La Quinta del Buitre peina canas
Hace tres d¨¦cadas del art¨ªculo de EL PA?S que lanz¨® a la fama a cinco chicos del Madrid que marcaron los 80 desde el c¨¦sped
Hubo una vez en la que la Quinta del Buitre lo tuvo todo. Se compon¨ªa de j¨®venes apuestos, educados y triunfadores. Representaba una generaci¨®n que parec¨ªan dar los primeros pasos hacia la modernidad en un pa¨ªs donde todav¨ªa se encontraban televisiones en blanco y negro. Emilio Butrague?o, Miguel Pardeza, Rafael Mart¨ªn V¨¢zquez, Manuel Sanchis Hontiguelo y Jos¨¦ Miguel Gonz¨¢lez M¨ªchel fueron, desde que se les agrup¨® bajo ese ep¨ªteto, justo despu¨¦s de que Espa?a terminara de enterrar la fiesta de Naranjito que fue el Mundial de 1982, mucho m¨¢s que unos jugadores del Real Madrid. Fueron un s¨ªmbolo.
El sobrenombre de la Quinta del Buitre, diminutivo del apellido de Butrague?o, cumple ahora 30 a?os. Desde entonces ha cambiado todo. Cuando surgi¨®, en un art¨ªculo de EL PA?S firmado por Julio C¨¦sar Iglesias, hubo que a?adirles un nombre delante: Amancio y la Quinta de 'El Buitre', se llam¨® el texto. "El nombre de Amancio se a?adi¨® porque a alguien le pareci¨® excesivo dedicar una p¨¢gina a unos mocosos desonocidos", explica el autor.
Al fin y al cabo, el texto no hablaba de tendencias sino de una situaci¨®n actual: la paradoja que estaba viviendo el Real Madrid. Un grupo de canteranos estaba ilusionando m¨¢s a la afici¨®n madridista que las actuaciones del primer equipo. Alejados de la Espa?a ca?¨ª y de ¡°La Furia¡± que representaba la generaci¨®n anterior liderada por Juanito, lograron llenar el Bernab¨¦u en un partido de Segunda Divisi¨®n contra el filial del Athletic Club de Bilbao en diciembre de 1983.
Poco a poco fueron dando el salto al primer equipo y en la Quinta del Buitre empezaron a despuntar dos figuras llamadas a cambiar la forma de entender el f¨²tbol en Espa?a. Butrague?o fue el que m¨¢s tard¨® en llamar la atenci¨®n. No salt¨® al primer equipo hasta un partido en C¨¢diz en febrero de 1984: el Madrid perd¨ªa 2-0 y el entrenador, un tal Alfredo Di St¨¦fano, dijo dos palabras que Butrague?o nunca olvidar¨¢: ¡°Nene, calent¨¢¡±. Como es obligado en toda leyenda que se precie su entrada supuso la remontada (2-3). Actualmente hay 19 pe?as con su nombre. Un ni?o rubio de ojos azules del Colegio Calasancio suced¨ªa en el escenario del deporte a un malague?o taurino aficionado a las chupas de cuero y al pelo largo por la nuca. Dos iconos, dos ¨¦pocas.
La leyenda dec¨ªa que en un torneo juvenil en M¨®naco, la princesa Carolina se hab¨ªa quedado prendada de M¨ªchel
El grupo fue asumiendo su condici¨®n de estrellas rutilantes y no mostraron ninguna lucha de egos entre la manada. En una entrevista con Vanity Fair, Butrague?o no se explicaba muy bien el acoso de las fans hacia su persona: ¡°?Yo no soy guapo! M¨ªchel era el sexy. O eso dec¨ªan. Era el que ten¨ªa m¨¢s ¨¦xito. Yo tuve suerte porque ca¨ª simp¨¢tico, a¨²n no s¨¦ muy bien porqu¨¦¡±, se resist¨ªa.
