El escritor que siempre ha sido pele¨®n
El l¨¦xico cuidado que ha hecho a Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald merecedor del ¨²ltimo Premio Cervantes casa con su presente pac¨ªfico. Pero fue pele¨®n. Muy activo en la lucha antifranquista, a sus 86 a?os cree que para salir de los atolladeros del presente hay que seguir dando la cara "No me gusta verme en el lado oscuro"
Todo est¨¢ muy vivido en esta casa en la que habitan Pepe y Pepa desde hace siglos en Madrid.
Pepa Ramis fue campeona de nataci¨®n en Baleares. Cuando Pepe a¨²n era su novio, ella lo salv¨® de morir ahogado en Palma. ?l hab¨ªa intentado emularla, pero le fallaron las brazadas que ella daba como nadie. Hubo otros naufragios en la vida de Pepe, pero aquel no le impidi¨® a Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald casarse con la mujer con la que ha compartido la vida y con la que tiene hijos numerosos, innumerables nietos, y junto a la cual ha escrito casi toda la obra que le hizo merecedor del Cervantes que le entregan ahora.
Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald naci¨® en Jerez de la Frontera en 1926. A la derecha, el escritor en su casa. Arriba, retrato de su esposa, Pepa Ramis, en su juventud
Una casa muy vivida, llena de libros y de silencio. Los sillones, las estanter¨ªas, los lomos de los libros, la manera de hablar¡ todo aqu¨ª es esencial y se parece a ellos, sereno y risue?o, pero tambi¨¦n callado. Dice Pepe, un jerezano que naci¨® en una familia con una cierta tendencia a quedarse acostada, que cuando sal¨ªa con su amigo ?ngel Gonz¨¢lez ¡°pod¨ªamos estar una hora acodados en la barra de un bar sin hablar, el silencio es tambi¨¦n una buena palabra¡±.
Tiene el ego agarrado por el cuello, y lo ahoga a base de una risa breve. Cuando se apresta a escucharte, lo hace agarr¨¢ndose la sotabarba, como si la exprimiera; tiene los ojos claros, chispean; sabes, mientras escuchas, que se le est¨¢ ocurriendo una maldad. Pero es educado de cuna, y deja pasar el momento del chismorreo a favor de un silencio que precede siempre a la sustancia de lo que piensa.
Toda la vida en esta casa; desde hace algunos a?os tambi¨¦n tienen una casa en Sanl¨²car, que es el verano para Pepe; ah¨ª ha conducido su barca o su velero, desde ah¨ª ha visto las marismas que pueblan su obra narrativa (?gata ojo de gato, sobre todo) y su poes¨ªa (reunida bajo un t¨ªtulo que se le ocurri¨® muy temprano, en 1954 ¡°o por ah¨ª¡±, Somos el tiempo que nos queda), y desde ah¨ª ha visto el horizonte, que no es solo de mar ¡°sino de futuro, y despu¨¦s del futuro est¨¢ la muerte¡±.
Es pac¨ªfico, pero fue ¡°pele¨®n¡±; cuesta imagin¨¢rselo d¨¢ndose de trompadas. ¡°El alcohol empez¨® a jugarme malas pasadas¡±. Y cort¨® por lo sano. Ya solo se le ve degustando los vinos de Jerez o Sanl¨²car, o los tintos de La Rioja o la Ribera del Duero.
Le dije que su aspecto, su manera de hablar, su relaci¨®n con la vida evocan el verano. ¡°Mis memorias comienzan con una frase muy precisa: ¡®Las fronteras de la infancia suelen coincidir con las del verano¡¯. Cuando me veo de ni?o siempre es con calor, en la playa, en la azotea de casa, sofocado, corriendo, con poca ropa. Por ah¨ª va mi infancia¡±.
Como la infancia acompa?a a la gente hasta que se muere, es l¨ªcito asociarla tambi¨¦n con la sensaci¨®n de felicidad que transmite. ¡°Es posible. Juan Garc¨ªa Hortelano dec¨ªa que los ni?os de la guerra, cuando ten¨ªamos ocho o nueve a?os, viv¨ªamos las primeras aventuras por libre. Eso se lleva en la memoria para siempre. Y f¨ªjate si eran tiempos dif¨ªciles¡±.
