Todos huyen del saqueador del Palau
F¨¨lix Millet espera recluido en su mansi¨®n un juicio que podr¨ªa llevarle a la c¨¢rcel La investigaci¨®n cifra el expolio del expresidente del Palau de la M¨²sica en 24 millones Quien fuera pilar de la sociedad catalana, se ve hoy repudiado por quienes le agasajaban
La espera se le est¨¢ haciendo demasiado larga y tediosa al anciano F¨¨lix Millet Tusell. El hombre que confes¨® haber saqueado los fondos del Palau de la M¨²sica aguarda el juicio, para el que a¨²n no hay fecha, en un estado de ¨¢nimo cada vez m¨¢s sombr¨ªo. La investigaci¨®n sobre el expolio de una de las instituciones m¨¢s emblem¨¢ticas de la cultura catalana, cifrado en 24 millones, toca a su fin. Y Millet ya no parece aquel vividor que, aun despu¨¦s del esc¨¢ndalo, segu¨ªa gozando de una intensa agenda social. Su quehacer diario se limita, cada vez m¨¢s, a las cuatro paredes (es un decir) de su lujosa y descomunal mansi¨®n de L¡¯Ametlla del Vall¨¨s, a 40 kil¨®metros de Barcelona.
Un hombre con una voz extra?amente id¨¦ntica a la de Millet ¡ªgrave, potente, como surgida de las profundidades de la tierra¡ª descuelga el tel¨¦fono desde alg¨²n rinc¨®n de la casa, donde Millet se hizo construir, a imagen y semejanza del original ¡ªy con dinero del original¡ª un Palau a escala.
¡ªEl se?or Millet no se encuentra, ha salido a comer.
¡ª?Y ser¨ªa posible hablar con ¨¦l m¨¢s tarde?
¡ªP¨®ngase en contacto mejor con su abogado.
Millet, que arrastra una bien merecida fama de mentiroso y seductor ¡ªen su libro sobre el caso, el periodista Jordi Panyella le define como ¡°el gran impostor¡±¡ª, se ha convertido, a sus 77 a?os, en un animal nocturno. Apura al m¨¢ximo la hora de irse a la cama, aunque antes no hace gran cosa: consume horas en el sof¨¢. Se siente solo, dice su entorno. La relaci¨®n con su mujer, Marta Vall¨¨s, no pasa de una coexistencia pac¨ªfica. Ella, que tambi¨¦n est¨¢ imputada en el caso Palau, hace su vida al margen de la de ¨¦l. Mientras Millet permanece encerrado en casa ¡ªcon ocasionales escapadas a Barcelona para hacerse cargo de sus asuntos¡ª, Vall¨¨s lo mismo pasea con normalidad por L¡¯Ametlla que recorre miles de kil¨®metros para visitar a sus dos hijas. La di¨¢spora de los Millet ha llevado a Laila a Estados Unidos y a Clara a Australia, donde trabaja como responsable de marketing.
Antes, en los buenos tiempos, las largas distancias nunca hab¨ªan sido un problema para Millet. El saqueador confeso viaj¨®, con cargo a las arcas del Palau, a destinos ex¨®ticos ¡ªMaldivas, Polinesia, Camboya¡ª y a todo tren. Las vacaciones de verano son otra cosa: la familia sigue yendo a su casa de Fornells (Menorca). Pero tampoco la reparadora luz del Mediterr¨¢neo parece seducir, a estas alturas, a Millet. El a?o pasado ni siquiera viaj¨® a Menorca. Quienes le conocen afirman que est¨¢ ¡°descolocado¡± y se muestra taciturno ante la posibilidad de ingresar, en un futuro no muy lejano, en prisi¨®n.
¡°Casi no le vemos por aqu¨ª¡±, explica el propietario de un bar de L¡¯Ametlla. Un hombre, en la barra, tercia en la charla: ¡°Yo una vez me lo encontr¨¦ sentado en un banco¡±. Millet, el influyente y poderoso expresidente del Palau, fue tratado durante a?os casi como un padre de la patria. Hoy es el gran villano. Un apestado. Y todos le dan la espalda. Hace poco m¨¢s de un a?o estaba en un restaurante de Barcelona con otras dos personas; un cliente le reconoci¨® y amenaz¨® con que ¨¦l y sus 15 acompa?antes abandonar¨ªan la sala si no lo hac¨ªa Millet antes. En un gesto impensable tan solo tres a?os antes, cuando los mossos d¡¯esquadra irrumpieron en el Palau para registrarlo, el propietario le invit¨® a irse.
Un juicio sin fecha
La investigaci¨®n del caso del Palau de la M¨²sica arranc¨® en julio de 2009. Desde entonces, F¨¨lix Millet ha vivido casi cuatro a?os de informes y esc¨¢ndalos que han arruinado su imagen p¨²blica. La instrucci¨®n aborda ya su ¨²ltima etapa, aunque previsiblemente la fecha del juicio oral se fijar¨¢ ya el pr¨®ximo a?o. El 30 de septiembre, Millet se sentar¨¢ en el banquillo, pero por una derivada del ¡®caso Palau¡¯: el hotel que nunca se construy¨®.
El ostracismo social tambi¨¦n se percibe en el pueblo, de 8.000 habitantes. Y eso que los Millet son una instituci¨®n: hist¨®ricamente, la familia ha ejercido de mecenas local. ¡°Aqu¨ª vino una vez y le dije que no volviese¡±, explica el due?o de un establecimiento, que prefiere no revelar detalles del incidente. Su mujer, Marta, s¨ª suele frecuentar las calles de L¡¯Ametlla con desenvoltura. ¡°Va al supermercado, a la pescader¨ªa... A ella no le da verg¨¹enza nada¡±, sigue un cliente del bar. Suele acompa?arla David, que les hace de secretario y chico de los recados. ¡°Son de otra clase¡±, explica la due?a de un bar donde, seg¨²n los vecinos, se escapa, muy de vez en cuando, a tomar caf¨¦. Antes de que el esc¨¢ndalo saliera a la luz, Millet sol¨ªa dejarse ver por el pueblo los domingos: misa de doce y, despu¨¦s, comida exquisita en el restaurante La Mas¨ªa.
Millet tiene querencia por la hosteler¨ªa. Por los restaurantes refinados de los barrios ricos de Barcelona, como muestran las facturas del sumario, tambi¨¦n pagadas por el Palau. Pero tambi¨¦n por los locales de antes, aut¨¦nticos y con personalidad. Como el Rovica, en el centro de la ciudad. All¨ª fue visto hace pocos d¨ªas. Tom¨® dos caf¨¦s en la barra, hizo unas gestiones con un abogado y regres¨® a la terraza del bar. All¨ª permaneci¨®, solo, una hora m¨¢s.
El pasado verano, la polic¨ªa irrumpi¨® en la mansi¨®n para hacerse con algunas de las obras de arte coleccionadas por Millet, que deben servir para afrontar la fianza millonaria impuesta por el juez. Las paredes de la mansi¨®n son un reflejo m¨¢s de las sombras que parecen haberse apoderado de la personalidad de Millet. Donde antes luc¨ªan las obras de algunos de los maestros catalanes del modernismo y el noucentisme ¡ªRamon Casas, Isidre Nonell, Joaquim Mir¡ª, ahora se dibuja la nada. Millet se dirigi¨® a los periodistas a trav¨¦s del interfono, con su voz grave y potente: ¡°Se han llevado los cuadros, me han dejado las paredes de casa blancas¡±.
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