El oro de Espa?a
Esta es una historia sobre la b¨²squeda del metal m¨¢s codiciado por el noroeste de la Pen¨ªnsula. Dos minas pretenden comenzar a explotarlo all¨ª; otra lo produce a pleno rendimiento. Tres puntos de nuestra tierra donde unos vislumbran riqueza, y otros, una amenaza al entorno
La sala tiene algo de quir¨®fano medieval. Hay una mesa de metal magullada. Una maza. Un fregadero viejo y sucio como las paredes. Una b¨¢scula sobre una caja fuerte de c¨®digo y llave que solo dos personas conocen y guardan. Ambas acaban de entrar en esta estancia en cuyo centro se encuentra un horno del tama?o de una perola de campamento con una abertura a la que llaman la ¡°boca de carga¡±, y que ahora mismo escupe una llamarada naranja de un par de palmos, puntiaguda como la del motor de un jet, porque ah¨ª dentro se est¨¢ cociendo el infierno. Un term¨®metro digital en la pared marca 1.157? C. Nos colocamos a este lado de la raya amarilla que marca el per¨ªmetro de seguridad; la materia prima del interior de los montes, mezclada con fundentes de b¨®rax y s¨ªlice, hierve ya a 1.700? C, y ?ngel L¨®pez, jefe de planta del complejo minero de El Valle-Boin¨¢s y Carl¨¦s (Asturias), se acerca al horno vestido con un traje plateado de astronauta, introduce una vara por la abertura, en un gesto similar al de quien comprueba el aceite del coche, y la saca recubierta de un grumo incandescente. Lanza la estaca contra la mesa. Eso que parece una culebra de magma es el oro de Espa?a.
A¨²n tardaremos un par de d¨ªas en verlo. Este viaje comienza a 200 kil¨®metros al oeste de Asturias. En Corcoesto, una parroquia del concejo Cabana de Berganti?os (A Coru?a), en cuyas colinas algodonadas de helechos se ha buscado este metal desde los tiempos de los romanos y donde las minas las explotaron por ¨²ltima vez los brit¨¢nicos en 1910. Un siglo despu¨¦s aterriz¨® una empresa canadiense, Edgewater, animada por el burbujeante mercado del valor refugio, con intenci¨®n de retomar la producci¨®n. En ello siguen. Entre permisos y captaci¨®n de inversores. A primera hora de una ma?ana de mayo, el nombre de la compa?¨ªa en Espa?a, Mineira de Corcoesto, se puede leer en el lomo de dos jeeps a la puerta del hotel Monte Blanco. En el s¨®tano, los canadienses tienen parte de su cuartel general, donde se ven mapas geol¨®gicos desplegados y, en las paredes, secciones de cerros con un tesoro dorado en sus tripas.
No es caro solo porque brille. Brilla porque es inalterable. No se oxida. Es duro, pero maleable¡±, explica un ge¨®logo
Los buscadores de oro ya no persiguen pepitas. Ni sue?an con vetas doradas. ¡°El oro no se ve¡±, dice Celso Penche, un ge¨®logo, asesor de los canadienses, que cita a Plinio y las especies del reino vegetal en lat¨ªn. Sobre el mapa, a modo de pisapapeles, hay un pedazo de roca. Un cilindro de granito segmentado a la mitad. El testigo. Las perforadoras penetran hasta lo profundo de la monta?a y extraen un sondeo de roca, como un espagueti, que m¨¢s tarde se corta, se pule y se analiza en un laboratorio para estimar la cantidad y ubicaci¨®n de la reserva. El pedazo se parece al sobrante de una encimera. El ge¨®logo palpa su superficie lisa: ¡°En Corcoesto, el metal se encuentra tal y como sali¨® de la tierra. Es de origen hidrotermal. Procede de aguas mineralizadas, del centro de la Tierra, del magma. Cuando estas aguas encuentran un hueco, se precipitan y solidifican¡±.
