Bangladesh, dos d¨ªas despu¨¦s
Algunos lectores han preguntado escuetamente a este defensor por qu¨¦ la edici¨®n impresa no public¨® ninguna informaci¨®n sobre la tragedia en unos talleres textiles de Bangladesh hasta el d¨ªa 27 cuando la edici¨®n digital hizo un permanente seguimiento desde las 20.00 horas del d¨ªa 24. Ciertamente el diario impreso debi¨® recoger con m¨¢s prontitud lo sucedido. Fue un error de valoraci¨®n no hacerlo. La primera noticia sobre el derrumbe de un edificio de ocho plantas en Dacca cifraba en, al menos, 110 los fallecidos y en 600 los heridos. Se daba, adem¨¢s, la circunstancia agravante de que las autoridades hab¨ªan advertido sobre la existencia de grietas en las instalaciones y hab¨ªan pedido a los propietarios que paralizasen la actividad hasta comprobar la seguridad de las instalaciones. Los propietarios ignoraron la advertencia y, seg¨²n varios trabajadores, les obligaron a acudir a los talleres.
La edici¨®n impresa prest¨® por primera vez atenci¨®n a lo sucedido el d¨ªa 27 y lo hizo destacando un aspecto realmente significativo: la relaci¨®n de estos talleres con empresas textiles occidentales. Ello encabez¨® el titular de la noticia (El derrumbe de Bangladesh eleva la presi¨®n sobre las empresas occidentales) y fue la foto de portada. Aquel d¨ªa, la cifra de muertos ya superaba los 300. El d¨ªa 1 de mayo se publicaba un reportaje de The New York Times sobre las tareas del rescate y el drama de quienes todav¨ªa esperaban poder recuperar con vida a sus familiares. La misma edici¨®n publicaba un editorial donde se sosten¨ªa que las empresas textiles occidentales, clientes de estas industrias, deben intensificar la supervisi¨®n directa en el terreno, pero eso no basta. Tambi¨¦n es su obligaci¨®n presionar a unas autoridades que no han mostrado hasta ahora ning¨²n inter¨¦s en poner coto a los abusos. Y los propios Gobiernos no pueden quedar al margen. Este drama y su vinculaci¨®n con determinada moda a precios incre¨ªbles, como se titulaba la carta de un lector en la edici¨®n impresa, tambi¨¦n estuvo presente en las manifestaciones del 1 de mayo (Este es el resultado de la globalizaci¨®n econ¨®mica sin la globalizaci¨®n de derechos). El d¨ªa 2, Llu¨ªs Bassets dedicaba su art¨ªculo de opini¨®n al tema. La desregulaci¨®n y el Estado m¨ªnimo, al igual que la prohibici¨®n de los sindicatos, que tanto gustan a los conservadores occidentales, son la guada?a de la muerte para los obreros de la confecci¨®n., escrib¨ªa.
Es l¨®gico que la edici¨®n digital pueda estar m¨¢s atenta a la evoluci¨®n diaria del recuento de v¨ªctimas, una cifra que sigue en aumento. El diario, en su versi¨®n impresa, err¨® al no reaccionar informativamente los dos primeros d¨ªas a la noticia del derrumbe. Pero, aunque inevitablemente de forma tard¨ªa, ha recuperado el tema centr¨¢ndolo en la cuesti¨®n que seguramente tendr¨¢ mayor alcance pol¨ªtico y social, al margen de la enorme tragedia humana.
Se trata, adem¨¢s, de una tragedia que no es in¨¦dita. Lo explicaba un reportaje publicado por este diario en diciembre del a?o pasado: M¨¢s de 600 muertos y 2.000 heridos en seis a?os. Podr¨ªan ser las estad¨ªsticas de un conflicto armado, pero es solo la lista de trabajadores afectados por los incendios que se han declarado desde 2006 en f¨¢bricas textiles (¡) De los muertos por otros accidentes de trabajo, y de quienes se dejan la salud practicando t¨¦cnicas como el sandblasting -el disparo de un chorro de arena para desgastar los vaqueros-, no hay datos. "Son las v¨ªctimas colaterales de la codicia de multinacionales y de Gobiernos", dispara Amirul Haque Amin, presidente de la Federaci¨®n Nacional de Trabajadores del Textil de Bangladesh (NGWF). "Su vida es el verdadero precio de la etiqueta made in Bangladesh ".
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