Esclavizados y transparentes
Pese a las enormes e innegables ventajas de las nuevas tecnolog¨ªas, se trata de instrumentos de dominio y control. Desde hace poco empiezo a recibir comentarios envidiosos por no haberme entregado a ellas
Si desde hace una d¨¦cada o m¨¢s mis amistades me insist¨ªan con fervor exagerado en que utilizara ordenador e email y m¨®vil y cuantas maravillas electr¨®nicas vinieron luego; si, al ver que no hab¨ªa forma de convencerme, me miraban con una mezcla de horror y conmiseraci¨®n, como si al excluirme de su mundo feliz me hubiera convertido en un primate; si dudaban entre re¨ªrme la gracia o considerarme paranoico cuando yo aseguraba que todos esos inventos, pese a sus enormes e innegables ventajas, me parec¨ªan sobre todo instrumentos de dominio y control; si as¨ª eran las cosas, desde hace poco empiezo a recibir comentarios envidiosos del tipo: ¡°Qu¨¦ astuto fuiste al no entregarte en cuerpo y alma a las nuevas tecnolog¨ªas. No sabes de la que te has salvado. Por culpa de ellas vivimos en un permanente infierno, sin descanso¡±. Muchas personas ¨Cal menos las que a¨²n trabajan¨C se levantan de la cama y se encuentran con 20 o 40 mails nuevos en su correo. Eso despu¨¦s de haberse quedado la noche anterior hasta tarde contestando los m¨¢s posibles de la jornada previa. Jam¨¢s tienen ya la sensaci¨®n de haberse despejado el terreno, de haber cumplido con sus tareas y poderse dedicar un rato a leer, dar un paseo, ver una pel¨ªcula o ¨Clo que es m¨¢s incre¨ªble¨C trabajar en lo que de hecho trabajan, para lo cual no les queda apenas tiempo. A m¨ª mismo ¨Csin email ni m¨®vil ni nada¨C me ocurre a veces: se supone que escribo novelas, y que a algunos individuos les conviene que lo siga haciendo: a mis agentes, a mis editores varios, a los libreros, a los distribuidores. Pues bien, a menudo he de luchar contra los propios interesados y contra mucha m¨¢s gente para encontrar ¡°huecos¡± en los que dedicarme a lo que me dedico. Me lleva tanto tiempo despejarme el campo de asuntos aleda?os a mi oficio que hay d¨ªas en que, cuando por fin me siento ante la m¨¢quina para meterme en mi absurdo mundo ficticio, estoy agotado y se me han hecho las seis de la tarde. Estoy seguro de que si adem¨¢s tuviera correo electr¨®nico, nunca volver¨ªa a escribir una novela. Nada grave para el conjunto de la poblaci¨®n, por otra parte.
Pero cada vez hay m¨¢s ¡°arrepentidos¡±. Un periodista ingl¨¦s me dijo hace poco que se hab¨ªa instalado un dispositivo que le imped¨ªa acceder a su email cinco horas diarias. ?l mismo calific¨® de ¡°pat¨¦tico¡± haber debido recurrir a la autoprohibici¨®n, como esos lud¨®patas que, en un momento de sobriedad, piden a los casinos que les denieguen la entrada. Hay gente que tiene los programas Freedom y SelfControl ¨Cexpl¨ªcitos nombres¨C para limitarse la navegaci¨®n por Internet. El novelista Franzen extrajo la tarjeta inal¨¢mbrica de su ordenador y cort¨® el cable Ethernet para convertir aqu¨¦l en una mera m¨¢quina de escribir sin acceso a la Red. Un ex-director de medios en Twitter, experto tecnol¨®gico, ha resuelto usar un viejo m¨®vil Nokia s¨®lo para hacer llamadas, se deshizo de su iPhone, toma notas con bol¨ªgrafo y cuaderno y lee libros en papel nada m¨¢s. Otros sujetos ¡°a la vanguardia de la tecnolog¨ªa est¨¢n poniendo todo su empe?o en hacerla retroceder unos pasos¡±, informa Nick Bilton, al menos en lo que respecta a sus vidas: desconectan el m¨®vil al salir de casa, el wifi por las noches y los fines de semana, asimismo leen en papel en vez de p¨ªxeles en una pantalla.
Alg¨²n "arrepentido" se ha instalado un dispositivo que le imped¨ªa acceder a su email cinco horas diarias
A?adan a todo esto las recientes ¡°revelaciones¡± hechas por el digno y sensato Edward Snowden, al cual persigue ahora la Administraci¨®n de Obama por denunciar los abusos de dicha Administraci¨®n y de la del Reino Unido en el espionaje masivo de las comunicaciones de los ciudadanos del mundo entero. He escrito esa palabra entre comillas porque hac¨ªa falta ser muy ingenuo para creer que cuanto se lanza a Internet no estar¨ªa sujeto, antes o despu¨¦s, al escrutinio de nuestros Gobiernos cada vez m¨¢s totalitarios. Al contrario, se lo hemos puesto en bandeja. Si sigui¨¦ramos utilizando papel, sobre y sellos, como hasta hace nada, no digo que no pudieran inspeccionar nuestras misivas, pero les costar¨ªa much¨ªsimo m¨¢s tiempo y esfuerzo. Hoy mismo leo que, seg¨²n Snowden, el Reino Unido pinch¨® m¨¢s de 200 cables de fibra ¨®ptica, y que cada uno de ellos traslada en un d¨ªa la informaci¨®n equivalente a 192 veces el contenido de todos los libros de la Biblioteca Brit¨¢nica. ¡°Estamos empezando a dominar Internet¡±, dec¨ªa con ufan¨ªa el autor de un documento ahora filtrado. Lo que m¨¢s me inquieta es ¡°empezando¡±, porque significa que lograr¨¢n ir mucho m¨¢s lejos. Los investigados son, en su inmensa mayor¨ªa, ¡°ciudadanos sobre los que no pesa sospecha alguna¡±. Y no se debe olvidar que, si el Estado puede conocer y almacenar nuestras comunicaciones, eso estar¨¢ tambi¨¦n al alcance de cualquier otra organizaci¨®n preparada.
Ustedes ver¨¢n. Pero si nuestros Gobiernos nos tratan como a delincuentes, si han decidido saberlo todo sobre nosotros, lo p¨²blico y lo privado y lo ¨ªntimo, si ya no podemos tener secretos de ninguna ¨ªndole, habremos de actuar como delincuentes. Ya saben que la Mafia siciliana se comunica s¨®lo mediante los piccini, papelitos escritos a mano que un recadero lleva del remitente al destinatario: la ¨²nica manera de que nadie intercepte el mensaje, en principio al menos. Nos obligar¨¢n a seguir su ejemplo. Si nos ven como a criminales, nos tocar¨¢ esquivar a nuestros gobernantes e intentar defendernos. Para cualquier cosa que no queramos que nadie sepa, habr¨¢ que volver al siglo XIX. Un gran engorro, desde luego. Pero, puestas as¨ª las cosas, yo no me asomar¨ªa a Internet, jam¨¢s, para nada que alguien pudiera volver en mi contra.
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