El testigo posee un reflejo azulado de cuarzo y otro plateado de arsenopirita. El oro no se ve. Pero los romanos lo distingu¨ªan a la legua siguiendo el rastro de estos minerales. Entre los montes de Corcoesto se encuentra diseminado con una ley media de 1,7 gramos por tonelada de roca, y los hombres de la compa?¨ªa observan c¨®mo sube y baja su precio a diario porque de esto depende la viabilidad del proyecto. Si siguen adelante y dinamitan (se trata de una mina a cielo abierto), o si abandonan en fase de exploraci¨®n. Al cierre de este reportaje, el oro se pagaba a 1.260 d¨®lares la onza (31,10 gramos). Pero hace un par de a?os roz¨® los 2.000 d¨®lares. En palabras de Celso: ¡°De todos los metales, es quiz¨¢ el que m¨¢s fluct¨²a. Y no es caro solo porque brille. Brilla porque es inalterable. No se oxida. No se asocia con nada. Es duro, pero maleable. Permite cortar l¨¢minas fin¨ªsimas. Se emplea en joyer¨ªa, y todos los tel¨¦fonos m¨®viles contienen oro. Se encuentra en miles de productos, en los contactos de las clavijas de alta fidelidad, en la tecnolog¨ªa aeroespacial, en medicina¡¡±.
Tras la introducci¨®n, nos suben a los jeeps y llegamos a un pol¨ªgono industrial, y el port¨®n de la nave se eleva y descubre hileras de pal¨¦s con cajas en cuyo interior se encuentran una infinidad de testigos extra¨ªdos, analizados, ordenados y clasificados. Parece un estudio arqueol¨®gico. A la derecha hay una zona dispuesta a modo de muestrario. Amancio L¨®pez, director de log¨ªstica de la empresa, toma un difusor de agua y se acerca a ¡°una vena de las mejores, un bloque de cuarzo macizo¡±. El d¨ªa que la encontraron salieron a celebrarlo. La humedad aviva el tono de la piedra. La veta azulada del ¡°sondeo 10E10¡± cobra intensidad. Pertenece al Pozo del Ingl¨¦s; hasta donde ellos saben, el saco de oro m¨¢s abundante de la zona. As¨ª que subimos de nuevo a los todoterrenos y nos dirigimos a la zona cero.
De camino, percibimos que en la se?al donde deber¨ªa aparecer el nombre de la localidad alguien ha escrito ¡°Contramina¡±. En Cabana, un nutrido grupo humano ha plantado cara al proyecto, y a cada paso que avanza la compa?¨ªa, las distintas asociaciones responden con tractoradas, estudios sobre los efectos de la megaminer¨ªa y recogida de firmas (a finales de mayo presentaron a la Xunta 230.000 en contra); a lo que Edgewater contraataca, por ejemplo, financiando al equipo de f¨²tbol local y plantando su logo en las camisetas. Cuando aterrizamos en el pueblo, los l¨ªderes de la Plataforma por la Defensa de Corcoesto se encuentran en Bruselas, denunciando la situaci¨®n en el Parlamento Europeo. Queda Braulio Amaro, un profesor jubilado de 62 a?os y ojeras cinceladas, que nos habla, entre otras cosas, de los 17 millones de toneladas de monte que se dinamitar¨ªan y de 122 millones de toneladas de escombros. Pero hay quienes se preguntan por aqu¨ª: ¡°?C¨®mo voy a decir que no a 200 puestos de trabajo?¡±. A principios de a?o, la minera anunci¨® un proceso de selecci¨®n para cubrir 173 puestos futuros, y en cuatro meses recibieron 7.000 curr¨ªculos. El efecto de la expectativa lo resum¨ªa el alcalde de Cabana, Xos¨¦ Mui?o (PP): ¡°Tenemos 70 habitantes menos al a?o, la edad media ronda los 50, uno de cada tres es mayor de 65, hay un 30% de paro y mano de obra poco cualificada, quedan 10 explotaciones ganaderas, se abandona el campo, falta relevo generacional¡ La mina de oro ser¨ªa como un man¨¢¡±.
