El ejemplo de Europa
Quiz¨¢ la uni¨®n sufra una crisis de identidad, pero no podemos olvidar que el esfuerzo, premiado este a?o con el nobel de la paz, se asienta sobre las cenizas de guerras sangrientas
![En las aguas del lago Balandis termina Polonia y comienza Lituania.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WTBPBYHF7PHS5SO6FDLEV6JNWY.jpg?auth=4c7b5ba9bfec34bb547d87f3313f5bbe9063a1c7f75475b1b6c67beb6c41f20d&width=414)
Fronteras que languidecen, fronteras oxidadas, fronteras olvidadas, fronteras abandonadas, fronteras de las que nadie se acuerda. Esta impresionante serie de fotograf¨ªas explica por qu¨¦ la Uni¨®n Europea ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Tambi¨¦n por qu¨¦, a pesar de la crisis existencial de Europa, tenemos motivos sobrados para la celebraci¨®n.
Para convencerse comparen esas fronteras, que hoy nos parecen rid¨ªculas, incluso pat¨¦ticas, con las que siguen ah¨ª. Piensen por un momento en el muro levantado por EE UU en su frontera sur, una valla de miles de kil¨®metros que de forma absurda parte en dos un desierto. O en los vericuetos que traza el muro de separaci¨®n que Israel ha construido para, tan contradictoriamente, aislarse de unos territorios que ella misma mantiene bajo ocupaci¨®n. Por no hablar de la frontera entre las dos Coreas, con alambradas, sistemas de disparo autom¨¢tico y militares en alerta continua, un incomprensible vestigio de la guerra fr¨ªa. Esas tres fronteras, como muchas otras que todav¨ªa se mantienen en pie, son un monumento al fracaso, una celebraci¨®n de la estupidez, una representaci¨®n de la incapacidad de muchos seres humanos de convivir pac¨ªficamente, a pesar de sus diferentes or¨ªgenes, valores y creencias.
Nosotros, los europeos, fuimos as¨ª. No lo olvidemos. Esos mojones, carteles y divisorias, tan aparentemente inocentes que hasta podr¨ªan ser la linde que separara el prado de un paisano de otro, son testigos de millones de muertos, est¨¢n regados con la sangre de cientos de miles de j¨®venes que dieron sus vidas por defender esas fronteras y han sido transitados por millones de refugiados y desplazados que tuvieron que abandonar sus pa¨ªses seg¨²n esas fronteras, ganadas o perdidas, cambiaban.
Puede que los carteles se hayan aherrumbrado, pero no nuestras memorias. La generaci¨®n de nuestros mayores sabe de lo que habla, pues jug¨® en los escombros dejados por lo que los historiadores han llamado ¡°la larga guerra civil europea¡±, un conflicto que, con Francia y Alemania en su n¨²cleo, comenz¨® en 1870 y termin¨® en 1945 dejando tras de s¨ª dos guerras mundiales. Pero la siguiente generaci¨®n tambi¨¦n recordamos perfectamente c¨®mo era una Europa dividida en dos por un ¡°tel¨®n de acero¡±, en la expresi¨®n acu?ada por Churchill. No olvidaremos nunca la impresi¨®n tan v¨ªvida que dejaba el paso de la Alemania Occidental a la Oriental, con el r¨ªo alambrado, las estaciones de metro cerradas, los checkpoints de los aliados y el vac¨ªo desolador en torno a la puerta de Brandeburgo. Pero no se trataba solo de la Europa Occidental y de la Europa Oriental, de la dif¨ªcil coexistencia entre las democracias de un lado y los llamados ¡°pueblos cautivos¡± de Europa Central y Oriental, que a pesar de sus anhelos de libertad cayeron del lado equivocado. Casi m¨¢s sorprendente resulta hoy, retrospectivamente, que todas aquellas democracias pertenecientes a la (entonces) Comunidad Europea, que no solo compart¨ªan valores pol¨ªticos y sistemas econ¨®micos, sino que se hab¨ªan conjurado para luchar espalda con espalda, en el marco de la Alianza Atl¨¢ntica, tardaran tanto en derribar sus fronteras, unificar sus monedas y suprimir los controles fronterizos. Los j¨®venes de hoy han incorporado con toda naturalidad a sus vidas la libertad de movimientos y el euro. Pero el mundo no se rige por los mismos criterios.