As¨ª fue en la posguerra, donde se hizo ¡°pele¨®n¡±. Los padres lo dejaban hacer. ¡°Mi madre desciende de una familia muy conservadora, la del vizconde de Bonald, el fil¨®sofo tradicionalista, un contrarrevolucionario nato; pero todos los Bonald a los que yo conoc¨ª eran muy tolerantes, muy abiertos¡ Incluso el actual vizconde, Jean de Bonald, fue asesor de Mitterrand y es persona de lo m¨¢s abierta. Mi madre lo entend¨ªa todo, incluso entend¨ªa a los que menos ten¨ªan que ver con ella. Nunca fue autoritaria en ning¨²n sentido¡±.
Mi obra ya es muy larga, tanto como mi vida; he vivido y escrito mucho, quiz¨¢ demasiado¡±
?Y el padre? ¡°Mi padre era bastante introvertido. La guerra lo dej¨® muy lastimado; ten¨ªa una marca bodeguera que se fue al garete gracias a no s¨¦ qu¨¦ enredos de la industria vin¨ªcola. Creo que eso le produjo una decepci¨®n incurable. ?l era un republicano del Partido Reformista, el mismo en el que empez¨® militando Aza?a. Recuerdo alg¨²n registro de falangistas en mi casa, unos momentos angustiosos que ya cont¨¦ en alguna parte¡±. La violencia de la guerra. ?l eligi¨® entonces las peque?as libertades de la infancia, los padres toleraron sus aventuras: ¡°Yo era muy descontrolado, muy aventurero, pero en casa no me llamaban la atenci¨®n sino en casos muy sonados¡±. Y era guerrero. ¡°Ahora soy apacible¡±. Era el vino. ¡°Tuve una temporada bastante complicada en la que beb¨ªa mucho, trasnochaba, andaba metido en las irregularidades propias del caso. Y las depresiones que eso lleva consigo. Tambi¨¦n me gustaba provocar en seg¨²n qu¨¦ casos. Menos mal que me fui curando¡±.
La poes¨ªa le ha servido para darle curso a esa ri?a interior que le viene de lejos. Su propia indignaci¨®n se expres¨® hace diez a?os, m¨¢s o menos, cuando Espa?a intervino en Irak, ?¨¦l rompi¨® su silencio po¨¦tico y escribi¨® un libro cabreado, ?Manual de infractores.
¡°M¨¢s que indignado me he sentido enfurecido con lo que ocurr¨ªa; si hubiera sido m¨¢s joven, me habr¨ªa ido de Espa?a otra vez, como cuando me largu¨¦ en el peor tramo del franquismo a Colombia; entonces estaba cansado de censuras, sobresaltos, sectarismo, catolicismo armado¡ Y hace una d¨¦cada o cosa as¨ª, en la ¨¦poca del se?or Aznar, acab¨¦ harto de lo que ocurr¨ªa, de la porquer¨ªa que hab¨ªa alrededor, las mentiras, la tosquedad¡¡±.
Ahora no estamos en un momento mejor. ¡°No, estamos en un momento peor si cabe; la gente ya no cree en nada ni en nadie, hay mucho gregario y mucho sumiso, los corruptos se al¨ªan con los corruptos, las ideolog¨ªas se fueron al carajo, los pol¨ªticos andan todo el d¨ªa diciendo cosas que ellos mismos saben que son mentira. Ya solo sobreviven las manipulaciones del poder financiero¡±.
Un momento duro, un invierno fatal, cuyo verano es el Cervantes, una alegr¨ªa. ?C¨®mo se acomoda Pepe a la alegr¨ªa? ¡°Siempre me he acomodado bastante bien a mi suerte, nunca me ha afectado eso del ¨¦xito¡ Los escritores que piensan en el ¨¦xito se convierten en espantap¨¢jaros¡ Pienso que algo de lo que he hecho vale la pena, y eso ha sido un acicate para seguir trabajando. El Premio Cervantes tambi¨¦n me ha confortado en ese sentido. Mi obra ya es muy larga, tanto como mi vida; he vivido y he escrito mucho, quiz¨¢ demasiado¡±.
?Y la tristeza? ¡°He tenido fogonazos de des¨¢nimo, depresiones; pero para luchar contra las adversidades me he valido siempre de mi propia voluntad, yo soy mi voluntad¡±.
