Camino de perfecci¨®n
La firma Bottega Veneta es la inventora del ¡®lujo tranquilo¡¯, una visi¨®n m¨¢s intemporal, artesanal y funcional de la moda, que representa la discreta personalidad de Tomas Maier adaptada a todos sus productos
En cierta ocasi¨®n pidieron a Halston que explicara la diferencia entre estilo y moda. Confidente y modista de cabecera de Jackie Kennedy, Liz Taylor, Liza Minnelli y Bianca Jagger, con la clarividencia que le proporcionaban aquellas madrugadas bailando junto a sus ¨ªntimas en Studio 54 hasta ver surgir el sol entre los rascacielos de Manhattan, contest¨® sin pesta?ear: ¡°Una temporada puedes estar de caza y pesca, y la siguiente, en la China continental. Eso es moda. El estilo es otra cosa: no cambia; es continuidad, una l¨ªnea recta, el refinamiento de un mismo vocabulario¡±.
Tomas Maier, de 56 a?os, alem¨¢n con pasaporte americano, director creativo y alma de la firma Bottega Veneta, podr¨ªa suscribir punto por punto esa declaraci¨®n de principios. De hecho aporta de su cosecha una definici¨®n que colinda con la del difunto Halston y es tambi¨¦n antag¨®nica con la caprichosa y dictatorial ley del p¨¦ndulo de la moda: ¡°Cada colecci¨®n debe ser la evoluci¨®n de un mismo trabajo, un paso adelante; un proceso distinto para llegar al mismo lugar; el perfeccionamiento de lo existente, la correcci¨®n de los errores. La obsesi¨®n por reinventarse cada temporada tirando lo anterior a la basura me parece una estafa¡±.
Cada colecci¨®n debe ser la evoluci¨®n de un mismo trabajo, el perfeccionamiento de lo existente¡±
Tomas Maier escaneaba lo que ocurr¨ªa en torno suyo durante una fiesta de Bottega Veneta en Shangh¨¢i el pasado mes de julio (por la apertura de su tienda 21 en China). Absorto, con sus ojillos azules entornados hasta desaparecer en un rostro p¨¦treo tapizado por una barba gris de d¨ªas y adornado por esa enigm¨¢tica media sonrisa que nunca borra del todo, parece feliz en su mundo interior. Nada se le escapa. Todo le inspira. En particular el color. De ah¨ª surge todo. Puede ser la luz anaranjada de Miami o el ocre de las callejuelas de Roma o el gris de las monta?as de Maine. ?l se pierde en esos territorios con su aspecto de trapense o de Leonard Cohen en sus a?os de monje budista; observa y toma nota. Y luego desarrolla. Nadie le molesta. Pocos le asaltan a codazos armados de smartphone para congelar su figura de dise?ador estrella. Es invisible. Su pareja desde hace m¨¢s de 20 a?os, Andrew Preston, un ex funcionario del Departamento de Estado al que conoci¨® en las noches locas del Par¨ªs de los ochenta (¡°siempre hab¨ªa alguna fiesta¡±), con el que vive en Palm Beach y que es pieza clave en sus negocios (algo as¨ª como Berg¨¦ con Saint Laurent o Giammetti con Valentino), le ha definido con guasa como ¡°M¨ªster Discreto¡±. Lo es hasta el paroxismo. Es la primera se?a de identidad que inocul¨® en Bottega Veneta cuando se hizo cargo en 2001 de aquella compa?¨ªa sin rumbo, desacreditada y en bancarrota, que hab¨ªa saltado sin red de la elegante marroquiner¨ªa transalpina al neopunk londinense. Maier tom¨® el control y apost¨® por un lujo tranquilo, individualista, lac¨®nico, hacia dentro, sin ostentaciones. M¨¢s unido a la calidad de vida, al disfrute de los sentidos, que a la exhibici¨®n. As¨ª es Maier y as¨ª es su obra. Son inseparables. Los rasgos de su personalidad est¨¢n hoy en el ADN de Bottega Veneta, en sus bolsos, muebles, joyas y el pr¨ºt-¨¤-porter para hombre y mujer. Y viceversa. Una perfecta simbiosis donde lo importante es la marca, no la vida del creador. Lo importante es la discreci¨®n y la disciplina: una colecci¨®n homog¨¦nea; una sola imagen, una sola publicidad, un solo tipo de tiendas, talleres siempre propios y una distribuci¨®n exclusiva. Y una sola voz.
