Diez a?os sin Manolo
Escritor inolvidable, Manuel v¨¢zquez Montalb¨¢n nos dej¨® hace un decenio El legado de su obra permanece vivo en veneradas reediciones. Este es el retrato de su ausencia por Barcelona
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Manolo naci¨® el a?o que acab¨® la guerra. El barrio del Raval de Barcelona era territorio de perdedores que trataban de sobrevivir a la miseria y a la crueldad del nuevo r¨¦gimen. Las Ramblas dividen la Barcelona antigua: a la derecha, el Raval, popular y un punto canaille, como bien describi¨® Jean Genet. A la izquierda, el Barrio G¨®tico, la ciudad monumental y oficial. El Raval, ajeno a las miradas de la Barcelona de orden, fue siempre un lugar de tr¨¢nsito: su proximidad al puerto le daba un trasiego de marineros y viajeros que alimentaba la prostituci¨®n y la fama de barrio de mala vida, como se dec¨ªa entonces, pero era tambi¨¦n un barrio de acceso a la ciudad, destino de ingreso de muchos inmigrantes que ven¨ªan a la b¨²squeda de mejor suerte, antes desde el resto de Espa?a, ahora desde el extranjero. Manolo ten¨ªa cinco a?os el d¨ªa que al bajar corriendo ¨Clos ni?os casi siempre tienen prisa¨C la escalera de su casa se cruz¨® con ¡°un hombre feo y canijo con una maleta en la mano¡±, en su propia descripci¨®n. No le hizo caso, sigui¨® hasta la calle, la plaza del Pedr¨®, a jugar con los amigos del barrio. Cuando regres¨® a casa, result¨® que aquel hombre era su padre. Ven¨ªa de la c¨¢rcel a la que la represi¨®n le hab¨ªa llevado el mismo a?o del nacimiento de Manolo. Y, probablemente, le quit¨® del lugar de privilegio que hab¨ªa ocupado al lado de su madre durante su ausencia. Dicen que la ¨²nica y verdadera patria es la infancia. Nuestras biograf¨ªas vienen marcadas por hechos seminales como este. Todo pod¨ªa haber sido de otra manera. Pero fue as¨ª. Probablemente este momento tiene algo de fundacional para un escritor que siempre llev¨® incorporada la sombra de este barrio y de estos momentos. A m¨ª esta an¨¦cdota me ha servido siempre para reconocer y hacerme entendible todo lo que he conocido de Manolo.
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Muchos a?os m¨¢s tarde, una ma?ana de enero, fr¨ªa y luminosa a la vez, con esta luz azul claro que solo tiene Par¨ªs, en un larga caminata por los Campos El¨ªseos, hablando de su obstinada fidelidad al comunismo, del que ya solo quedaban las ruinas, Manolo cerr¨® el debate con esta frase: ¡°D¨¦jame que sea el que apague la luz¡±. Me pareci¨® irrebatible. Lo inefable no se discute: cada cual es due?o de sus parcelas en el territorio de lo que no es falsable. Confirmaba as¨ª que su compromiso pol¨ªtico era tambi¨¦n profundamente sentimental. En el fondo, su relaci¨®n con el comunismo fue un modo de sellar la fidelidad a los or¨ªgenes de un intelectual prestigioso que surgi¨® de las clases m¨¢s castigadas por el franquismo y que, labrado por las contradicciones como todos, siempre tuvo el pasado en el rabillo del ojo. M¨¢s all¨¢ de la raz¨®n y la cr¨ªtica hab¨ªa la pasi¨®n de un hombre que vivi¨® muy deprisa, casi tan deprisa como escrib¨ªa.