Las fronteras no desaparecieron por muerte natural, las derribaron aquellos a quienes sol¨ªan encerrar
Alsacia y Lorena, Danzig, los Sudetes o el Danubio fueron en su d¨ªa los pivotes geopol¨ªticos que cortaron Europa en dos y la lanzaron a la guerra fratricida. Hoy, afortunadamente, ya no tienen ning¨²n significado, habi¨¦ndose convertido en meros hitos hist¨®ricos. Los europeos, pese a sus problemas, viven algo parecido, incluso mejor, a la Pax Romana que disfrut¨® Europa (y el norte de ?frica) entre la llegada de Augusto en el 27 antes de Cristo y la muerte de Marco Aurelio en el 180. Pero con una diferencia, mientras que la romanizaci¨®n se impuso a sangre y fuego y contra la voluntad de los pueblos, en esta ocasi¨®n, la Pax Europea se ha logrado por la v¨ªa del derecho, la democracia y el respeto a la identidad de los pueblos.
Es importante recordar que las fronteras que retratan estas fotograf¨ªas no se extinguieron, ni desaparecieron por muerte natural; fueron derribadas por las mismas personas a las que hab¨ªan pretendido encerrar. El muro de Berl¨ªn cay¨® por la voluntad de los ciudadanos de la Alemania Oriental, que, ante la imposibilidad de votar con sus manos en urnas, optaron por votar con sus pies y marcharse a pedir asilo en las embajadas alemanas u occidentales en Budapest y Praga. Y tambi¨¦n por la visi¨®n de algunos l¨ªderes, como el entonces ministro de Asuntos Exteriores h¨²ngaro Gyla Horn, que personalmente, con una cizalla, cort¨® la alambrada que separaba Hungr¨ªa de Austria, lo que signific¨® la ca¨ªda del r¨¦gimen germano-oriental, incapaz de contener la riada de ciudadanos que quer¨ªa marcharse. Si esas fronteras languidecen hoy es porque alguien las hizo caer con una cizalla, un tratado o una pancarta.
Con todas las dificultades, el proyecto ilustrado sigue vivo en Europa
Eso explica que a los europeos a veces se les acuse de arrogancia y de andar por el mundo dando lecciones sobre c¨®mo deben hacerse las cosas. Quiz¨¢ la cr¨ªtica sea justificada. Pero tambi¨¦n es leg¨ªtimo que exista un orgullo europeo. Porque, con todas las dificultades, el proyecto ilustrado sigue vivo en Europa. Cuando Immanuel Kant habl¨® de la ¡°paz perpetua¡± entre los pueblos estaba apuntando a algo que se parece mucho a lo que la Uni¨®n Europea ha logrado.
Los brit¨¢nicos con su Armada, los franceses con los ej¨¦rcitos napole¨®nicos, los alemanes con sus Panzerdivisionen; los europeos han consumido siglos intent¨¢ndose dominar los unos a los otros. Ahora han encontrado un m¨¦todo mucho m¨¢s sutil de invadir: se llama ¡°acervo comunitario¡± (aquis communautaire), como se denomina al cat¨¢logo de legislaci¨®n comunitaria. As¨ª pues, en lugar de invadir un pa¨ªs, la Uni¨®n Europea, que se ha hecho mayor y posmoderna, env¨ªa unas 200.000 p¨¢ginas de legislaci¨®n que el pa¨ªs en cuesti¨®n tendr¨¢ que incorporar a su ordenamiento interno. Y, pese a todo, hay cola para entrar: Croacia, que se incorporar¨¢ el a?o que viene; Turqu¨ªa, que pese a las humillaciones y desdenes sigue intentando su adhesi¨®n; a las que siguen Macedonia, Albania, Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina y Kosovo.
Esas son las pr¨®ximas fronteras que, si el proyecto europeo sigue en pie, vamos a ver desaparecer. Son todav¨ªa fronteras duras, marcadas por los conflictos, pero en alg¨²n momento dejar¨¢n de serlo y podremos a?adir las fotos al ¨¢lbum. M¨¢s all¨¢ quedar¨¢ el espacio postsovi¨¦tico, desde Bielorrusia, la ¨²ltima dictadura de Europa, hasta el C¨¢ucaso, plagado de conflictos congelados, pero tambi¨¦n la orilla sur del Mediterr¨¢neo. Se trata de un mundo solo a medias europeizado, con fronteras que son solo porosas a medias y ciudadanos con fr¨¢giles o inexistentes libertades. All¨ª, el ¨¢lbum de fotos se torna m¨¢s hostil: Marruecos y Argelia mantienen su frontera cerrada desde hace d¨¦cadas; Israel y los palestinos persisten en el empe?o del odio y la exclusi¨®n; armenios, azer¨ªes, rusos, georgianos, osetios, abjasios, ingusetios y chechenos no terminan de encontrar la manera de saltar sus fronteras. Es una cr¨ªtica com¨²n decir que Europa se ha convertido en un actor irrelevante a escala mundial. Siendo cierto en gran medida, estas fotograf¨ªas muestran que la irrelevancia, si lo que significa es ver desaparecer las fronteras entre Estados y las divisiones entre personas, es una noble tarea a la que los dem¨¢s tambi¨¦n podr¨ªan dedicarse.
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