Los despertares
Ya estamos de vuelta los que nos hayamos ido, y los que no, nos ven regresar m¨¢s bien con desagrado, quiz¨¢ pensando: ¡°?Por qu¨¦ no permanecen donde estaban? Sin ellos la ciudad parec¨ªa m¨¢s tolerable y llevadera, sin tanto tr¨¢fico ni aglomeraciones, sin tanto mal humor y tanto ¨¢nimo bajo, al menos and¨¢bamos m¨¢s repartidos¡±. Y sin duda tambi¨¦n habr¨¢ esta reacci¨®n generalizada, tanto entre los ausentados como entre los inm¨®viles: ¡°?Por qu¨¦ hemos de soportar de nuevo la presencia continua, obsesiva, de nuestros gobernantes nefastos, que jam¨¢s traen alegr¨ªa alguna y s¨ª amarguras constantes? Todo ha funcionado algo mejor sin sus decisiones de los viernes o de cualquier otro d¨ªa; sin sus declaraciones canallescas o est¨²pidas, sin que vi¨¦ramos sin cesar sus caras y escuch¨¢ramos sus argumentaciones burdas y c¨ªnicas. Hemos comprobado, durante agosto, que se vive un poco menos mal sin su agobio. ?Por qu¨¦ no continuar as¨ª, por qu¨¦ no se van a sus casas y se retiran? No se trata de que no gobiernen (eso ser¨ªa pedir demasiado), pero podr¨ªan ser m¨¢s modestos y desaparecer de nuestra vista¡±.
Algo muy grave sucede cuando parte de la ciudadan¨ªa percibe a sus gobernantes como un peligro; gente de la que no esperar ni ayuda ni soluciones, sino condena y problemas"
Al t¨¦rmino de las vacaciones se habla siempre de lo arduo que resulta volver al trabajo, abandonar la burbuja de relativos descanso y ocio en que nos hemos instalado. Ese tiempo parece irreal en seguida, un espejismo que se desvanece pronto ante la aplastante realidad de la rutina, once meses ocupados. No creo que ya sea as¨ª. El que conserva el trabajo celebra retornar a ¨¦l, comprobar que en su ausencia no se lo han quitado o no han suprimido su tarea, o que no se ha producido en su empresa un despido masivo. El que ya lo hab¨ªa perdido desear¨ªa encontrar por fin uno, sentirse ¨²til, no depender de la familia, traer dinero a casa. Lo que hoy nos deprime a la vuelta es m¨¢s bien el reencuentro con los facinerosos a los que en mala hora votamos. Gente que enga?¨®, y present¨® un programa para incumplirlo a rajatabla, que habl¨® de transparencia y cada vez es m¨¢s opaca, que anunci¨® limpieza y aparece enfangada. Se aduce que los casos de corrupci¨®n y de pr¨¢cticas indecentes que se descubren (pueden ser indecentes cosas legales) pertenecen al pasado y no al presente, como si ignor¨¢ramos que se tarda tiempo en destapar lo que se procura ocultar por todos los medios. A nadie le cabe duda de que lo sucio que est¨¦ ahora pasando se sabr¨¢ s¨®lo, con suerte, dentro de unos cuantos a?os. Vistos los precedentes, lo que nadie cree es que ahora ya no haya corrupci¨®n ni pr¨¢cticas indecentes; al rev¨¦s, damos ya por sentado que sigue habi¨¦ndolas y que quienes incurren en ellas se estar¨¢n esmerando todav¨ªa m¨¢s en borrar las huellas. Sabemos que el saqueo de la ciudadan¨ªa a base de impuestos, de arbitrarias inspecciones de Hacienda que cambian la legalidad y las reglas a traici¨®n y a su conveniencia, de imparables subidas de la electricidad y otros servicios b¨¢sicos, de reducciones de sueldos, de condiciones laborales al dictado de los empresarios; sabemos que es todo eso lo que nos aguarda otra vez, aumentado.
A la vuelta del verano a muchas personas les cuesta conciliar o conservar el sue?o. Uno se mete en la cama, y en ese traicionero intervalo entre la actividad y el adormecimiento de la conciencia, se ve asaltado por las consideraciones pesimistas y los mayores temores. ¡°?Qu¨¦ va a ser de m¨ª y de los m¨ªos?¡± A m¨ª me ocurri¨® eso durante bastantes a?os, conozco bien esos momentos de acentuaci¨®n de la incertidumbre, de debilidad y ¡°vac¨ªo¡±. Desde hace tiempo, sin embargo, la sensaci¨®n de abismo se me ha trasladado a los despertares. A la hora de retirarme he aprendido a pensar: ¡°Bueno, el d¨ªa ha acabado y a¨²n estamos aqu¨ª, y lo que parec¨ªa fatal no lo ha sido; hay una tregua en principio, por mucho que uno est¨¦ expuesto siempre¡±. Es en cambio por la ma?ana cuando todo me parece espantoso y sin esperanza. No hablo de esperanza personal, sino colectiva. S¨¦ que la tregua nocturna ha terminado, lo mismo que ahora ha concluido la parcial de agosto. Miro el peri¨®dico con aprensi¨®n, encogido, y el pensamiento predominante, en medio de la confusi¨®n (tardo en volver a mi ser plenamente), es: ¡°?Qu¨¦ habr¨¢n hecho hoy, qu¨¦ preparar¨¢n estos desalmados? ?Qu¨¦ nueva medida contra la gente habr¨¢n ideado? ?Qu¨¦ ley insensata o injusta habr¨¢n aprobado, qu¨¦ derechos y libertades nos habr¨¢n mermado, qu¨¦ falta de piedad querr¨¢n aplicar, qu¨¦ mentiras habr¨¢n inventado?¡±
No soy el ¨²nico en verse invadido por esta sensaci¨®n predominante, en absoluto. Algo muy grave sucede cuando gran parte de la ciudadan¨ªa percibe a sus gobernantes como un peligro y una amenaza, como gente de la que no cabe esperar salvaci¨®n ni ayuda ni mejoras ni soluciones, sino condena y obst¨¢culos y empeoramiento y problemas. Hay quienes lamentan que estas columnas m¨ªas a las que regreso sean reiterativas en los ¨²ltimos tiempos; que critique al Gobierno (y a otros pol¨ªticos, no se olvide) y a esa idiosincrasia espa?ola (incluye la catalana y la vasca, lo siento) que nos ha llevado, entre otros males, a tener casi siempre dirigentes funestos, algo invariable a lo largo de nuestra historia. Pero es que han de sonar las alarmas cuando, al volver del verano, lo que nos acongoja y abruma no es reanudar el trabajo, sino enfrentarnos otra vez, inermes, a nuestros gobernantes. Mientras esto sea as¨ª, habr¨¢ que insistir, ya lo deploro.
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