Dentro de esa l¨ªnea filos¨®fico-comercial, Bottega Veneta es una marca de lujo sin alardes ni logotipos. Muchos socialites ignoran qui¨¦n es Tomas Maier, aunque dirija una de las firmas m¨¢s exclusivas, originales, reputadas y rentables del lujo global (la segunda en beneficios tras Gucci dentro del imperio multimarca PPR) y se peleen por conseguir las ediciones limitadas de sus bolsos Cabat (el mascar¨®n de proa de la marca, una especie de cesta playera de piel trenzada a mano durante d¨ªas) a 70.000 euros en cocodrilo. Maier es un creador, pero es otra cosa. Y esa es la gracia de este modista imperturbable.
Los pilares de su modelo creativo son el equilibrio y la b¨²squeda de la perfecci¨®n, aun sabiendo que no existe. Prefiere corregir mil veces que reinventar. Es la clave. Por formaci¨®n, car¨¢cter y voluntad se asemeja m¨¢s a un dise?ador industrial que a un modista; en realidad, a lo que se parece es a un arquitecto suizo (pongamos por caso a Herzog y De Meuron), con la eterna pretensi¨®n de conseguir el balance exacto entre la funci¨®n y la forma; Maier se niega al formalismo mentiroso destinado a la alfombra roja. Busca dise?ar cosas que funcionen. ?tiles. No es un modista con el ego bien alimentado por el marketing, el aplauso de las celebridades, el incienso de las revistas y el servil culto a la personalidad tan habitual en las firmas de moda. ?l lo explica: ¡°No me gustan los focos, las entrevistas ni los equipos demasiado grandes; no viajo en avi¨®n privado ni tengo ayudantes, lo hago todo directamente. Baso mi trabajo en el contacto directo, no en miles de e-mails; me gustan las cosas que sirven para algo; no aguanto que haya demasiada gente a mi alrededor; me gusta que todo sea escueto y directo; con mucho espacio y pocos muebles, como mi casa o mi lugar de trabajo; no estoy todo el d¨ªa detr¨¢s de mis colaboradores ni tengo rabietas; creo en la libertad y la disciplina; que cada uno haga su trabajo y se vaya a su hogar y haga su vida, como yo hago la m¨ªa. La moda solo es el 50% de mi existencia¡±.
No me gustan los focos, las entrevistas ni los equipos grandes. Me gusta lo escueto y lo directo¡±
Maier descubri¨® la arquitectura, la columna vertebral de su trabajo, al lado de su padre, arquitecto, al que acompa?aba de ni?o mientras proyectaba en su tablero de dibujo de la casa familiar de Pforzheim, en el sur de Alemania. ¡°Nunca fui lo suficientemente bueno en matem¨¢ticas para dedicarme a la arquitectura y opt¨¦ por la moda¡±. A mediados de los setenta aprendi¨® c¨®mo aplicar las leyes de la f¨ªsica y la est¨¦tica a la estructura, el corte y la ca¨ªda de cada prenda, en la C¨¢mara Sindical de la Alta Costura de Par¨ªs. De all¨ª saldr¨ªa con un t¨ªtulo oficial y el dominio t¨¦cnico del oficio y comenzar¨ªa una escalada fren¨¦tica, pero sin sobresaltos, que culminar¨ªa con la direcci¨®n del pr¨ºt-¨¤-porter de Herm¨¨s (la marca ep¨ªtome del lujo tranquilo) en los noventa, tras pasar por Guy Laroche, Sonia Rikyel y Revillon. En 1999 abandon¨® todo por sorpresa para fundar su propia empresa de moda de ba?o y trasladarse junto a Preston a Florida para empezar de nuevo. ¡°Quer¨ªa tener m¨¢s autonom¨ªa; quer¨ªa una ciudad con luz y buen tiempo y sabores y olores donde se viviera hacia fuera¡±. Ten¨ªa 43 a?os. Se fue a vivir al barrio de Gulf Stream, cerca de la playa, y mont¨® su estudio en un di¨¢fano viejo taller de panader¨ªa.
