Despu¨¦s de Sarduy
Aunque la literatura cubana siga pegada a la ideolog¨ªa, le toca abrirse al futuro
Hace veinte a?os, cuando el monstruo de las cuatro letras se llev¨® lo que quedaba de su vida, era dif¨ªcil imaginar un despu¨¦s de Severo Sarduy. Me refiero a un despu¨¦s de Sarduy en la literatura cubana, instituci¨®n que parec¨ªa pulverizada desde la novela De donde son los cantantes (1967) y los ensayos de Escrito sobre un cuerpo (1968). La obra de Sarduy posterior a esos dos libros ¡ªlas novelas Cobra, Maitreya, Colibr¨ª, Cocuyo, P¨¢jaros de la playa, los poemarios Flamenco, Mood Indigo, Overdose, Big Bang, Daiqur¨ª, los ensayos Barroco, La simulaci¨®n, El Cristo de la Rue Jacob, Nueva inestabiidad¡ª fue un cuestionamiento radical de lo que hasta mediados del siglo XX se entendi¨® por literatura cubana.
El profesor de la Universidad de Yale, Roberto Gonz¨¢lez Echevarr¨ªa, lo advirti¨® desde su temprano estudio La ruta de Severo Sarduy (1987). En De donde son los cantantes (1967), el escritor camag¨¹eyano hab¨ªa dado con una manera personal de narrar, basada en la lengua neobarroca, y hab¨ªa esbozado un proyecto literario que desestabilizaba el nacionalismo literario cubano. En aquella novela y en los ensayos de Escrito sobre un cuerpo, Sarduy polemizaba de manera expl¨ªcita con las tesis de Cintio Vitier en Lo cubano en la poes¨ªa (1958) y de manera impl¨ªcita con otro cl¨¢sico de la ensay¨ªstica cubana: Contrapunteo cubano del tabaco y el az¨²car (1940) de Fernando Ortiz.
Frente a la idea de una ¡°cubanidad¡± cifrada en una serie de ¡°esencias po¨¦ticas¡±, propuesta por el primero, Sarduy llamaba a no pensar tanto en ¡°lo cubano en la literatura¡± como en una ¡°literatura en cubano¡±. Al igual que Guillermo Cabrera Infante, afirmaba que si lo cubano exist¨ªa bajo cualquier forma de identidad, ¨¦sta deb¨ªa manifestarse en un modo singular de hablar y escribir el idioma castellano. S¨®lo que a diferencia del autor Tres tristes tigres, Sarduy propon¨ªa que esa personalidad ling¨¹¨ªstica se estilizara, a partir de G¨®ngora y Lezama, por medio de la escritura neobarroca.
Sarduy cuestionaba tambi¨¦n la idea de que el concepto de ¡°transculturaci¨®n¡±, propuesto por Fernando Ortiz en su conocido ensayo, fuera entendido como sin¨®nimo de mestizaje. No era ¨¦ste el sentido que Ortiz daba a dicho concepto en el Contrapunteo, pero algunos textos posteriores suyos, como el volumen El enga?o de las razas (1946), en que propon¨ªa reemplazar la noci¨®n de raza por la de cultura, y destacaba la ¡°impureza¡± racial de la humanidad, permit¨ªan una interpretaci¨®n de ese tipo. Sarduy, por el contrario, pensaba que la cultura cubana no deb¨ªa ser pensada a partir de ninguna ideolog¨ªa post¨¦tnica ¡ªel republicanismo martiano o el nacionalismo revolucionario¡ª sino por medio de un reconocimiento de las diferencias culturales constitutivas de la naci¨®n, incluyendo las raciales.
Llamaba a no pensar tanto en ¡°lo cubano en la literatura¡± como en una ¡°literatura en cubano¡±
La tesis aparece claramente expuesta en aquellos dos libros, De donde son los cantantes y Escrito sobre un cuerpo: en Cuba, como en cualquier otra naci¨®n, no se produce una s¨ªntesis o confluencia de elementos culurales ¡ªel espa?ol, el africano, el chino¡ª sino una supersposici¨®n o yuxtaposici¨®n, siempre conflictiva, de los mismos. A esos tres elementos, el escritor cubano agreg¨® un cuarto, que llam¨® ¡°la Pelona Innombrable¡±, teorizada por el ¡°lechosito de la Selva Negra¡±, en alusi¨®n a la idea del ¡°ser para la muerte¡± de Martin Heidegger. Esta adici¨®n era otra manera de universalizar la experiencia cubana, asoci¨¢ndola al problema b¨¢sico de cualquier cultura: la muerte.
No es raro que aquel cuestioamiento de Sarduy al nacionalismo cubano diera lugar a una obra ostensiblemente cosmopolita. En un reciente homenaje a veinte a?os de su muerte, en Par¨ªs, organizado por Gustavo Guerrero y Catalina Quesada, y al que asistieron el fil¨®sofo franc¨¦s Francois Wahl, pareja del cubano por casi tres d¨¦cadas, y su amigo, el escritor Juan Goytisolo, se hizo evidente el car¨¢cter expansivo de la po¨¦tica de Sarduy. Postestructuralismo, barroco, budismo, psicoan¨¢lisis, cosmolog¨ªa, ciencia, pintura, radio, M¨¦xico, la India¡ son territorios sin los que resulta imposible comprender el proyecto literario sarduyano.
El cosmopolitismo, la vanguardia y la proximidad con las ideas del 68, articuladas por las revistas Tel Quel y La Quinzaine Litt¨¦raire, en las que colobor¨® asiduamente, hicieron de Sarduy un exiliado sui g¨¦neris. No cabe duda de que el autor de Un testigo fugaz y disfrazado fue un cr¨ªtico del r¨¦gimen cubano, especialmente, del aliento que el mismo dio a la homofobia, el machismo, la intolerancia y la censura, pero, como evocan Wahl y Goytisolo, la pol¨ªtica no fue central en la obra de Sarduy. Las p¨¢ginas de sus libros contendr¨ªan, en todo caso, otras pol¨ªticas menores, tan o m¨¢s cr¨ªticas que las que entra?an las formas hegem¨®nicas de entender lo pol¨ªtico.
Dec¨ªamos que, hace veinte a?os, era d¨ªf¨ªcil imaginar un despu¨¦s de Sarduy en la literatura cubana. Hoy lo sigue siendo, toda vez que advertimos que la instituci¨®n de esa literatura contin¨²a operando con ideolog¨ªas, como el el nacionalismo revolucionario o el marxismo-leninismo, que persisten en clasificar binariamente a los escritores en cubanos y anticubanos, amigos y enemigos. Sin embargo, aquel despu¨¦s de Sarduy ya lleg¨® y debe ser mirado de frente. Un despu¨¦s que habr¨ªa que leer en los muchos escritores de la isla y el exilio ¡ªPedro de Jes¨²s y Jorge Ferrer, Ena Luc¨ªa Portela y Gerardo Fern¨¢ndez Fe, Margarita Mateo y Alberto Garrand¨¦s¡ª que dialogan con ¨¦l, a pesar del desconocimiento institucional de su obra.
Rafael Rojas es historiador.
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