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El recuerdo del Raval siempre le pudo a Manolo. Cuando se emprendi¨® la gran transformaci¨®n del barrio, a finales de los ochenta y principios de los noventa, a caballo de Barcelona 92, pero m¨¢s all¨¢ de los Juegos, Manolo ejerci¨®, a veces con indisimulada melancol¨ªa, de vigilante cr¨ªtico de un cambio en el que la mejora de las condiciones de vida amenazaba la expulsi¨®n del barrio de la poblaci¨®n m¨¢s d¨¦bil. Fiel a su tradici¨®n de puerta de entrada de la ciudad, el barrio hoy se parece poco al que conoci¨® Manolo. La transformaci¨®n urban¨ªstica ha ido acompa?ada de una transformaci¨®n demogr¨¢fica, de modo que hoy probablemente sea, por la diversidad de origen y condici¨®n de sus habitantes, el barrio m¨¢s cosmopolita de Barcelona.
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¡°Este mundo no es como lo esper¨¢bamos¡±, ¡°Hemos venido a este mundo a sufrir¡±, el pesimismo de la inteligencia pod¨ªa en Manolo m¨¢s que el optimismo de la voluntad. El happy end no existe. Eran estos los esl¨®ganes que presid¨ªan la redacci¨®n de la revista Por Favor en la Espa?a del tardofranquismo y los inicios de la Transici¨®n en los que el humor era la escapatoria posible, no exenta de riesgos y penalidades como lo demuestran los cierres y desventuras judiciales que sufri¨®. La revista naci¨® en un d¨ªa se?alado del calendario de la crueldad fascista: la tarde en la que el Consejo de Ministros dio el enterado para la ejecuci¨®n de Puig Antic. Una coincidencia expresi¨®n de las contradicciones del momento en el que el r¨¦gimen agotaba su ense?amiento represivo al tiempo que empezaban a emerger voces y presencias del futuro.
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En estos tiempos nuestros en los que el mito de la productividad es el horizonte ideol¨®gico dominante, los predicadores del dogma alucinar¨ªan con Manolo. Media revista la hac¨ªa ¨¦l, generosamente nos dejaba el resto a los dem¨¢s. Una retah¨ªla de seud¨®nimos suyos se expand¨ªa por las p¨¢ginas. No creo que se conozca escritor con mayor productividad literaria por hora. Una idea y una canci¨®n: Manolo dec¨ªa que los art¨ªculos los escrib¨ªa sobre el patr¨®n de una tonadilla.
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Y, sin embargo, hab¨ªa tiempo para todo. Hay que recuperar la literatura del tedio. Recuerdo con enorme nostalgia las tardes de los fines de semana en su casa de Cruilles. Este placer, actualmente casi prohibido, del dolce far niente,de la conversaci¨®n sin prisa ni objetivo preciso, del dejar fluir las horas, entre palabras. Los almuerzos se prolongaban en largas tardes de sof¨¢, entre la modorra y alg¨²n chispazo de Manolo, abundantemente regadas, solo interrumpidas por la invitaci¨®n a la merienda, plenamente integrable en el pecado capital de la gula, hasta llegar, sin soluci¨®n de continuidad, a la cena, evidentemente preparada por Manolo. Nos acost¨¢bamos de madrugada y a la ma?ana siguiente, cuando consegu¨ªas bajar a la cocina, con toda la carga de la resaca, Manolo ya hab¨ªa escrito dos art¨ªculos, ya hab¨ªa hecho la compra y ya hab¨ªa desplegado el desayuno sobre la mesa. Siempre he sentido una sana envida por los que duermen poco y est¨¢n despiertos como si durmieran mucho.