A Tomas Maier le aburre hablar de s¨ª mismo. Tiene poco que ver con los gal¨¢cticos de la moda, con el aire versallesco de Lagerfeld, el bronceado mediterr¨¢neo de Armani y Valentino, el malditismo del difunto McQueen, las tormentas personales de Galliano o las dietas de Marc Jacobs. Su estilo tiene mucho que ver personal y est¨¦ticamente con un grupo sin nombre de dise?adores centroeuropeos propensos al minimalismo, la contenci¨®n y el perfil bajo, que han definido en voz baja la moda en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, entre los que se encontrar¨ªan Jil Sander, Helmut Lang, Raf Simons o Martin Margiela. Estamos sentados frente a frente durante una cena de gala en la Shanghai Gallery of Art, en el elegante barrio de Pudong, colgados sobre el r¨ªo Wusong. Las invitadas chinas llevan exclusivos vestidos, joyas y complementos que en Occidente ya solo se ven en las revistas. Viste de uniforme. Pelo a cepillo, americana azul, pantal¨®n gris de lona, camisa blanca y zapatos negros de cordones de anca de potro sin calcetines. Un viejo Rolex Daytona en la derecha y un anillo de oro mate en la izquierda. Est¨¢ en forma. Es simp¨¢tico y puede llegar a ser un buen c¨®mplice de mesa. A mi lado se sienta el jovial top model chino Hao Yun Xiang, ataviado con un traje de Bottega de corte rectil¨ªneo y color pistacho; junto a Maier, la doctora Li, la dentista m¨¢s reputada de la ciudad y la mejor clienta de Bottega en Shangh¨¢i. Personifica la pasi¨®n china por el modelo Maier. Tiene siete bolsos de la firma. Acuna entre sus brazos su favorito, de cocodrilo, al que protege con su servilleta de lino en tono titanio de la soja y el aceite de oliva del men¨² fusi¨®n. Frente a la crisis econ¨®mica de Occidente, el lejano Oriente est¨¢ salvando las cuentas de los holdings del lujo europeo con un porcentaje de mercado que ya representa un tercio de su facturaci¨®n. Su pasi¨®n por Bottega Veneta, por ese concepto de lujo tranquilo, es evidente. Jap¨®n es su primer mercado. China no va a la zaga. ¡°Los orientales est¨¢n muy cerca de nuestro modelo¡±, me explica Maier, ¡°porque veneran la artesan¨ªa y las tradiciones¡±.
Los orientales est¨¢n muy cerca de nuestro modelo porque veneran la artesan¨ªa y las tradiciones¡±
Cuando Tomas Maier fue fichado por Tom Ford (en esos d¨ªas cabeza del grupo Gucci, que hab¨ªa adquirido a precio de ganga Bottega Veneta a la familia Moltedo, y habitual de las fiestas de Maier en su apartamento del parisiense Palais Royal) para hacerse cargo de la firma a comienzos de 2001, puso dos condiciones: todo el poder y nada de entrevistas. ¡°Quer¨ªa tener el control del proceso creativo, desde las tiendas hasta la publicidad, los talleres y los productos. Si controlas la fabricaci¨®n, controlas la calidad. Si controlas la distribuci¨®n, controlas la imagen. Lo ¨²nico que me interesa es hacer productos que sienten bien y te hagan sentir bien, con una buena elaboraci¨®n, perfectos por dentro y por fuera, que duren y no se pasen de moda. No tengo m¨¢s que decir¡±.
De ni?o, Maier era nulo en matem¨¢ticas, pero ha aplicado una ecuaci¨®n a Bottega que ha resultado correcta. Sus variables son una gran artesan¨ªa y materiales de m¨¢xima calidad, un uso inteligente de la tecnolog¨ªa y la innovaci¨®n combinadas con la tradici¨®n y una tendencia a la funcionalidad y el dise?o contempor¨¢neo. Sin logos ni artificios. El modelo ha funcionado. Hoy Bottega Veneta factura 600 millones de euros y es m¨¢s rentable que Yves Saint Laurent. Ha creado una escuela en Vicenza para formar a los futuros artesanos (¡°y que luego no se nos vayan a Loewe¡±, bromea Maier). Y es, sobre todo, un referente.
Termina la cena. Tomas Maier, maestro del deconstructivismo aplicado a la moda, confiesa: ¡°Prefiero elBulli¡±. Sonr¨ªe y se pierde en las sombras. Debe volar vuela a Pek¨ªn, y de all¨ª, a Mil¨¢n y Nueva York. Nadie se da cuenta de su marcha. Su anonimato es su firma.
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