Tras el cartel de ¡°Contramina¡±, Amancio L¨®pez gira el volante y abandona el casco urbano. El pasillo de asfalto surca un t¨²nel de robles y casta?os y eucaliptos por cuyos troncos trepan enredaderas. Vamos monte arriba y los helechos penden sobre la v¨ªa; el sol asoma un instante entre las nubes cenicientas y golpea en las hojas. En una zona umbr¨ªa cruzamos el r¨ªo Anll¨®ns, que desemboca en el Atl¨¢ntico m¨¢s abajo. Y cuando la arboleda se despeja, aparece Corcoesto, un conjunto de casas de piedra diseminadas entre prados donde las berzas crecen robustas. De camino, L¨®pez ha ido resumiendo su vida de buscador de oro, que en el fondo cuenta la historia de la miner¨ªa reciente en Espa?a. Tiene 62 a?os. Lleva 27 en el negocio. Ha hecho de todo y hoy es la persona que toca a la puerta de los due?os de los terrenos que la compa?¨ªa quiere explotar. Algunos vecinos le conocen como ¡°el visitador¡± porque de pronto est¨¢s trabajando el campo y aparece Amancio con sus palabras. As¨ª lo recordaba Asunci¨®n Amado, de 62 a?os, cuya vivienda, junto a la que pastan 38 vacas frisonas, queda a los pies de la loma m¨¢s interesante; habla un gallego cerrado del que se entiende: ¡°Un d¨ªa apareci¨® Amancio y me dijo: ¡®Me dejas entrar en el prado del Molino y te doy 5.000 euros¡¯. Al poco volvi¨® con la carpeta bajo el brazo y me habl¨® del monte de Cudeiro. Dijo: ¡®Har¨ªamos siete sondeos; a 400 euros cada uno, mira qu¨¦ lote ibas a hacer¡¯. Se march¨® sin nada. Pero iba contento. A los tres d¨ªas, estaba yo en el silo y apareci¨® de nuevo. Dijo que doblaba la oferta. Y yo, que no. Y esta vez ya march¨® furioso¡±.
Vino un hombre de la minera con la carpeta bajo el brazo y dijo: ¡®Ser¨ªan siete sondeos; a 400 euros cada uno, mira qu¨¦ lote', recuerda una aldeana
Amancio comenz¨® su carrera en Salave (Asturias) en 1981 y pas¨® seis a?os sondeando este lugar al borde de la frontera con Lugo, donde siguen en fase de exploraci¨®n. Y tambi¨¦n trabaj¨® unos a?os en la de El Valle-Boin¨¢s, en Belmonte de Miranda (Asturias). Ha conocido los tres puntos calientes del oro en Espa?a. ¡°Pero desde que empec¨¦ en esto, solo abri¨® una [la de El Valle]¡±. En esta ¨²ltima ya coincidi¨® con el asesor Celso Penche. La mayor¨ªa de buscadores de oro se conocen. Han trabajado codo con codo, muchos en las filas de R¨ªo Narcea Gold Mines, empresa de origen espa?ol que cotizaba en Toronto y puso en marcha la mina de Belmonte en 1997 (la cerr¨® en 2006) y explor¨® un tiempo en Salave y Corcoesto, antes de ser adquirida por una empresa sueca (Lundin Mining) que a su vez vendi¨® los derechos de Salave a un fondo canadiense (Dagilev Capital); y traspas¨® Belmonte y Corcoesto a Kinbauri, tambi¨¦n canadiense, que finalmente reanud¨® la producci¨®n de Asturias en 2011, y revendi¨® los derechos de exploraci¨®n de Corcoesto a otra compa?¨ªa con sede en Vancouver (Edgewater).
