Lo m¨¢s urgente es la ley de partidos
Tras la publicaci¨®n el domingo pasado del manifiesto ¡®C¨®mo reconstruir el futuro¡¯, EL PA?S abre con este art¨ªculo el debate sobre las reformas y los pactos necesarios para superar la crisis pol¨ªtica e institucional
El editorial de Financial Times del 4 de febrero dec¨ªa sobre Espa?a: ¡°Sus instituciones, desde la Monarqu¨ªa hasta el Poder Judicial, muestran signos de putrefacci¨®n¡±. As¨ª nos ven. Los casos B¨¢rcenas, Amy Mart¨ªn-Fundaci¨®n Ideas, ITV de Oriol Pujol, Palau, ponen al desnudo que los aparatos centrales de los partidos desarrollan tumores sin que sus dirigentes sepan/puedan/quieran controlarlos.
No son casos individuales de alcaldes o concejales que se forran con un plan urban¨ªstico o una licencia; presidentes de diputaci¨®n o alcaldes que colocan decenas de clientes para garantizarse su apoyo; desaprensivos (G¨¹rtel) o financiaci¨®n ilegal del partido (Filesa o Naseiro). Son met¨¢stasis en las sedes centrales abonadas por el descontrol del dinero, utilizado para ¡°engrasar la maquinaria¡± o llev¨¢rselo. Es la estaci¨®n t¨¦rmino de la pol¨ªtica de la Transici¨®n que, para estabilizar los partidos, concentr¨® en sus c¨²pulas los resortes sobre el acceso, ascenso y exclusi¨®n de la pol¨ªtica. O sea, para incluir y ordenar candidatos en listas electorales, excluir a los disidentes de los ¨®rganos del partido ¡ªcontrolando las elecciones internas con listas cerradas para todo¡ª, repartir cargos en las Administraciones y sat¨¦lites, dilatar el periodo entre sus congresos (cada cuatro a?os: solo Berlusconi y el Partido Comunista Chino lo superan), escapar al control de sus parlamentos internos (anul¨¢ndolos en la pr¨¢ctica) y sobre sus cuentas (acerca del Tribunal de Cuentas, EL PA?S, 11-2-2013, p¨¢gina 13).
El rendimiento de esta pol¨ªtica es decreciente. V¨¦ase el descenso de la calidad media de los pol¨ªticos ¡ªsalvo excepciones¡ª, sus discursos acartonados y la multiplicaci¨®n de casos de corrupci¨®n. La quiebra de las cajas de ahorros, el gasto descontrolado y el crecimiento del personal nombrado discrecionalmente en las Administraciones, la multiplicaci¨®n de organismos y el ocultismo en las retribuciones de los pol¨ªticos muestran que esta pol¨ªtica est¨¢ en la ra¨ªz de la crisis espa?ola. Lo que ahora pasa es que se ahoga en sus propios residuos. Es un fallo institucional que atraviesa a todos los partidos, de ah¨ª la alarma social. Esto pas¨® en Estados Unidos y en 1902, en Wisconsin, inventaron las elecciones primarias abiertas a los ciudadanos para elegir los candidatos a todo y romper los aparatos y sus corruptelas. La idea es que la democracia es el mejor desinfectante, y que los partidos son entidades muy importantes cuya actividad debe regularse por ley.
Salgamos de la lamentaci¨®n y las ideas gen¨¦ricas. Es urgente hacer una Ley de Partidos que transforme la pol¨ªtica espa?ola. No ser¨¢ f¨¢cil: como escribi¨® Garc¨ªa Pelayo, los partidos se resisten a ellas. La correosa renuencia del PP y PSOE a reducir el n¨²mero de concejales y aclarar sus retribuciones lo demuestra. Tomemos como modelo las leyes de Alemania o Estados Unidos.
La competencia entre los pol¨ªticos es la ¨²nica medida preventiva contra la corrupci¨®n
El objetivo es que los pol¨ªticos, dentro del partido, tengan fuentes de poder propias, es decir, que los cargos internos y los candidatos a las elecciones sean elegidos por los afiliados o por los ciudadanos, no designados por el jefe del partido, alcalde o presidente auton¨®mico. Esto introducir¨¢ competencia entre los pol¨ªticos, y la competencia es la ¨²nica medida preventiva contra la corrupci¨®n. No hay otro sistema: ni exigir cualificaciones previas, ni listas abiertas para que los ciudadanos elijan entre quienes propongan los de siempre (como ocurre con el sistema del Senado).
La clave siempre es qui¨¦n y c¨®mo hace la lista. Eso es lo que hay que cambiar. Esto requiere leyes que regulen la actividad de los partidos, que tienden naturalmente a la oligarquizaci¨®n y a eliminar a los disidentes. Para eso hay que encajar muchas piezas, porque son organizaciones complejas y escurridizas.