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Manolo ten¨ªa fama de t¨ªmido. Es verdad que pon¨ªa una cierta coraza entre ¨¦l y el mundo. Una coraza que de vez en cuando romp¨ªa con un latigazo de su desmesurada imaginaci¨®n literaria. Yo, que defend¨ª la primera guerra de Irak (que no la segunda), todav¨ªa siento una cierta humedad en mis labios cuando recuerdo la flecha que nos mand¨® a los proaliados en un debate televisivo: ¡°Boquitas pintadas de sangre¡±. Los debates ideol¨®gicos y pol¨ªticos crean fronteras y rompen complicidades. Y la apuesta de Manolo por la figura del intelectual a la sartriana ¨Cel del compromiso pol¨ªtico¨C le llev¨® m¨¢s de una vez a cruzar la que para m¨ª es la l¨ªnea roja: ocultar la verdad para no desmoralizar a los nuestros. Pero detr¨¢s de su coraza se escond¨ªa una dimensi¨®n entra?able que permit¨ªa recuperar la empat¨ªa siempre que supieras vencer el primer muro de resistencia. Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n formaba parte de la media docena de intelectuales europeos ¨Ccomunistas irredentos, podr¨ªa decirse¨C que acud¨ªan a la llamada de cualquier signo de emergencia de alg¨²n movimiento radical que, en alg¨²n lugar del mundo, apareciera como portador de una nueva esperanza. La causa zapatista, el pacifismo antiamericano y los movimientos antiglobalizaci¨®n hab¨ªan sido sus ¨²ltimas apuestas. En cualquier caso, en tiempos de ?autocomplacencia neocapitalista, la tenacidad de Manolo ha servido para que las noticias del caos y de la injusticia en el mundo ti?eran de negra realidad cualquier retrato en rosa de un mundo sometido a la pax americana. Pero m¨¢s all¨¢ de la suerte de estas causas, el tiempo le ha dado la raz¨®n en muchas cosas: desde los a?os ochenta es la revoluci¨®n conservadora, destinada a destruir los equilibrios labrados en los cincuenta y los sesenta, la que est¨¢ arrasando a unas sociedades a las que ha impuesto la cultura de la indiferencia, y la que est¨¢ devorando a la democracia con un crecimiento de las desigualdades sin parang¨®n, que destruyen el tejido social y pol¨ªtico. Hoy no le faltar¨ªan a Manolo causas que apoyar, en un momento en el que los movimientos sociales est¨¢n dando r¨¦plica a la pol¨ªtica institucional, construyendo nuevas formas de politizaci¨®n.
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Unas gotas de surrealismo. El d¨ªa de la muerte de Franco nos dio por jugar al pimp¨®n. Supongo que era una forma contenida de expresar una alegr¨ªa que no amagaba una derrota: Franco muri¨® en la cama. La redacci¨®n del Por Favor estaba cerca de mi casa. Fuimos a ella para ver la declaraci¨®n de Arias Navarro. Yo ten¨ªa una mesa de pimp¨®n en la terraza y entre l¨¢grima y l¨¢grima del presidente del Gobierno le d¨¢bamos a la pala. Extra?o desahogo de un d¨ªa en el que todo era raro: nos sent¨ªamos liberados, pero el r¨¦gimen estaba ah¨ª. Con todo, la m¨¢s surrealista de las experiencias que viv¨ª con Manolo fue en TVE. Nos invitaron al programa de Carmen Maura, la chica que val¨ªa mucho. La grabaci¨®n era a las seis de la tarde, pero nos citaron a la hora de la comida. Comimos juntos Bibi Andersen, Alaska la de los Pegamoides, Manolo V¨¢zquez y un servidor. ¡°Ya has descubierto el secreto de Bibi Andersen¡±, me dec¨ªa Manolo en voz baja. Por aquellos tiempos imperaba la idea de que la comida y la bebida llevaban a los invitados m¨¢s relajados al estudio y mejor preparados para la grabaci¨®n.
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La publicaci¨®n de ¡®Cr¨®nica sentimental de Espa?a¡¯ en Triunfo marca un momento crucial en la renovaci¨®n del periodismo espa?ol. Los j¨®venes que empez¨¢bamos entonces, en unas redacciones franquistas que se iban poblando paulatinamente de rojos, quer¨ªamos escribir como Manolo. La literatura como v¨ªa para ejercer la cr¨ªtica prohibida. A trav¨¦s del repertorio musical y cinematogr¨¢fico de la incipiente cultura de masas, Manolo devolvi¨® la dignidad simb¨®lica a amplios sectores de las clases populares y llev¨® a cabo un proceso de codificaci¨®n de la cultura popular que la hac¨ªa visible para amplios sectores de la sociedad y la incorporaba al arsenal cultural de la resistencia antifranquista. ¡°Afortunadamente, las se?oras tienen espalda¡±, escrib¨ªa en una Capilla Sixtina de Triunfo, a prop¨®sito del film de Jaime Camino Mi profesora particular.Y conclu¨ªa: ¡°?La esperanza? La espalda de Anal¨ªa Gad¨¦ record¨¢ndonos la proclamaci¨®n de H?lderlin: los dioses se han marchado, nos queda el pan y el vino¡±.