El negocio del oro recuerda al juego de las sillas. Los derechos cambian de manos, los sondeos no se detienen y uno nunca sabe cu¨¢ndo va a llegar el momento de sentarse y meterse en faena. Quiz¨¢ nunca. La ¨²ltima palabra la tiene la consejer¨ªa auton¨®mica correspondiente; el Estado es due?o del subsuelo. Y resulta relativamente sencillo que te concedan un permiso de exploraci¨®n. Obtener el permiso definitivo de explotaci¨®n ya es m¨¢s complicado. Y esto se traduce en que ¡°todo el occidente de Asturias est¨¢ lleno de sondeos¡±, en palabras de Amancio. Lo mismo ocurre en Corcoesto. Sus colinas recuerdan a un queso gruy¨¨re. Las compa?¨ªas que han pasado por aqu¨ª (siete desde 1972) han ido sumando sondeos de un grosor de 63 mil¨ªmetros y horadando hasta distintas profundidades para trazar un mapa de las vetas m¨¢s jugosas. Mineira de Corcoesto guarda el registro de 596 sondeos y calcula que se han perforado 88.394 metros de monte. Casi 90 kil¨®metros de testigos. Colocados uno detr¨¢s de otro, cubren el trayecto de Madrid a Segovia. Seg¨²n sus c¨¢lculos, bajo nuestros pies hay 1.150.000 onzas de oro. Pero ahora, frente a una imponente vista de monta?as que se vuelven azuladas hacia el horizonte, donde vemos afloramientos de roca con vetillas paralelas de cuarzo ¨Cla pista que segu¨ªan los romanos¨C, la conversaci¨®n gira en torno al cianuro, elemento que la minera usar¨ªa en el proceso de lixiviaci¨®n (se utiliza en la mayor¨ªa de explotaciones aur¨ªferas). Seg¨²n el ge¨®logo Celso Penche: ¡°Es un veneno compuesto. Es decir: es f¨¢cil eliminarlo. Con tratarlo, desaparece y se evapora. Se trabaja con ¨¦l en un circuito cerrado. Hay una balsa a la que mandamos el agua que ha pasado por el proceso, pero antes ya lo hemos eliminado. No es t¨®xica, pero es industrial. No me la beber¨ªa. Pero no representa un peligro¡±. Una vez concluida la explotaci¨®n, esa balsa de pl¨¢stico se ¡°termosella¡±, en palabras de Penche, y se recubre con un ¡°geotextil¡±, se tapa con tierra vegetal y se queda encapsulada en el paisaje. Como un sobre. Para siempre.
Moncho Varela lo ve algo distinto. Periodista especializado en medio ambiente, originario de esta tierra, un d¨ªa volvi¨® a casa y descubri¨® que o bien organizaba un frente de oposici¨®n (la plataforma Salvemos Cabana), o se encontrar¨ªa con una mina en la puerta. Para la entrevista elige una piedra bajo un crucero al borde del mar, donde las olas rompen con fuerza contra la roca y se ve el imponente estuario del Anll¨®ns y, al fondo, Corme, de donde salen ¡°los percebes m¨¢s famosos de Galicia¡±. All¨ª comienza Varela: ¡°El gran problema es el siguiente: ?qu¨¦ ocurre si esa balsa llega a reventar? Porque revientan. No existe seguro civil que cubra el peor accidente posible¡±. Y cita el de Baia Mare (Ruman¨ªa), en el que se vertieron en el a?o 2000 cerca de 100.000 metros c¨²bicos de aguas con cianuro de una explotaci¨®n aur¨ªfera y acabaron en el Danubio; y menciona una resoluci¨®n del Parlamento Europeo de 2010 en la que se recomienda la prohibici¨®n del uso del veneno por sus consecuencias ¡°catastr¨®ficas e irreversibles¡± en caso de desastre. ¡°Hablamos de uno de nuestros para¨ªsos bajo residuos contaminados¡±. La mar ruge y comienza a llover cuando enciende su tableta y muestra un v¨ªdeo con ¡°megadetonaciones¡± de distintas minas a cielo abierto. El documento pone los pelos de punta. ¡°Ser¨ªan cinco de estas cada semana. Cada una levanta una nube que se esparce en un radio de 15 a 30 kil¨®metros. Un polvo con qu¨ªmicos del explosivo y fragmentos de roca con ars¨¦nico diseminado en part¨ªculas invisibles ¨Cpero s¨ª respirables¨C con efectos nocivos sobre la salud. Y en esta zona llueve mucho, el polvo va sedimentando y te lo acabas comiendo con las berzas¡±.