En los sesenta se qued¨® callado. Como dijo Cervantes de s¨ª mismo, ¡°ten¨ªa otras cosas en que ocuparme y abandon¨¦ la pluma¡±. Lo que le sucedi¨® fue que estuvo ¡°muy metido¡± en pol¨ªtica, ¡°en la lucha antifranquista¡±. Una ¨¦poca peligrosa, ¡°llena de est¨ªmulos humanos, de compensaciones morales¡ Despert¨¦ a la pol¨ªtica con Dionisio Ridruejo, cuando cre¨® su Partido Social de Acci¨®n Democr¨¢tica. All¨ª est¨¢bamos con Benet, con Polanco, con Jos¨¦ Mar¨ªa Moreno Galv¨¢n, con Pep¨ªn Vidal, con Fernando Baeza¡ Pas¨¦ un mes con Dionisio en la c¨¢rcel de Carabanchel y hablamos mucho. Yo ten¨ªa ciertos recelos, no entend¨ªa que alguien como ¨¦l, que hab¨ªa sido jefe de Falange, fuera de pronto un dem¨®crata. Pero me explic¨® muy bien su evoluci¨®n ideol¨®gica, y acab¨¦ convencido de que era una persona honesta. Era un converso y, en cierto modo, un perdedor. A m¨ª me ayud¨® mucho pol¨ªticamente en un principio¡±.
Ahora la gente ya no cree en nada ni en nadie, hay mucho gregario y mucho sumiso¡±
La suya fue la generaci¨®n de la amistad. ¡°Hab¨ªa un afecto bien repartido. Nos gustaba estar juntos¡±. Estaba el enemigo com¨²n, Franco, como dec¨ªa V¨¢zquez Montalb¨¢n. ¡°Eso nos junt¨® m¨¢s que nada, m¨¢s que la amistad o que las afinidades literarias. Nos agradaba vernos.¡± Ahora es dif¨ªcil juntar a escritores. ¡°Se prodigan los malos modales, el rencor, la envidia, la groser¨ªa¡ Lo noto mucho¡±. Raro que quienes trabajan con el alma sean capaces de la mezquindad. ¡°Hay una mala educaci¨®n c¨ªvica muy extendida, y adem¨¢s se escribe por lo com¨²n de una forma descuidada, apresurada, y eso no conduce m¨¢s que a la burocracia y la prosa ortop¨¦dica¡±.
¡°Creo que solo me conozco en parte, en lo m¨¢s externo, pero ese lado oscuro que todos tenemos¡ No consigo penetrar en ¨¦l, me cuesta trabajo asomarme al lado oscuro. No me gusta verme as¨ª, un personaje difuso, con algo de fr¨ªvolo, no s¨¦¡ Lo miro y me hago el desentendido¡±.
Muchos parientes Bonald de su familia decidieron vivir acostados. ?Tuvo esa tentaci¨®n? ¡°S¨ª, por supuesto. El abuelo, dos t¨ªos, un primo, otra t¨ªa. Pensaban que no hab¨ªa otro lugar mejor para pasar la vida. No eran enfermos imaginarios, se quedaban en la cama porque, seg¨²n ellos, ?ad¨®nde iban a estar mejor? Les alabo el gusto¡±.
Ha visto de todo. 86 a?os. ¡°Demasiado tiempo. La vida de un hombre debe ser limitada; la cabeza me funciona bien, aunque tengo algunas confusiones de la memoria. Escribo alg¨²n que otro poema, claro, pero no m¨¢s. La vejez es una putada. Adem¨¢s, ya he escrito suficiente, aunque nunca lo he hecho como esos colegas que fabrican un libro detr¨¢s de otro, les salga como les salga¡±.
Como en los cuadros de Luis Fern¨¢ndez o de Cristino de Vera, en esta casa incluso a oscuras hay luz. Antes de que Pepa nos avise de que as¨ª no podemos ni vernos, le pregunto qu¨¦ le parece m¨¢s peligroso de lo que sucede. ¡°La falta de moral, la crisis de valores, los latrocinios, tantos desafueros¡ Esa falta de moral me exaspera, me enfurece. Ha quedado fuera de la circulaci¨®n hasta la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos¡±. Ganas de acostarse. ¡°No, no. Ganas de salir de estos atolladeros dando la cara. Acostados ya hubo bastantes en mi familia¡±.
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