Desempolvar la alta costura
La exposici¨®n ¡®Paris haute couture¡¯ recorre la historia de los tejidos en 100 vestidos. Reivindica su vigencia en este particular momento de la historia de la industria textil.
Durante m¨¢s de 20 a?os, un vestido verde dibujado en terciopelo azul oscuro de Charles Frederick Worth estuvo en el archivo del museo Galliera de Par¨ªs, respetando los requisitos de conservaci¨®n y restauraci¨®n que requiere la alta costura. La pieza del que se considera el creador de este tipo de artesan¨ªa de los tejidos sale ahora de las catacumbas de la instituci¨®n para mirar de frente a Alexander McQueen. El di¨¢logo entre dise?adores lo ha concitado Olivier Saillard, director del museo y comisario de Paris haute couture, la muestra que re¨²ne a maestros y disc¨ªpulos en una sala del Ayuntamiento de Par¨ªs sin mirarle las costuras al tiempo. De igual a igual.
¡°Hemos dedicado un a?o y medio de trabajo para seleccionar 100 vestidos¡±, explica en conversaci¨®n telef¨®nica Saillard. Ordenado de manera cronol¨®gica, el recorrido pone fecha de partida a mitad del siglo XIX y alarga su final hasta Crist¨®bal Balenciaga. Entre los renglones hist¨®ricos se cuelan Karl Lagerfeld para Chanel, Ricardo Tisci en nombre de Givenchy o Jean Paul Gaultier, sin desviar la l¨ªnea, pero con la clara intenci¨®n de certificar, como opina el comisario, que la t¨¦cnica de la alta costura se mantiene firme en los ateliers del nuevo siglo. ¡°No hay mucha diferencia entre lo que se hac¨ªa en el XIX y lo que se crea en la actualidad. Tal vez el reclamo est¨¦ en revalorizar el trabajo artesanal, la base de estos dise?os¡±.
Olivier Saillard demanda el oficio invisible de los bordadores atrincherados en los talleres de Par¨ªs. Los soldados que convirtieron la ciudad en sede de la alta costura desde unas barricadas tan s¨®lidas que ninguna otra metr¨®polis de la moda ha sido capaz de superarlas. Y eso que el advenimiento y consolidaci¨®n del pr¨ºt-¨¤-porter en las calles y los calendarios oficiales de la moda han hecho desaparecer muchos de estos talleres ¨Cunos pocos resisten bajo mando de Chanel.
Los desfiles que hasta los noventa mitificaban esta costura en m¨¢s de media hora de presentaci¨®n comenzaron a marchitarse. Una d¨¦cada despu¨¦s, Oscar de la Renta daba la puntilla en The Wall Street Journal: ¡°La alta costura se ha vuelto completamente irrelevante¡±. Olivier Saillard pretende con esta muestra, que se podr¨¢ ver hasta el 6 de julio en la sala Saint-Jean de la Alcald¨ªa, una visi¨®n m¨¢s pragm¨¢tica: ¡°La alta costura es el patrimonio de una casa de moda¡±. El historiador no es ajeno a la coyuntura de la moda, pero encuentra en un grupo de dise?adores contempor¨¢neos su peque?o reducto de argumento y satisfacci¨®n personal. ¡°Azzedine Ala?a, Comme des Gar?ons, Rei Kawakubo y Junya Watanabe tienen la habilidad de abrir nuevos caminos de investigaci¨®n, que a lo mejor no responden a los c¨¢nones de la alta costura, pero se acompa?an de una t¨¦cnica y un lenguaje igual de virtuosos¡±.
El mismo entusiasmo muestran desde la casa Swarosvki, patrocinador de Paris haute couture. Su trabajo con los cristales comenz¨® al mismo tiempo que en Par¨ªs el patronaje se complicaba. Desde entonces, seg¨²n relata Nadja Swarosvki, el recorrido no solo ha ido en ?paralelo, sino que se ha imbricado en los ?tejidos. ¡°Los 30 vestidos con cristales de la exposici¨®n muestran la evoluci¨®n de la t¨¦cnica¡±, explica la heredera. Desde los cristales en cadenas met¨¢licas de los primeros dise?os, el metal era el medio de uni¨®n, pasando por las piezas agujereadas que se cos¨ªan directamente, hasta los cristales que se planchan o remachan al tejido, ¡°aportando ligereza y versatilidad¡±.
El 90% de las prendas que se expondr¨¢n pertenece al museo Galliera, preparado para su pr¨®xima reapertura este oto?o tras las obras de reforma. El 10% restante sale de casas de moda parisienses como Dior y Chanel. Los dibujos y las im¨¢genes que conforman la segunda parte de la exposici¨®n muestran los borradores de los sue?os de los dise?adores, sus lugares de trabajo y las clientas que terminaron por cumplir esos delirios preciosistas. Elsa Schiaparelli, bajo mando de la editora jefe de la revista Harper¡¯s Bazaar, concluy¨® en 1938 una capa rosa tocada en la espalda con un gran sol bordado, otro de los in¨¦ditos de la exposici¨®n.
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