Cuando dejamos atr¨¢s Corcoesto, diluvia y nos dirigimos a Salave, en el concejo de Tapia de Casariego, localidad que suele llenarse de veraneantes; nuestra primera parada en Asturias. All¨ª tambi¨¦n llevan d¨¦cadas esperando a que el precio del oro y las Administraciones se alineen con los astros. Tras el paso de ocho empresas desde los setenta, la compa?¨ªa actual se llama Astur Gold; tiene sede en Espa?a y capital canadiense (Dagilev), y un recorrido hist¨®rico de 432 sondeos que suman 64 kil¨®metros de agujeros bajo un terreno llano plagado de caserones y vacas y campos cultivados. Seg¨²n sus c¨¢lculos, la ley media del oro en el subsuelo duplica la de Corcoesto (4 gramos por tonelada) y presumen de ser ¡°el yacimiento con m¨¢s recursos de Europa¡±. La visita en este lugar es similar a la anterior. Jos¨¦ Vald¨¦s, el ingeniero que dirige el proyecto (fue becario en Belmonte con R¨ªo Narcea), toma un testigo y tambi¨¦n se?ala un reflejo. ¡°Son los sulfuros. Este yacimiento tiene una peculiaridad. Aqu¨ª el oro est¨¢ asociado al ars¨¦nico. Esto fue lo que los romanos no vieron. Se llevaron el oro libre y el oxidado. Pero este no fueron capaces de sacarlo. Hasta hace 10 a?os, un yacimiento as¨ª no era econ¨®micamente viable¡±. La tecnolog¨ªa avanza y el factor precio ayuda. Y aqu¨ª tambi¨¦n resiste una oposici¨®n ciudadana desde hace una d¨¦cada. En las ventanas y los muros se ven carteles y pintadas de ¡°Oro no¡±. Y la presi¨®n ha tenido sus consecuencias, en palabras del jefe de comunicaci¨®n de Astur Gold: ¡°Las empresas anteriores valoraron una mina a cielo abierto. As¨ª heredamos el proyecto. Lo estudiamos y presentamos otro escenario para evitar una afecci¨®n social y medioambiental: una explotaci¨®n subterr¨¢nea¡±. La propuesta obtuvo una evaluaci¨®n de impacto ambiental favorable en diciembre (salvo para la planta de tratamiento y el dep¨®sito de lodos y est¨¦riles); y aseguran que el proceso con cianuro lo har¨ªan ¡°fuera de Espa?a¡±. Pero la oposici¨®n contin¨²a. Carmen Fern¨¢ndez, portavoz de la plataforma Oro No, dice que las protestas tienen hoy mayor sentido: ¡°El proceso extractivo sigue in situ y habr¨ªa reacciones qu¨ªmicas y los metales pesados pasar¨ªan al aire y al agua. Una de las explotaciones ganaderas m¨¢s importantes de la zona se encuentra a 300 metros de la bocamina, por no hablar del ruido y el deterioro del paisaje. ?Es esta la salida a la crisis, esquilmar recursos y destruir la econom¨ªa local?¡±.