La ley debe obligar a los partidos a celebrar congresos bienales (Alemania) o anuales (Reino Unido). En los congresos se elige la direcci¨®n del partido. Los manuales de derecho pol¨ªtico dicen que la oposici¨®n controla al Gobierno. No es verdad, es una visi¨®n anticuada, son los parlamentos internos (Junta Directiva en el PP, Comit¨¦ Federal en el PSOE, Consejo Pol¨ªtico en IU, etc¨¦tera) los que pueden controlar al Gobierno y a la direcci¨®n de la oposici¨®n. Cuando se atisba que se van a perder las elecciones, estos ¨®rganos son m¨¢s incisivos que el Legislativo, y las maniobras, m¨¢s peligrosas (por eso han sido casi anulados en estas d¨¦cadas, espaciando sus reuniones y multiplicando sus miembros). Por tanto, clave: estos parlamentos internos no deber¨ªan tener m¨¢s de 150 miembros, y sus reuniones, celebrarse cada cuatro meses, con votaci¨®n secreta sobre la gesti¨®n de sus ejecutivas (fundamental). Esto no desestabilizar¨ªa a los partidos, los miembros de esos organismos son aguerridos profesionales, pero crear¨ªa un mecanismo que debe funcionar cuando sea necesario. Sus sesiones deber¨ªan ser p¨²blicas, porque un partido no es una asociaci¨®n privada, los ciudadanos pagan el sueldo de (casi) todos sus miembros y su funcionamiento, y que los partidos insistan en que sean secretas desvela que aqu¨ª reside el verdadero control. La composici¨®n de los congresos y parlamentos internos ha de ser proporcional al n¨²mero de afiliados o al n¨²mero de votos (en la provincia, distrito, etc¨¦tera), y no deber¨ªa haber miembros natos ni designados (en alg¨²n partido hay bastantes).
Todos los cargos internos y candidatos a instituciones representativas se deber¨ªan elegir por el voto secreto a personas de los afiliados o de los ciudadanos que se registrasen si el partido decide hacer primarias a la americana. Voto a personas, no a listas cerradas, y ordenaci¨®n en las listas por el orden de votos. El Partido Democr¨¢tico Italiano aplic¨® este sistema hace dos meses para elegir a sus candidatos. En Estados Unidos, las primarias las organizan los Estados, no los partidos; habr¨ªa que copiar la idea y prever que seis semanas antes de las elecciones se celebrasen elecciones a candidatos en todos los partidos, sustituyendo la tenebrosa cooptaci¨®n actual por una votaci¨®n transparente. Los partidos no se van a ir de los consejos de las cajas de ahorros, televisiones, ¨®rganos consultivos; por tanto, mejor reglar que sus candidatos sean elegidos por los parlamentos internos.
Controlar su financiaci¨®n. En Austria, si una comisi¨®n de expertos en publicidad sospecha que alg¨²n partido pasa los l¨ªmites de gasto en una campa?a electoral, abre una inspecci¨®n. Son precisas auditor¨ªas externas anuales (censores de cuentas elegidos aleatoriamente), limitar el mandato de los tesoreros a cuatro a?os e interventores internos. El Tribunal de Cuentas es una entelequia para controlar las cuentas de los partidos, mejor pasar a un sistema de auditor¨ªa externa.
La pol¨ªtica debe ser tan incompatible con la judicatura como la profesi¨®n de militar
Habr¨ªa que utilizar la Ley de Partidos para sacar la pol¨ªtica de la justicia y a los jueces de la pol¨ªtica. Abochorna que en altos tribunales el voto de sus miembros responda a la conveniencia del partido que los promocion¨®. Al Tribunal Supremo deber¨ªan acceder solo miembros de la carrera judicial por m¨¦ritos en ella. Se debe eliminar el turno para los que no son miembros de esta carrera: no es presentable que cuando van a llover demandas contra la banca acceda al Supremo el director jur¨ªdico de La Caixa. Debe desaparecer el tercio de magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia regionales elegido por el CGPJ a propuesta de las Asambleas de las comunidades. La incompatibilidad del personal de la judicatura con la pol¨ªtica ha de ser tan estricta como para los militares. Es un sarcasmo que los jueces no puedan afiliarse a un partido, pero s¨ª ser secretario de Estado, portavoz parlamentario o asistir a sus ejecutivas y volver a la justicia cuando acaba la experiencia. La justicia es como la mujer de C¨¦sar.
Hay que hacer muchas m¨¢s cosas. Revisar el sistema de elecci¨®n de los diputados nacionales, regionales y concejales. Reducir el n¨²mero de pol¨ªticos. Una Ley de la Funci¨®n Pol¨ªtica que aclare retribuciones, incompatibilidades, desempleo, estatuto de los asesores. Separar la pol¨ªtica de la carrera de los funcionarios, mejorar la elecci¨®n de los ¨®rganos constitucionales (CGPJ, Tribunales Constitucional, de Cuentas...) y reguladores para hacerlos independientes. Pero lo urgente es la Ley de Partidos, para drenar esta basura hasta un nivel soportable. Este es el paso vital para salir de la crisis. Esta pol¨ªtica nos asfixia.
Jos¨¦ Antonio G¨®mez Y¨¢?ez. Instituto de Pol¨ªtica y Gobernanza. Universidad Carlos III.
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