Vide-greniers: el mercadillo del pueblo y para el pueblo
Hace unos d¨ªas particip¨¦ en una ciudad de Francia en un vide-greniers, que el diccionario traduce por ¡°rastro, mercadillo o mercado de segunda mano¡±. La traducci¨®n aqu¨ª es pura traici¨®n. Nada que ver con nuestra cultura de mercadillo a menudo gestionada en exclusiva por los ¡°profesionales¡± del sector. En Francia monta una mesa en un vide-greniers cualquier persona privada o asociaci¨®n que tenga algo que revender, previa autorizaci¨®n de la administraci¨®n competente. Despu¨¦s de todo, estamos en Francia, se?oras y se?ores.
En mi caso ayud¨¦ a montar un par de stands que hab¨ªa reservado una iglesia del barrio. Los miembros donaron para la ocasi¨®n lo imaginable y lo inimaginable: bicicletas de monta?a, cochecitos de paseo, juegos de sociedad, abrigos impermeables, pares de zapatos, vajilla desaparejada, utensilios de cocina, velas de colores, huchas en forma de ping¨¹ino, pinturas africanas, pulseras a conjunto con unos pendientes, electrodom¨¦sticos de todo orden, incluido un horno profesional, que deb¨ªa de pesar sus decenas de kilos, e incluso un fregadero de piedra. Nada era nuevo pero todo era reutilizable. Muchos de esos objetos habr¨ªan acabado sus d¨ªas sin m¨¢s historia en el vertedero de la ciudad.
A las cinco y media de la ma?ana del d¨ªa D est¨¢bamos ya unos cuantos plantando los caballetes y colocando las tablas que har¨ªan de mesa, y a pesar de ser horas intempestivas no est¨¢bamos solos. Tres o cuatro verdaderos profesionales del sector nos esperaban ya en la plaza vac¨ªa. ?bamos a¨²n descargando sobre la mesa todos los cachivaches que ellos ya rebuscaban entre nuestras cajas de cart¨®n en el suelo por si pod¨ªan encontrar antes que el vecino una ¡°perla preciosa¡±. Cada uno de los profesionales estaba equipado para la ocasi¨®n con una peque?a linterna. Y es verdad que a las cinco y media no se ve gran cosa a simple vista. El sol y los gallos por fin se dignaron hacer acto de presencia y tras ellos llegaron un sinf¨ªn de mujeres, sin linternas ellas pero provistas con carritos de la compra que no tardaron en llenar hasta rebosar. La mayor¨ªa nos arrebataron, como quien dice, de las manos y de las cajas en el suelo sartenes, ollas, cubiertos, bolsos, ropa de beb¨¦ y de ni?os. ¡°Tengo mucha familia¡±, me dijo una a modo de excusa. ¡°Lo env¨ªo a mis familiares en ?frica¡±, me susurr¨® la otra como si alguien le hubiera pedido una justificaci¨®n. Y es que la mayor¨ªa de las cosas las compraban de dos en dos o de cuatro en cuatro. Y no es de extra?ar. Vend¨ªamos a 20, 30, 40, 50 c¨¦ntimos la pieza. Y aun as¨ª los clientes nos regateaban el precio. Cuando se trataba de algo de calidad, frunc¨ªamos el entrecejo y ¡°exig¨ªamos¡± 2 euros. Dos bicicletas buenas y en buen estado fueron vendidas por 12 euros las dos. Claro que a ese precio me entran ganas de escribir m¨¢s bien que fueron regaladas.
Y al final del d¨ªa, que dir¨ªan los ingleses, alguien podr¨ªa preguntarse si vale la pena el esfuerzo por esa cantidad de dinero, igualmente irrisoria, ya que participar en un vide-greniers requiere bastante trabajo por parte de varias personas los d¨ªas previos y un equipo el mismo d¨ªa D dispuesto a todo de sol a sol. Si a alguien le ronda por la cabeza la pregunta que vaya a formul¨¢rsela a la asociaci¨®n de la Rep¨²blica Centroafricana que acoge a mujeres marginadas, que recibir¨¢n el dinero ingresado por la iglesia.?O que se lo pregunte a las decenas de personas que compraron sartenes, ollas, bolsos, ropa y zapatos para la nueva temporada sin que su bolsillo se haya resentido. O que se lo pregunte a quien compr¨® el horno y a quien se llev¨® el fregadero. Se han ahorrado un buen pellizco.
Me pregunto por qu¨¦ en Espa?a no est¨¢ tan extendida esta pr¨¢ctica. ?Ser¨¢ porque nos da verg¨¹enza vender objetos propios y nos da verg¨¹enza a la vez comprar objetos de otros? ?Ser¨¢ porque nos han inculcado que quien vende es un vendedor y lo dem¨¢s es intrusismo profesional? A m¨ª me parece de sentido com¨²n, sin m¨¢s, deshacerse de lo que no utilizamos. Si no utilizas algo, ?para qu¨¦ lo guardas? Y si necesitas algo, ?por qu¨¦ no intentas comprarlo en un mercadillo aunque est¨¦ usado? El precio es inmejorable. A fin de cuentas, ?qu¨¦ compramos cuando compramos: el envoltorio de los objetos, su posesi¨®n o bien su uso? Yo me digo que si los franceses, que son tan suyos, pueden organizar vide-greniers, y arrodillarse sin mayores problemas para hurgar entre cajas de cart¨®n, bien podemos hacerlo nosotros tambi¨¦n.
Si vives cerca de la frontera con Francia y te interesa visitar un vide-greniers puedes informarte sobre los previstos en las pr¨®ximas fechas en esta web.
Fotograf¨ªa de apertura: Woman at a market stall, about 1890, National Media Museum/Kodak Museum v¨ªa Flickr (The Commons)
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