El periodista infiltrado
?Es leg¨ªtimo que un reportero de la BBC se cuele en Corea del Norte como parte de un viaje de estudios?
Menos mal que la BBC no envi¨® a su periodista disfrazado con un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford, porque entonces el rector de la universidad, Chris Patten, habr¨ªa tenido que enviar una en¨¦rgica carta de protesta al presidente del Consejo de Administraci¨®n de la BBC, Chris Patten: ¡°No entiendo c¨®mo ha podido usted permitir...¡±. (S¨ª, son la misma persona).
Estoy hablando de la trifulca por el viaje del periodista John Sweeney a Corea del Norte con un grupo de alumnos de la London School of Economics (LSE), infiltrado por encargo del programa Panorama de la BBC. Puede que, en comparaci¨®n con la necesidad de saber si el ¨²ltimo Estado verdaderamente totalitario del mundo presenta una verdadera amenaza de guerra nuclear, esto parezca una tempestad en un vaso de agua (o una muy brit¨¢nica taza de t¨¦), pero nos empuja a reflexionar sobre c¨®mo podemos descubrir las andanzas de esos reg¨ªmenes perversos y llenos de secretos sin sacrificar nuestros valores y poner a otros en peligro en el intento.
Llevo gran parte de mi vida dedicado precisamente a eso, desde el periodismo y desde la universidad, por lo que me interesan las reacciones de las dos partes. Parto de una enorme comprensi¨®n hacia el reportero disfrazado. No tenemos ninguna obligaci¨®n de ser sinceros con los tiranos. Y no hay nada como estar all¨ª, en el sitio. El primer art¨ªculo que publiqu¨¦ en un peri¨®dico estaba basado en mis experiencias durante una ¡°visita de progresistas¡± a Albania, que padec¨ªa entonces un r¨¦gimen totalitario muy parecido al norcoreano de hoy. Si Sweeney se hubiera infiltrado en una de las visitas que se organizan peri¨®dicamente a Corea del Norte, como han hecho otros periodistas, no merecer¨ªa m¨¢s que elogios. Pero no fue as¨ª, y el resultado es que nadie sale muy bien librado de esta historia.
La LSE ten¨ªa l¨®gicos motivos para preocuparse. Al parecer, varios de los miembros del grupo no hab¨ªan sido informados sobre su acompa?ante period¨ªstico. Despu¨¦s de los hechos, los alumnos recibieron correos electr¨®nicos amenazadores de un funcionario norcoreano, que amenazaba con hacer p¨²blicos sus ¡°datos personales¡± por haber infringido las leyes de su pa¨ªs. Si alguno de ellos pretend¨ªa dedicarse profesionalmente a los estudios sobre Corea del Norte, este habr¨ªa sido un mal comienzo. Sin embargo, la reacci¨®n p¨²blica de la LSE fue completamente desmesurada y quiz¨¢ contraproducente.
No tenemos ninguna obligaci¨®n de ser sinceros con los tiranos. Y no hay nada como estar all¨ª, en el sitio
La valoraci¨®n que hab¨ªan hecho con anterioridad los expertos de la BBC hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que, en el peor de los casos, los estudiantes corr¨ªan el riesgo de que los retuvieran y los expulsaran, y es muy probable que fuera verdad. La LSE no tuvo en cuenta el leg¨ªtimo inter¨¦s que tiene para la opini¨®n p¨²blica una investigaci¨®n period¨ªstica de este tipo. Su exigencia de que no se emitiera el programa fue rid¨ªcula. Su reacci¨®n habr¨¢ conseguido seguramente que todos los reg¨ªmenes autoritarios se pongan a buscar al gusano periodista oculto en cualquier grupo de estudio de la LSE. M¨¢s le habr¨ªa valido presentar una protesta en privado ante la BBC.
