Necesitamos conciencia moral
La situaci¨®n que vivimos invita a hablar, cada vez m¨¢s, de valores y de ¨¦tica Necesitamos sentir que los mayores bienes conquistados por el ser humano no se derrumban bajo el s¨ªndrome de la corrupci¨®n
Hay un sufrimiento a?adido a lo que estamos viviendo como corrupci¨®n, mala praxis pol¨ªtica, desahucios, abusos de los mercados financieros y esa larga lista que no solo empobrece nuestras condiciones de vida, basadas ya en la pura supervivencia, sino que empobrece el sentido de nuestra humanidad.
Lo que agrava la situaci¨®n es que no salga nadie y diga ¡°lo siento¡±. Lo que empeora nuestro ¨¢nimo es que no haya un alma que se averg¨¹ence de lo que ha hecho o ha permitido que sucediera, sabiendo sus consecuencias. Lo que da?a nuestro sentido humano es que algunos corazones no hayan sufrido dolor por la angustia ajena, ni la m¨¢s leve culpa por su irresponsabilidad, ni la compasi¨®n necesaria para asumir conjuntamente parte de la carga y de la soluci¨®n a tantos problemas. Parece como si la ¨¦tica y la moral pertenezcan al terreno de la literatura y de las grandes declaraciones, mientras que las acciones se ti?en de una espeluznante realidad: ?Tonto el ¨²ltimo!
La verdadera felicidad consiste en hacer el bien¡± (Arist¨®teles)
Toda acci¨®n surge de una intenci¨®n que, por muy interesada que sea para uno mismo, repercutir¨¢ en los dem¨¢s y en el mundo. De ah¨ª nace la conciencia moral que procura distinguir entre los principios que gobiernan a uno mismo y la consideraci¨®n ¨¦tica de sus acciones. Sin embargo, todo intento de volver a reivindicar valores y principios morales topa con muchas dudas, algunas tan antiguas como las que plante¨® S¨®crates el fil¨®sofo: ?Puede ense?arse la virtud? ?C¨®mo se adquiere esta cualidad, si no es posible ense?arla?
La educaci¨®n del car¨¢cter tiene su fundamento te¨®rico en la ¨¦tica de las virtudes que proclam¨® Arist¨®teles. Seg¨²n el maestro griego, la virtud tiene tres aspectos bien definidos: un comportamiento (una conducta que podr¨ªamos considerar como virtuosa como, por ejemplo, la generosidad), un sentimiento (se act¨²a con generosidad porque es bueno, porque hace bien, porque se ama ser generoso) y finalmente una raz¨®n (permite reflexionar los motivos por los que ciertos actos y rasgos son buenos y otros malos). De poco sirve adoctrinar sin la pr¨¢ctica y la integraci¨®n emocional de la virtud: no es la raz¨®n, sino el sentimiento, el que nos mueve a actuar.
LIBROS
¨C ¡®Breve historia de la ¨¦tica¡¯, de Victoria Camps. Editorial RBA.
¨C ¡®?Qu¨¦ significa educar en valores hoy?¡¯, de Guillermo Hoyos, Miquel Mart¨ªnez, Marieta Quintero, Alexander Ruiz y Carlos Thiebaut. Ediciones Octaedro.
¨C ¡®Tras la virtud¡¯¡¯, de Alasdair MacIntyre. Editorial Cr¨ªtica.
¨C ¡®Crear capacidades¡¯¡¯, de Martha C. Nussbaum. Editorial Paid¨®s.
¨C ¡®La educaci¨®n moral¡¯, de Nel Noddings. Amorrortu Ediciones.
Ahora se insiste en recuperar valores. ?C¨®mo lo haremos para integrarlos a nuestra vida? ?Sirven los de toda la vida, o tal vez est¨¢n en proceso de transformaci¨®n? ?Tendremos que volver a los viejos relatos heroicos para lograr un modelo ideal como hac¨ªa el viejo Homero, aunque al precio de un inevitable determinismo? Pocos admitir¨ªan hoy una educaci¨®n en valores que fuera sin¨®nimo de socializaci¨®n.
Nos encontramos as¨ª en tierra de nadie: nos quejamos de crisis de valores, se exige m¨¢s educaci¨®n moral, pero a su vez nos parece un discurso anticuado. Como apunta Alasdair MacIntyre, ¡°la moral puede ahora favorecer demasiadas causas y la forma moral provee de posibles m¨¢scaras a casi cualquier cara¡±. Ya fue Nietzsche quien advirti¨® de esta habilidad vulgarizada del moderno lenguaje moral.
