La mentira os har¨¢ ricos
Lance Armstrong confiesa sus excesos en el dopaje con una puesta en escena calculada
Las frases hechas, ?qu¨¦ gran invento para las almas atribuladas! Zas, un chasquido de dedos, y ya est¨¢, fuera. Con un ¡°la verdad os har¨¢ libres¡± resumi¨® la m¨¦dium Oprah Winfrey sus horas de confesionario con Lance Armstrong, y este respir¨® como liberado de una carga que le oprim¨ªa. Al otro lado de las c¨¢maras, a muchos espectadores de la actuaci¨®n, y de las l¨¢grimas del h¨¦roe, seguramente se les ocurri¨® otro corolario para tal final, otra frase hecha para acu?ar: ¡°...y la mentira, millonarios¡±.
Est¨¢ siendo, la de Armstrong, una vida que parece ya escrita. Su milagrosa ascensi¨®n desde el lecho del c¨¢ncer hasta las m¨¢s altas cimas de la riqueza, la fama y el hero¨ªsmo deportivo estuvo guiada por otra frase hecha ¡ªcarpe diem (vive al d¨ªa)¡ª, y podr¨ªa haberle servido a Bertold Brecht para tratar a Armstrong como a un Arturo Ui de los tiempos del capitalismo financiero. Su irresistible descenso al oprobio y la miseria es, en cambio, territorio de Tom Wolfe y su hoguera de las vanidades.
Armstrong ha sido el mejor tah¨²r, el m¨¢s protegido, el intocable, en unos tours en los que todos jugaban con cartas marcadas. Su camino, finalmente, solo ha encontrado una barrera insuperable cuando se ha cruzado con un tah¨²r mejor armado que ¨¦l. El tejano de los siete tours se tropez¨® con la USADA, la agencia antidopaje de su pa¨ªs, la ley y el orden encarnados en un personaje, su director, Travis Tygart, un sheriff con placa y pistola que en la mejor tradici¨®n de las pel¨ªculas del Oeste no dud¨® en recurrir a los trucos m¨¢s rastreros para acabar con el malo en un duelo de igual a igual.
Otros ciclistas antes que ¨¦l ¡ªLandis, Hamilton, Basso, Ullrich, Millar¡ª chocaron con su mentira solo cuando otros polic¨ªas revelaron sus secretos; y solo entonces, como Armstrong, se abrazaron a la verdad como quien se agarra a la ¨²nica tabla de salvaci¨®n que se les ofrece, a la desesperada. Si algunos de ellos fueron muy expl¨ªcitos en su desnudez, en el caso de Armstrong, la verdad que le dar¨¢ la vida y la libertad, o eso cree, fue una verdad controlada y limitada, una verdad que no ofende los o¨ªdos de los ni?os y de las personas mayores, una verdad que ya se sab¨ªa antes de que ¨¦l abriera la boca.
Una verdad de frases hechas y ensayadas, y, en todo caso, menos espectacular y atractiva que la mentira que le hizo millonario durante un tiempo.
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