Estandarte de Europa
Los 27 jefes de Gobierno deben ordenar a sus ministros que eviten la ca¨ªda de Chipre y del euro
El euro naci¨® como un proyecto pol¨ªtico, como estandarte de una Europa que renegaba de su divisi¨®n en bloques, como herramienta para acelerar la uni¨®n continental. Claro que su virtud derivaba de la necesidad de completar el mercado interior, hacerlo visible y verificable mediante una unidad de cuenta y un medio de pago com¨²n. En este momento crucial a que nos aboca la crisis de Chipre, conviene no olvidar el paradigma original de la Uni¨®n Europea (UE): acercarse a la uni¨®n pol¨ªtica por medios inicialmente econ¨®micos.
Conviene no olvidarlo, pues renunciar al instrumento clave o mellarlo implicar¨ªa anular u oscurecer el objetivo ¨²ltimo: la uni¨®n pol¨ªtica. En esta senda, es hora de que los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la Uni¨®n Europea (UE) den una sola, y tajante, instrucci¨®n a sus ministros y que las instituciones comunes la compartan y la impulsen. Hay que evitar a toda costa cualquier soluci¨®n a la crisis de Chipre que suponga su salida del euro o que ponga en cuesti¨®n el car¨¢cter irreversible de este. Por motivos econ¨®micos, porque esas derivas debilitar¨ªan mortalmente a la uni¨®n monetaria, pero sobre todo pol¨ªticos, porque Europa no es sin su moneda.
Desde que se inici¨® la m¨²ltiple crisis econ¨®mica europea en oto?o de 2008 se han resquebrajado dos fundamentos de la uni¨®n monetaria: la atribuci¨®n a la deuda p¨²blica de un car¨¢cter de activo al 100% garantizado, que qued¨® erosionado con la quita parcial de los bonos griegos, y, ahora, el imperativo legal de la protecci¨®n de los dep¨®sitos bancarios, hasta los 100.000 euros. Ser¨ªa harto dif¨ªcil que el proyecto resistiese, inc¨®lume, una tercera agresi¨®n, la defecci¨®n de uno de sus miembros. Cancelar¨ªa su presunci¨®n de irreversibilidad.
En los comportamientos de Chipre ha habido actos inadecuados y hasta perversos. Se coquete¨® con capitales irregulares y ha habido una cerrada negativa a la unificaci¨®n de la isla impulsada por un plan de Naciones Unidas y auspiciada por la UE para facilitar el ingreso de Nicosia. Incluso ha habido ciertos residuos de una acci¨®n exterior obsoleta, menos comprometida con el continente. Pero, ?qu¨¦ es una crisis, sino la afloraci¨®n de las miserias de una sociedad que adquiere relieve al suscitarse un gran rev¨¦s econ¨®mico? Y adem¨¢s, ?acaso todo ello no era cosa sabida?
Los Veintisiete transitan ahora por un periodo refundador de su uni¨®n. Con altibajos, lentitudes y retrocesos, de dos a?os a esta parte vienen haciendo los deberes institucionales que quedaron pendientes en Maastricht: a saber, toda la nueva estructura de la uni¨®n econ¨®mica, con sus nuevas autoridades, el nuevo papel del BCE, los fondos de rescate, la incesante regulaci¨®n financiera...
Todo eso es econom¨ªa, por supuesto. Pero tambi¨¦n pol¨ªtica, porque la creaci¨®n de un nuevo polo de poder econ¨®mico federal ser¨¢ insostenible para los ciudadanos si no se acompa?a de su correspondiente poder de control democr¨¢tico. Y todo eso ?se dejar¨¢ caer por la dificultad de hallar 5.800 millones de euros? ?Es esa cantidad un argumento suficiente para paralizar los proyectos del proyecto Europa?
No es imprescindible rememorar las innumerables torpezas cometidas estos d¨ªas por todos los protagonistas del drama, ni sus detalles cuantitativos, ni su endeblez jur¨ªdica, para concluir que la Uni¨®n debe rectificar de inmediato. Debe agarrar el toro por los cuernos, debe exigir responsabilidad, por supuesto, a los chipriotas. Pero debe sobre todo impedir que caigan en el abismo: por ellos y porque arrastrar¨ªan a muchos, si no a todos. O se encuentran en la isla los recursos adecuados para resolver el entuerto o la eurozona debiera pensar en una operaci¨®n de salvamento a gran escala, quiz¨¢ adelantando la entrada en vigor de la recapitalizaci¨®n bancaria directa. Eso requiere, s¨ª, fortaleza pol¨ªtica, pues el dinero de los contribuyentes es mercanc¨ªa electoral por antonomasia.
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