Los fil¨®sofos antiguos se preguntaban: ?c¨®mo debemos vivir? Hoy, en cambio, la pregunta puede ser otra: ?qu¨¦ podemos ser? MacIntyre propone que tengamos antes en cuenta de qu¨¦ historia o historias nos encontramos formando parte. Entramos en sociedad con m¨²ltiples papeles asignados, con guiones previamente escritos que infieren lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal. Cuenta Victoria Camps que ¡°la ¨¦tica de la modernidad es una ¨¦tica de los deberes, a diferencia de la ¨¦tica antigua, que era una ¨¦tica de las virtudes. A la ¨¦tica le concierne establecer las obligaciones que atan al individuo con la sociedad en la que vive¡±. Ocurre que no son leyes, sino c¨®digos de conducta que acaban dependiendo de la responsabilidad propia. ?C¨®mo educar esa conciencia? ?Qu¨¦ f¨¢cil es hablar de moral y de valores, y qu¨¦ dif¨ªcil actuar coherente y comprometidamente con ellos!
No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es solo esto: responsabilidad¡± (George Bernard Shaw)
Ejemplo de rectitud e integridad fue Immanuel Kant. Su propuesta de moral, tan universalizadora como inevitablemente abstracta y formal (justicia, paz, libertad¡) solo encuentran refugio en la idea de que el deber moral supremo es el respeto, a uno mismo, al otro y a la humanidad. La dignidad y la libertad, el ser humano como fin en s¨ª mismo. Eso lo entendemos todos y, por lo visto, la mayor¨ªa estamos de acuerdo. ?Por qu¨¦ entonces tenemos la sensaci¨®n que el mundo se parece m¨¢s a la ¨¦tica del miedo de Hobbes (¡°El hombre es un lobo para el hombre¡±) que no a la conciencia moral kantiana?
Los tiempos de tribulaciones son ¨®ptimos para el pesimismo y el parasitismo. La consideraci¨®n de que el mundo se hunde y de que no tiene soluci¨®n gana en adeptos sumidos en los sentimientos morales expresados por P. F. Strawson: el resentimiento, la indignaci¨®n y la culpa. Todos ellos se manifiestan en nuestras relaciones interpersonales, que, a la postre, determinan el sentido mismo de nuestro comportamiento social. Quiz¨¢ por ah¨ª se entrev¨¦ algo que no alude tanto a deberes y obligaciones morales como a sensibilidades.
?Qu¨¦ ser¨ªa de la vida si no tuvi¨¦ramos el valor de intentar algo nuevo?¡± (Vincent van Gogh)
Cuenta Guillermo Hoyos, de la Universidad de Bogot¨¢, que esos sentimientos y sus contrapartidas positivas, el agradecimiento, el perd¨®n, el reconocimiento o la solidaridad, constituyen una especie de sistema de relaciones interpersonales que dan cohesi¨®n a las organizaciones y al tejido social: ¡°La sensibilidad moral es todo un sistema de alarmas y sensores que tenemos instalados los humanos que nos permiten estar atentos y cuidar nuestras vidas y las de los semejantes¡±. Salimos as¨ª de la cueva interior, de creer que la moral se origina en la interioridad del sujeto.
Vamos camino de una visi¨®n de comunidad que se desprenda de una vez de los tiempos de individualismo que nos han precedido. Ya basta de tanto lobo, de tanta ambici¨®n materialista, de tanto abuso del otro y de tanta mediocridad en el trato humano. Nada es m¨¢s desesperanzador que convivir con la miseria moral. A la dignidad del pobre se opone la indignidad del m¨ªsero, aquel que vive alejado del amor, desconectado del coraz¨®n.
Nos sirven los universales de Kant, el m¨¦todo aristot¨¦lico y la m¨¢s moderna ¨¦tica aplicada. Todo ello en el juego de la acci¨®n social, las relaciones interpersonales, a trav¨¦s de las que intuimos y elaboramos aquello que nos parece que es el bien mayor. Aspiramos, por el bien de todos, a una mayor sensibilidad moral (respeto y dignidad), una mayor capacidad de ser para uno (responsabilidad), para los dem¨¢s (v¨ªnculos ¨¦ticos y compasivos) y para el mundo en su conjunto (valores c¨ªvicos).
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