El bull¨®n es de un plateado mate y manchado. Rugoso. Del tama?o de un adoqu¨ªn. Resulta fr¨ªo e irregular al contacto con la mano
La visita prosigue a bordo de un todoterreno. Paramos en la nave donde guardan los sondeos, un viejo edificio blanco donde se almacenaba el forraje por el que pasaron nueve inversores en el ¨²ltimo mes. O eso dicen. All¨ª destaca una foto colgada en la pared: muestra la plaza del Ayuntamiento de Tapia con una manifestaci¨®n a favor de la mina. Alguien se ha dedicado a contar a las personas. Suman 720. Continuamos la ruta por el llano, en paralelo a la costa, hacia las lagunas de Silva; encontramos afloramientos y m¨¢s all¨¢ una protuberancia frondosa rompe el paisaje, crecida sobre los huecos artificiales (¡°las cortas¡±) de ¨¦poca romana. Hoy son ci¨¦nagas cubiertas de eucaliptos donde se oye croar a las ¡°ranucas¡±. Debajo, a unos 40 metros, comienza el saco de oro. La entrada a la mina quedar¨ªa de espaldas al pueblo, al otro lado de la autopista; un t¨²nel de 25 metros de di¨¢metro, ¡°como el de Guadarrama¡±, dice el ingeniero Vald¨¦s. Y se atacar¨ªa la roca mediante un sistema de galer¨ªas que desciende en espirales unos 300 metros m¨¢s. Nos lo hab¨ªan mostrado en una recreaci¨®n en 3D. Parec¨ªa el escenario de un videojuego. En el sitio, poco m¨¢s hay que ver. Un cartel solitario de ¡°Oro s¨ª¡± a la entrada del pueblo. De vuelta en la sede de la empresa, encontramos a tres hombres que han venido desde la cuenca minera a entregar su curr¨ªculo. Es la tercera vez que se dejan caer. ¡°Le ponemos mucho empe?o¡±, dice Tom¨¢s Rodr¨ªguez, de 29 a?os, de la parroquia de Beyo (Aller). La secretaria sonr¨ªe y comenta que hasta el 12 de marzo hab¨ªan recibido 9.214 solicitudes.
Seguimos la ruta por Asturias. Desde Tapia hasta Boin¨¢s, en Belmonte, donde se encuentra la planta de tratamiento de la ¨²nica explotaci¨®n de oro abierta en Espa?a, hay 100 kil¨®metros y un ¨²ltimo tramo de carreteras serpenteantes bordeando acantilados. Francisco Fimbres, un mexicano de 54 a?os, corpulento y con bigote, el director general de Kinbauri, las baja a toda velocidad y, mientras el todoterreno culea en cada curva, dice: ¡°El ¨²nico dinero que se inyecta en una econom¨ªa viene de la industria extractiva; el resto es la misma moneda dando vueltas¡±. En el valle, cruzamos sobre el r¨ªo Narcea y dejamos atr¨¢s casonas abandonadas. La bocamina a las galer¨ªas de Carl¨¦s se encuentra a un paso. Santa B¨¢rbara custodia el acceso. El jeep desciende por una pendiente de 14% y sigue una estructura de caracol, similar a la de un aparcamiento (como la que plantean en Salave). Se detiene en la cota -20, donde una perforadora agujerea los muros y la pared chorrea agua turbia. Huele a desinfectante. Es el olor de la piedra. Al otro lado de la galer¨ªa, un veh¨ªculo Simba hunde su colmillo en el suelo, preparando cavidades para introducir dinamita. Los pedazos los recogen 20 metros abajo. Descendemos hasta la cota -160, donde el calor sube y hay charcos sulfurosos, y Fimbres ilumina una pared que refulge como un nido de luci¨¦rnagas. Apenas se ven mineros. Quiz¨¢ haya 15 o 20 personas ah¨ª dentro. A la salida, el jefe de relevo resume: ¡°Cambia mucho a una de carb¨®n. Esto es m¨¢s de m¨¢quinas¡±.
