximir de culpa a los poseedores de armas; los hay en cambio que prefieren ignorar el desequilibrio del asesino. Seg¨²n estos ¨²ltimos, analizar el tipo de trastorno que padece alguien que mata a 27 personas solo sirve para estigmatizar a todos los enfermos mentales y para ignorar el creciente porcentaje de individuos que al a?o mueren por heridas de bala en Estados Unidos.
La cuesti¨®n es que en ese af¨¢n por esquivar aspectos del crimen nunca se llegan a abordar las circunstancias de un suceso como este en toda su complejidad. Todo se queda en l¨¢grimas. Las primeras, las de Obama, que dijo llorar como padre, hasta que le recordaron que era, antes que nada, el presidente. Pero ni hay visos de que se aborde de una vez el control de venta de armas ni de que el ciudadano pueda hacerse una idea de c¨®mo se degrada una mente d¨¦bil o enferma en un tipo de vida tan asocial como el que llevan muchas personas en el campo americano. Hablar de manera fr¨ªvola del desequilibrio mental puede aislar a¨²n m¨¢s a los enfermos, pero dar como buena la raz¨®n de que cualquier ser humano puede transformarse en monstruo es envolver el mal mental en una bruma de misterio a¨²n m¨¢s peligrosa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.