La ayuda nos hace mejores
El Primer Ministro de Espa?a, Crist¨®bal Montoro, durante una intervenci¨®n en el Senado. Foto: ANGEL D?AZ(EFE).
La semana pasada supimos que los presupuestos del Gobierno planean recortar la ayuda al desarrollo por sexto a?o consecutivo. La ca¨ªda acumulada desde 2008 es del 63%, lo que convierte a la Cooperaci¨®n Espa?ola en la segunda por la cola de la OCDE y en una de las partidas del gasto p¨²blico m¨¢s castigadas por las decisiones pol¨ªticas derivadas del ajuste. La cantidad prevista para el pr¨®ximo a?o es de 1.815 millones de euros, y si esta cifra les suena familiar es porque se parece tr¨¢gicamente a la indemnizaci¨®n que se podr¨ªa embolsar Florentino P¨¦rez tras el fiasco legal del proyecto Castor. O porque es algo m¨¢s de la mitad de lo que pagaremos por el hiperinflado submarino de guerra que costea el Ministerio de Industria. Por utilizar solo dos ejemplos de esta misma semana.
No les voy a aburrir con los mismos argumentos que han le¨ªdo en este blog cincuenta veces. Pero s¨ª quiero compartir con ustedes mi peque?a epifan¨ªa: quienes nos dedicamos a tratar de frenar este mercanc¨ªas nos hemos preocupado tanto por encontrar alambicados argumentos econ¨®micos y pol¨ªticos -como el coste del aislacionismo para el ascendiente internacional de Espa?a- que hemos llegado a olvidar por qu¨¦ est¨¢bamos aqu¨ª en primer lugar. En un mundo en el que millones de familias conviven con la tragedia insoportable de ver morir a un hijo que podr¨ªa haberse salvado con una simple vacuna, nuestra obligaci¨®n es actuar. Nada, ni la reducci¨®n del d¨¦ficit ni las indudables necesidades por las que atraviesan muchos espa?oles, justifica dar la espalda por completo a esta situaci¨®n, que es lo que est¨¢ ocurriendo. Esa es la lecci¨®n b¨¢sica que la comunidad internacional asumi¨® dolorosamente tras la Segunda Guerra Mundial y esta crisis, sencillamente, no tiene la entidad para evaporarla.
Y s¨ª,existen incontables ejemplos en los que la cooperaci¨®n ofrece retorno econ¨®mico y pol¨ªtico, pero eso es porque fortalece el prestigio del donante: no un prestigio blando, el de las meras intenciones, sino el que se deriva de la responsabilidad consecuente ante problemas que nos afectan a todos. Las enfermedades, como el cambio clim¨¢tico o los conflictos internacionales, forman parte de esa responsabilidad com¨²n.
La ayuda es una expresi¨®n de la compasi¨®n de los pueblos. Nos hace mejores. Si nuestro Presidente (y la mayor¨ªa del Congreso) no entiende esto y ha decidido poner en manos de un pu?ado de t¨¦cnicos del Ministerio de Hacienda decisiones pol¨ªticas que afectan al tipo de sociedad que queremos ser, el problema lo tiene ¨¦l. Supongo que se habr¨¢ dado cuenta durante su reciente intervenci¨®n en la ONU, candidatando a Espa?a al Consejo de Seguridad ante un escaso auditorio que se aguantaba la risa con dificultades.
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