Por su parte, la BBC mostr¨® la propensi¨®n a la debilidad y las contemporizaciones retorcidas que parece caracterizar a sus ¨²ltimos administradores. Si hubiera informado a todos los que iban en el grupo y hubiera obtenido su consentimiento por escrito, como aconseja su Manual de estilo, ninguna persona razonable habr¨ªa podido quejarse. ¡°Al fin y al cabo, los estudiantes son adultos¡±, exclam¨® un antiguo director del Departamento de Pol¨ªtica y Relaciones Internacionales de Oxford. Por el contrario, da la impresi¨®n de que, en su mayor¨ªa, se enteraron solo en parte, en conversaciones privadas con la mujer del periodista (una antigua alumna de la LSE, que particip¨® en la organizaci¨®n del viaje) y el c¨¢mara, y no se les cont¨® todo, por su propia protecci¨®n, seg¨²n la BBC.
Es una tonter¨ªa sin sentido. Es la misma actitud de los directivos que ha hecho que en el programa de m¨²sica de BBC Radio One se emitiera un m¨ªnimo fragmento de la canci¨®n Ding dong, ?La bruja ha muerto!, con una breve explicaci¨®n de su historia, cuando ya se hab¨ªa difundido ampliamente en Internet como insulto p¨®stumo contra Margaret Thatcher. Por el amor de Dios, querida BBC, dec¨ªdete. O emites la maldita canci¨®n o no la emites. O les cuentas a los estudiantes lo que pasa y obtienes su consentimiento, o no.
Para conocer lo que ocurre en lugares llenos de secretos y maldades, son necesarios a?os de esfuerzo
En cuanto a los defensores de Sweeney, es normal pensar que el hecho de que su mujer organizara este viaje para una asociaci¨®n de alumnos de la LSE era tentador. Pero un repaso de la p¨¢gina web de la BBC revela una historia publicada cinco d¨ªas antes de la emisi¨®n de Panorama que explicaba las posibilidades tur¨ªsticas de Corea del Norte. Un cliente satisfecho se califica a s¨ª mismo de ¡°turista de aventura¡±. Un experto en el programa nuclear de Pyongyang me ha contado que, cuando habl¨® en un club de corresponsales extranjeros en Londres, result¨® que la mitad de los periodistas presentes hab¨ªan visitado Corea del Norte en viajes de ese tipo.
Adem¨¢s, el programa de la BBC no estuvo a la altura de las expectativas creadas. Fue interesante ver lo que les ense?an a los extranjeros ¡ªpor ejemplo, un fr¨ªo hospital modelo sin pacientes¡ª y algunas tomas borrosas de lo que no les ense?an, como los pobres que viven en zanjas. Pero las reflexiones m¨¢s interesantes eran, en su mayor parte, las de los expertos y desertores a los que hab¨ªan entrevistado fuera del pa¨ªs. ¡°Bienvenidos a la verdadera Corea del Norte¡±, declaraba Sweeney con gran pompa, de pie al otro lado de una alambrada construida, al parecer, para impedir que la gente de la calle se acercara al hotel en el que se alojaba su grupo. De ah¨ª se pasaba a una imagen de lejos de unos edificios de pisos de aspecto miserable. Pero ¨¦l no estaba en la verdadera Corea del Norte; estaba en un paisaje de cart¨®n piedra, un aut¨¦ntico pueblo Potemkin. En las siguientes escenas, en el centro de Pyongyang, bordeaba sin cesar el rid¨ªculo, con frases como ¡°algo est¨¢ pasando... se nota que la tensi¨®n va en aumento. Lo malo es que nos es imposible preguntar qu¨¦ es lo que pasa. No podemos saberlo¡±.
Nada que ver con el libro Nothing to Envy de Barbara Demick, que relata con minuciosidad y emoci¨®n las historias personales de seis norcoreanos, a partir de largas entrevistas y otras fuentes de informaci¨®n a su alcance. Demick, una periodista que tiene 10 a?os de experiencia en la regi¨®n, reconoce las aportaciones de otros corresponsales, especialistas y expertos de todo tipo. El resultado es un libro fant¨¢stico, que nos presenta algunas de las verdades que los gu¨ªas progresistas de las visitas a Corea del Norte suelen ocultar; para eso les pagan.
?Cu¨¢l es la moraleja? Que, para conocer de verdad lo que ocurre en esos lugares llenos de secretos y maldades, son necesarios a?os de esfuerzo por parte tanto de periodistas como de estudiosos, dispuestos a compartir los frutos de sus respectivos trabajos.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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