Mercanc¨ªas perecederas

La misma caja de cart¨®n que utilizamos usted y yo para recoger nuestras cosas cuando nos dan con la reforma laboral en la cabeza se utiliza como cuna en este orfanato de Bunia (Congo). No es, pues, que los ni?os de la foto est¨¦n a punto de ser facturados, aunque quiz¨¢ tambi¨¦n, sino que se les ha retratado en su h¨¢bitat y con sus pertenencias. La biograf¨ªa de cualquiera de estas cajas es a veces m¨¢s larga que las de los cr¨ªos que las ocupan. Se dise?aron y fabricaron en uno de los cinturones industriales de cualquier gran ciudad. Destinadas a servir de embalaje para el transporte de las mercanc¨ªas m¨¢s diversas (botellas de vino, mantas, antibi¨®ticos, televisores, aparatos microondas¡­), una vez cumplida esa tarea, y como nadie se atreve a desprenderse de ellas, comienzan a vivir una existencia propia, ajena a su primera funci¨®n, que las conduce al fondo de un armario empotrado o al rinc¨®n de un garaje, donde devienen en continentes de los trastos y los afectos m¨¢s variados, desde viejas fotograf¨ªas y cartas familiares hasta libros enfermos de lepisma, pasando por objetos de uso estacional, como los portales de Bel¨¦n y las figurillas del Nacimiento de Cristo. Con frecuencia llevan una vida m¨¢s interesante de la que cab¨ªa imaginar cuando salieron de la troqueladora. En el caso que nos ocupa, y dado que los ni?os, en gran parte de este ¨¢spero mundo, poseen la misma consideraci¨®n que las mercanc¨ªas perecederas, estas tres cajas de cart¨®n han recuperado su sentido original: el de meros contenedores de productos listos para su venta o adopci¨®n.