Reflexiones de una presa sobre Nelson Mandela
Encerrada y vigilada como ¨¦l, admiro su compromiso con la reconciliaci¨®n
Se dice que la reclusi¨®n nos deja con una sensaci¨®n de desamparo y vulnerabilidad, pero la verdad de la vida para un preso pol¨ªtico, incluso para el que haga una huelga de hambre, es lo contrario. Como presa, yo me he visto obligada a centrarme en lo que es esencial para m¨ª: mis creencias pol¨ªticas y mi pa¨ªs. Por eso, siento la presencia de los valientes hombres y mujeres, j¨®venes y mayores, que se han agrupado en Kiev y otras ciudades ucranias para defender sus sue?os de una democracia y un futuro europeos. En la c¨¢rcel, nuestras esperanzas y sue?os se vuelven nuestra realidad.
Estoy segura de que Nelson Mandela habr¨ªa entendido mis sentimientos y los habr¨ªa compartido. El r¨¦gimen sudafricano del apartheid pudo mantenerlo encerrado durante casi tres decenios, pero en las grandes protestas de Soweto y las otras manifestaciones en pro de la libertad y la igualdad, los valientes j¨®venes sudafricanos tuvieron presente su ejemplo y sintieron su presencia.
En todo el mundo, la mayor¨ªa de la gente est¨¢ celebrando ahora con raz¨®n la noble dignidad con la que Mandela sac¨® a Sud¨¢frica del salvajismo pol¨ªtico. Incluso aqu¨ª, tras los barrotes de la c¨¢rcel y la vigilancia durante 24 horas, como la que padeci¨® ¨¦l durante tanto tiempo, puedo imaginar la calidez de su ancha sonrisa, sus alegres ojos y camisas de colores de estilo hawaiano que llev¨® con tanta gracia.
Y puedo admirar su inflexible ¡ªy s¨ª, a veces astuto¡ª compromiso con la reconciliaci¨®n, que salv¨® a su pa¨ªs de la guerra racial que quienes se negaban a aceptar el fin del dominio blanco minoritario consideraban inevitable. ?Qu¨¦ equivocados estaban y qu¨¦ milagroso fue el logro de Mandela al hacer incluso a sus m¨¢s implacables enemigos sentirse en su casa en la Sud¨¢frica posterior al apartheid!
Tras el fin del salvajismo pol¨ªtico en Sud¨¢frica no hubo caza de brujas ni una justicia sumaria
Pero aqu¨ª, en este lugar, no es el Mandela estadista el que conmueve mi alma y dispara mi imaginaci¨®n. ¡°Mi¡± Mandela es el preso, el Mandela de la isla de Robben, que soport¨® 27 a?os tras los barrotes (18 de ellos en una roca en el Atl¨¢ntico meridional) y, sin embargo, sali¨® con su esp¨ªritu intacto, embargado por la visi¨®n de una Sud¨¢frica tolerante, una naci¨®n liberada incluso para los art¨ªfices y beneficiarios del apartheid.
El fin del dominio blanco no se caracteriz¨® por purgas. No hubo caza de brujas ni una justicia sumaria. Lo ¨²nico que Mandela pidi¨® fue que se revelara la verdad sobre el pasado. Mediante la extraordinaria innovaci¨®n de la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n, Mandela encontr¨® el ¨²nico puente viable entre la herencia racista de su pa¨ªs y sus presente y futuro multirraciales: una combinaci¨®n de genio pol¨ªtico y sabidur¨ªa humana que caracteriza solo a los m¨¢s grandes dirigentes.
Mandela pudo guiar a Sud¨¢frica hasta la libertad porque supo ver su futuro con mayor claridad que quienes vivieron los a?os del apartheid fuera de la c¨¢rcel. De hecho, tuvo esa poco com¨²n claridad de la visi¨®n moral que la c¨¢rcel ¡ªm¨¢s quiz¨¢s que ning¨²n otro ambiente¡ª puede alimentar.
El encarcelamiento infundi¨® tambi¨¦n esa claridad a Alexandr Solzhenitsin. ¡°Poco a poco fui descubriendo que la l¨ªnea que separa el bien del mal no pasa por los Estados ni entre las clases ni tampoco entre los partidos pol¨ªticos, sino que cruza exactamente todos los corazones humanos¡±, escribi¨® en El archipi¨¦lago Gulag. ¡°Esa l¨ªnea cambia (¡) e incluso dentro de los corazones rebosantes de maldad se mantiene una peque?a cabeza de puente de bien e incluso en el mejor de todos los corazones se mantiene un rinconcito no desarraigado de mal¡±.
La capacidad para ver m¨¢s claramente que la mayor¨ªa el funcionamiento interno del alma humana es uno de los pocos dones que puede brindar el encarcelamiento. Obligados a contar exclusivamente con nuestra vulnerabilidad, nuestro aislamiento, nuestras p¨¦rdidas (y nuestra causa, aparentemente perdida), aprendemos a mirar m¨¢s detenidamente en el coraz¨®n humano: el nuestro y el de nuestros carceleros.
S¨¦ que la democracia ganar¨¢ en Ucrania, como Mandela sab¨ªa que iba a acabarse el 'apartheid'
Mandela fue el mejor ejemplo de ese don poco com¨²n. ?C¨®mo, si no, habr¨ªa podido invitar personalmente a uno de sus carceleros de la isla de Robben a asistir a su toma de posesi¨®n como primer presidente democr¨¢ticamente elegido de Sud¨¢frica?
Naturalmente, tras el generoso esp¨ªritu de Mandela hab¨ªa un car¨¢cter de acero. Soport¨® su reclusi¨®n por el bien de su causa y la angustia del sufrimiento impuesto a su familia y, aun as¨ª, nunca se desmoron¨® ni cedi¨® a la rabia que habr¨ªa consumido a la mayor¨ªa de las personas.
Como de costumbre, las propias palabras de Mandela sobre su d¨ªa de la liberaci¨®n personal muestran lo bien que lo entendi¨®: ¡°Cuando sal¨ª de la celda y me dirig¨ª a la puerta por la que saldr¨ªa a la libertad, sab¨ªa que, si no dejaba tras m¨ª mi amargura y odio, seguir¨ªa dentro de la c¨¢rcel¡±. Y as¨ª como Mandela sab¨ªa en su celda carcelaria que llegar¨ªa un d¨ªa en que el apartheid se desplomar¨ªa, yo s¨¦, en mi soledad, que el triunfo final de Ucrania como una democracia europea es seguro.
Yulia Timoshenko fue primera ministra de Ucrania y ahora es la dirigente de la oposici¨®n.
? Project Syndicate, 2013.
Traducido del ingl¨¦s por Carlos Manzano.
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