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¡°No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre¡±. Estos dos versos de Pablo Neruda, del Canto general, ¡°parecen dar la clave de la r¨¢pida muerte¡± del poeta, despu¨¦s del golpe de Estado de Pinochet, escrib¨ªa Manolo en Triunfo. Me he acercado estos d¨ªas de aniversario de aquella felon¨ªa a sus art¨ªculos en torno a la ca¨ªda de la Unidad Popular Chilena que para una generaci¨®n fue el fin de la ¨²ltima ilusi¨®n que quedaba o, si se prefiere, la p¨¦rdida de la inocencia. ¡°Cuando la paciencia de la v¨ªctima no tiene l¨ªmite, la paciencia del verdugo se acaba¡±, escrib¨ªa Manolo. ¡°Allende era irritante. Nacido para ser Frei, hab¨ªa querido ser Allende. Mas¨®n de convicci¨®n, presid¨ªa los actos religiosos. Socialista obsesivo y ultimista, cre¨ªa en el respeto a la norma democr¨¢tica, incluso como instrumento de construcci¨®n del socialismo. As¨ª se explica la urgencia, la furia, la rabia de las balas. Mataban la excepci¨®n. Confirmaban la regla¡±.
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Pocos d¨ªas antes de su muerte en los pasillos del aeropuerto de Bangkok, un lugar propio de un esp¨ªa m¨¢s que de un escritor, cerca de los mares del Sur que le fascinaban, Manolo escribi¨® en su columna de EL PA?S con el t¨ªtulo Vac¨ªos:¡°No hemos valorado suficientemente la sensaci¨®n de vac¨ªo que nos espera cuando del friso pol¨ªtico desaparezcan Pujol, Aznar y, probablemente, Arzalluz¡±, cerrando un ciclo del que la primera se?al hab¨ªa sido la salida de Felipe Gonz¨¢lez. ¡°Esta no es Espa?a, que me la han cambiado¡±. Si ahora regresara, constatar¨ªa c¨®mo han sido premonitorias aquellas palabras suyas. Efectivamente, el r¨¦gimen de la Transici¨®n y el orden de la Espa?a auton¨®mica que estos ciudadanos representaban han quedado irreconocibles sin ellos. Volvemos a estar en tiempo de mudanza, que eran los que gustaban a Manolo.
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Pero la singularidad de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n es que cualquier batalla pol¨ªtica, aun la que pareciera m¨¢s absurda o disparatada, era inseparable de sus pathos de escritor insaciable. Escribir era, en el fondo, su manera de estar en el mundo. Y, en este sentido, probablemente nada explica mejor la complejidad pol¨ªtica, psicol¨®gica y literaria de Manolo que la relaci¨®n con dos mitos ¨Cen el sentido de que sus narrativas pesaron sobre casi todos los periodos de su vida¨C, Fidel Castro y Franco, la cara y la cruz. A ambos dedic¨® miles de p¨¢ginas. Se meti¨® dentro de Franco para escribir la autobiograf¨ªa en una especie de viaje a lo siniestro. Y se embebi¨® de Fidel Castro, que le gener¨® siempre tanta admiraci¨®n como incomodidad. Manolo sab¨ªa perfectamente qu¨¦ es y qu¨¦ no es una dictadura. Pero desde alg¨²n rinc¨®n de su conciencia segu¨ªan llegando ¨®rdenes que le ven¨ªan de aquella su lejana patria, la infancia en el barrio del Raval, y marcaban sus palabras, sus fidelidades y sus silencios. E incluso sus excesos.
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