Antes de ser una mina de interior se vol¨® un monte entero. En Boin¨¢s se puede ver el cono truncado de tonos ocres en cuyo v¨¦rtice hay una piscina de agua turquesa. Es la balsa de lodos, en el cogollo de la corta. Kinbauri, que hered¨® el proyecto de R¨ªo Narcea, decidi¨® aprovechar el hueco para ubicarla. Ah¨ª debajo hubo un pueblo, y ahora el agua industrial vierte aqu¨ª y vuelve a la planta. Un circuito cerrado. El cianuro, cuenta Fimbres, se destruye antes de llegar al estanque. Al lado pastan caballos por una colina de ¨¢rboles escu¨¢lidos, la vieja escombrera que hubieron de repoblar cuando adquirieron el complejo minero. La colina es del tama?o de la tierra que le falta al monte desaparecido. Pero rest¨¢ndole los 2,8 gramos por tonelada de oro. De todo esto tiene una vista privilegiada Manuel, cuya vivienda y h¨®rreo se encuentran en la colina de enfrente; es el ¡°¨²ltimo¡± de su generaci¨®n en Villar de Tej¨®n. ¡°No protest¨® la gente aqu¨ª, en aquel momento se permiti¨® y de poco valen las protestas ahora¡±. Tocado bajo una gorra en la que se lee ¡°Boavista¡±, ¨¦l habla de otro tipo de leyes ajenas a la miner¨ªa: ¡°Uno le guarda cari?o a las vacas, las tiene uno ley¡±.
En la planta de tratamiento de Boin¨¢s entran 2.100 toneladas de roca al d¨ªa por una cinta transportadora y lo primero que se encuentran son los dientes de la machacadora, que emite el ruido de un buque de mercanc¨ªas. Al otro lado salen unas 160 onzas de oro cada 24 horas. Solo se descansa el d¨ªa de Santa B¨¢rbara (4 de diciembre). Y recorremos el laberinto herrumbroso de molinos y espirales por las que chorrean pedacitos de monte. Mesas que se agitan para depositar el mineral. Piscinas donde flotan burbujas de lodo cobrizo cargado de oro (el 70% de la producci¨®n se obtiene por flotaci¨®n); y otra donde se encuentra el cianuro de sodio (empleado en la lixiviaci¨®n).
La sala de fusi¨®n se encuentra en un extremo de la nave. Al entrar, suben los grados, y Fimbres se lava las manos en la pila (ha estado meti¨¦ndolas en todas partes para mostrar las texturas) y deja correr el agua. ?ngel L¨®pez, el jefe de planta, se encuentra vestido de astronauta y ha dejado caer la culebra de magma sobre la mesa. Se acerca al horno y lo inclina, y de la boquilla cae un chorrillo anaranjado y flameante sobre unas lingoteras colocadas en escalones. El l¨ªquido parece tener la ligaz¨®n del chocolate caliente. La estancia huele a cera quemada. Y tres moldes se llenan mientras sigue corriendo el agua sobre la pila. L¨®pez toma unas tenazas y agarra uno de ellos. Lo vuelca sobre la mesa. Y all¨ª queda al desnudo un bull¨®n incandescente. Lo empuja hasta la pila de agua, que chilla y escupe una columna de vapor. Lo saca y lo deposita de nuevo en la mesa, y con un taladro enorme bru?e las imperfecciones. El bull¨®n es de un plateado mate y manchado. Rugoso. Del tama?o de un adoqu¨ªn. Fr¨ªo e irregular al contacto con la mano. Si lo encuentras por la calle, quiz¨¢ ni lo coger¨ªas. La b¨¢scula marca 13.673 gramos. El 50% es oro. El resto, plata e impurezas. Ah¨ª van unos 300.000 euros del metal m¨¢s codiciado. Fimbres y L¨®pez toman cada uno una foto del dor¨¦ con sus BlackBerry. Abren la caja fuerte y lo depositan. ¡°Para esto trabajan 516 personas¡±, dice el mexicano. Y de all¨ª lo env¨ªan a refinar a Suiza. Pero esa ya es otra historia.
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