El atentado perfecto
El 22 de mayo, en compa?¨ªa de un c¨®mplice, el joven Michael Adebolajo embisti¨® con su auto al soldado brit¨¢nico Lee Rigby en una calle de Londres. A continuaci¨®n baj¨® del coche, se acerc¨® a Rig?by, que yac¨ªa en el suelo, y lo degoll¨® con un cuchillo de cocina.
Eso fue lo m¨¢s salvaje que hizo Adebolajo ese d¨ªa. Pero no lo m¨¢s raro. Inmediatamente despu¨¦s del ataque, con las manos a¨²n manchadas de sangre, en vez de huir, se puso a buscar una c¨¢mara de v¨ªdeo para confesarle lo que acababa de hacer.
Y lo m¨¢s raro de todo es que la encontr¨®. De hecho, todos los transe¨²ntes llevaban una en sus tel¨¦fonos. M¨¢s que buscar la c¨¢mara, Adebolajo la escogi¨®.
Esa tarde, la imagen de Adebolajo ensangrentado se col¨® en nuestras pantallas y en las del mundo. Durante varios segundos, el asesino explica que ha matado al soldado para protestar por las guerras de Irak y Afganist¨¢n, pide disculpas a las damas por el lamentable espect¨¢culo y exhorta a los ciudadanos occidentales a cambiar a sus Gobiernos. A continuaci¨®n se despide y merodea alrededor del cad¨¢ver, en espera de que llegue la polic¨ªa y le haga el favor de inmolarlo.
La estrategia terrorista exige demostraciones de fuerza. El objetivo de los atentados es atraer la m¨¢xima atenci¨®n posible atacando objetivos de apariencia invulnerable y fuerte carga simb¨®lica.
¡°Lo que ellos quieren es que nadie los olvide ni los ignore nunca m¨¢s¡±
Para ello, normalmente hace falta una gran capacidad log¨ªstica. En el caso del 11-S, Al Qaeda necesit¨® cuatro aviones para conseguir una imagen que diese la vuelta al mundo. Pero Adebolajo ha hecho un hallazgo macabro, algo tan medi¨¢tico como un avi¨®n estrell¨¢ndose y mucho m¨¢s barato y dif¨ªcil de evitar: un asesino con las manos manchadas de sangre y cuchillos de cocina. Ni siquiera necesita que los periodistas cubran la imagen. Las redes sociales se ocupar¨¢n de distribuirla.
Despu¨¦s del atentado, numerosos gamberros de extrema derecha se dedicaron a apedrear mezquitas y manifestarse contra los inmigrantes, consider¨¢ndolos una amenaza para la seguridad de la gente decente. Siguiendo su misma l¨®gica, podr¨ªan haberse manifestado contra los rubios hace dos a?os, cuando el blondo Anders Breivik se carg¨® a 77 j¨®venes noruegos a balazos para defender sus creencias de extrema derecha. Pero a ellos les parece que un asesino rubio y noruego es menos grave que uno negro y musulm¨¢n.
Es incre¨ªble tener que repetir tantas veces lo obvio: la inmensa mayor¨ªa de los centenares de millones de musulmanes del mundo no consideran que Adebolajo sea un h¨¦roe, ni que el Cor¨¢n ordene atropellar y degollar. Y por cierto, en general, tampoco los votantes de grupos de extrema derecha como el UKIP ingl¨¦s, por horrorosas y desagradables que sean sus opiniones, piensan que acribillar a 77 inocentes en un campamento juvenil sea muy recomendable.
Parece m¨¢s razonable suponer que los soci¨®patas de toda condici¨®n encuentran en religiones e ideolog¨ªas extremistas una excusa para matar y sentirse importantes por ello. En su momento, el comunismo tambi¨¦n sedujo a miles de j¨®venes llenos de odio que vieron en ¨¦l la oportunidad de actuar como animales y creerse h¨¦roes.
Adebolajo o Breivik no se parecen a ning¨²n h¨¦roe, sino m¨¢s bien a Cho Seung Hui, que mat¨® a 33 estudiantes en la Universidad de Virginia, o a James Holmes, que aniquil¨® a 12 fans de Batman en un cine de Denver. Todos ellos se esmeraron por enviar confesiones, fotos, incluso dibujos de su plan a periodistas y conocidos. Lo que ellos quieren, en su retorcida visi¨®n del mundo, es que nadie los olvide ni los ignore nunca m¨¢s. Y para ello, hoy en d¨ªa, la mejor arma no es el Cor¨¢n, ni Mein Kampf: son nuestros tel¨¦fonos y cuentas de redes sociales. La de usted, la m¨ªa, la de cualquiera.
Michael Adebolajo ha inventado el atentado perfecto: m¨¢xima publicidad con m¨ªnimo coste. Y su principal activo somos nosotros mismos, el respetable p¨²blico, ¨¢vido de im¨¢genes espectaculares y tan capaz de producirlas y difundirlas como la misma CNN.
Twitter: @twitroncagliolo
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