La leyenda, de la que por supuesto no hay pruebas, tambi¨¦n dec¨ªa que un torneo juvenil en M¨®naco, la princesa Carolina se hab¨ªa quedado prendada de M¨ªchel Gonz¨¢lez. Este banda derecha todav¨ªa tiene el meterse con Butrague?o como principal actividad. Le reprocha su talento para colocar ¡°sin descuento¡± en el vestuario las colonias de la famosa perfumer¨ªa de su padre. El aludido se defend¨ªa diciendo que ten¨ªa ¡°cultura de mostrador¡± porque por las tardes ayudaba en el comercio familiar. Michel ten¨ªa la mente despierta del listo de barrio. Se mud¨® a un chalet adosado de Las Rozas donde no se cansaba de firmar aut¨®grafos a los chavales que llamaban a su puerta. Esa espontaneidad le llev¨® a ser el m¨¢s descarado con la prensa. En una entrevista reciente en el suplemento S Moda todav¨ªa alardeaba de su amor por la ropa. ¡°No me pongo el ch¨¢ndal ni en las concentraciones¡±, dec¨ªa afianzando su fama de metrosexual de la era preBeckham.
M¨ªchel y Butrague?o ayudaron a redefinir el papel del futoblista-como-'celebrity' de la ¨¦poca
Juntos, M¨ªchel y Butrague?o ayudaron a redefinir el papel del futoblista-como-celebrity de la ¨¦poca. Ambos gozaban de tal empuje comercial que cayeron en la incipiente industria del videojuego espa?ol: con ellos se estren¨®, a finales de los ochenta, t¨ªtulos como Emilio Butrague?o ?F¨²tbol! y M¨ªchel f¨²tbol m¨¢ster, dos grandes ¨¦xitos del Spectrum y Amsrad de la ¨¦poca.
En aquella ¨¦poca, la vida ¨ªntima de un futbolista era mucho m¨¢s ¨ªntima. Butrague?o, muy celoso de lo suyo, provoc¨® un gran revuelo al intentar una boda clandestina en 1991 con Sonia, su novia de toda la vida. El padre del novio fue cazado llegando en ch¨¢ndal bajo el que escond¨ªa un traje y la leyenda cuenta que Butrague?o lleg¨® a la iglesia escondido en el maletero de un coche.
El resto de integrantes mantuvieron un perfil m¨¢s bajo. ¡°Me pas¨¦ tres meses sin hablar en el vestuario hasta que Juanito me dio un coscorr¨®n y me dijo ¡®ni?o habla¡¯¡±, recuerda con cierta nostalgia Manolo Sanch¨ªs. Mart¨ªn V¨¢zquez tuvo una relaci¨®n m¨¢s compleja con el club: traspasado al Torino por 400 millones de pesetas acab¨® regresando dos a?os despu¨¦s con bigote y pulseras de cuero en las mu?ecas. Este chico criado en Pozuelo ten¨ªa mucha clase pero nunca fue el m¨¢s carism¨¢tico.
Miguel Pardeza recuerda con cari?o como en el vestuario era acusado de ¡°intelectual¡±. Cuando le daba por escribir alg¨²n art¨ªculo en la prensa un compa?ero del primer equipo le marcaba las palabras que no entend¨ªa y le pegaba el papel en la pared del vestuario. ¡°Yo siempre he tenido preferencia por las palabras menos comunes. Si puedo elegir siempre escojo la rara¡±, comentaba recientemente en una charla informal. Doctor en Filolog¨ªa hisp¨¢nica cuenta con una tesis doctoral sobre el escritor y periodista C¨¦sar Gonz¨¢lez Ruano.
Hace poco Pardeza reflexion¨® en EL PA?S sobre el grupo y su influencia: ¡°En estos d¨ªas de nost¨¢lgicos homenajes, hemos vuelto a estar todos juntos. Hemos sido fotografiados como si fu¨¦ramos miembros de una banda pop que ha anunciado su vuelta a los escenarios. Pero ya no hay escenarios, no hay p¨²blico, ni siquiera artistas. S¨®lo queda el testimonio de los que nos siguen recordando, aunque prefiero pensar que no m¨¢s a nosotros que a la esperanza que en su d¨ªa acaso representamos¡±.
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