No sabemos nada
Como en 1977, hay que forjar un consenso pol¨ªtico para acabar con la incertidumbre
?Qu¨¦ tiempos aquellos donde el presente y el futuro estaban m¨¢s o menos cantados! Salimos de una dictadura, y la democracia de corte occidental, con sus pros y sus contras, hac¨ªa acto de presencia en la vida de los espa?oles con la intenci¨®n de quedarse para muchos a?os. Una Constituci¨®n apoyada masivamente por los ciudadanos naci¨® un 6 de diciembre de 1978 con la idea de permanecer por muchos a?os. Esa Constituci¨®n garantizaba la existencia del pluralismo ideol¨®gico y levantaba el freno de mano que el franquismo hab¨ªa puesto en el reconocimiento de la diversidad y de los hechos diferenciales de nuestro pa¨ªs. El centralismo pol¨ªtico y administrativo dio paso a un Estado descentralizado que repart¨ªa el poder donde la suma no era nunca cero. Todo ello bajo la capa de una Monarqu¨ªa parlamentaria, donde la soberan¨ªa resid¨ªa en el conjunto de los ciudadanos y encarnado el Estado por el Rey. Los Pactos de la Moncloa aseguraban un futuro de crecimiento econ¨®mico y un desarrollo equilibrado de Espa?a que se vio reforzado por la entrada de Espa?a en la entonces Comunidad Econ¨®mica Europea. Los espa?oles confi¨¢bamos el Gobierno central a una de las dos grandes opciones pol¨ªticas ¡ªcentroizquierda y centroderecha¡ª sabiendo que cuando fallara una, ah¨ª estaba la otra para conducir el destino de los espa?oles. M¨¢s o menos, el presente estaba garantizado y el futuro asegurado.
Treinta y cinco a?os despu¨¦s, da la sensaci¨®n de que no sabemos nada de lo que somos y de lo que nos espera. Hemos perdido la fe y la esperanza y se tiene la impresi¨®n de que todo est¨¢ patas arriba sin que se sepa por d¨®nde vamos a navegar y qu¨¦ rumbo lleva la nave. Unos son partidarios de dejar la Constituci¨®n como est¨¢ y otros desean una modificaci¨®n o anulaci¨®n de la misma. Quienes desean esto ¨²ltimo no son capaces de exteriorizar las razones de esa derogaci¨®n ni por qu¨¦ tipo de Constituci¨®n ser¨ªa sustituida la actual. Quienes pretenden su modificaci¨®n tampoco aclaran el sentido y el alcance de la misma.
A lo m¨¢s que se llega, por parte de los primeros, es a anunciar un cambio de r¨¦gimen, sustituyendo la Monarqu¨ªa por la Rep¨²blica, pero sin aclarar a qu¨¦ tipo de Rep¨²blica pretenden llegar. ?A la portuguesa o italiana? ?A la francesa o a la norteamericana? De la certeza de la Monarqu¨ªa parlamentaria hemos llegado a la indefinici¨®n de la Rep¨²blica y ah¨ª seguimos, sin que se aclare c¨®mo y hasta d¨®nde.
Se cuestiona todo:
la Constituci¨®n, los partidos, la unidad de Espa?a o la Monarqu¨ªa
Los segundos, los partidarios de la reforma, nos incitan a la misma bajo el se?uelo del Estado federal, sin que se especifique qu¨¦ cambios ser¨ªan necesarios para dejar el actual Estado descentralizado y pasar al federal. ?Qu¨¦ tipo de Estado tenemos ahora? O es un Estado centralista o es un Estado descentralizado. Como no es lo primero, no existen dudas de que es lo segundo. ?Qu¨¦ es un Estado descentralizado, sino un Estado federal? ¡°El Estado de las autonom¨ªas ha tocado fondo¡±, dicen algunos; ?por qu¨¦ modelo lo sustituir¨ªan ellos?
Los partidarios de la Monarqu¨ªa parlamentaria se dividen entre los que desean ver un gesto que ratifique el empe?o del Rey, don Juan Carlos, en mantenerse al frente de sus responsabilidades institucionales y los que aspiran a una abdicaci¨®n que haga del pr¨ªncipe de Asturias el soporte de esa Monarqu¨ªa. Nadie est¨¢ seguro de si ocurrir¨¢ lo uno o lo otro.
Las encuestas que se publican con cierta frecuencia sobre la intenci¨®n de voto de los espa?oles difieren de las que se hac¨ªan p¨²blicas a lo largo de los ¨²ltimos 30 a?os. En esos sondeos, se testaba el estado de salud de PSOE y PP; el debilitamiento de uno significaba el fortalecimiento del otro, de tal manera que los espa?oles sab¨ªamos que, o ser¨ªamos gobernados por una opci¨®n de centroizquierda, o por otra de centroderecha. Hoy ni el centroizquierda ni el centroderecha se presentan ante la opini¨®n p¨²blica como garantes de la gobernabilidad de Espa?a. Ni uno ni otro se aproximan a una mayor¨ªa suficiente que proporcione estabilidad en la gobernaci¨®n futura de nuestro pa¨ªs. No sabemos por qui¨¦nes seremos gobernados dentro de dos a?os. Crecen los partidos marginales sin que sepamos sus intenciones pol¨ªticas. No se sabe muy bien qu¨¦ es el partido Uni¨®n, Progreso y Democracia ni qu¨¦ es la actual Izquierda Unida.
Nadie dudaba de que el reparto competencial entre el poder central y las comunidades aut¨®nomas ser¨ªa fuente de conflictos. Todos sab¨ªamos que la financiaci¨®n auton¨®mica traer¨ªa rencillas y peleas entre los territorios entre s¨ª y entre estos y el Gobierno central. Pero estaba asegurada la unidad de Espa?a, que nadie pon¨ªa en duda tras el resultado de la votaci¨®n de la actual Constituci¨®n. La unidad no era asunto a debatir. Hoy, tambi¨¦n eso ha entrado en la escena pol¨ªtica para que no falte de nada en este batiburrillo en que se ha convertido Espa?a. Pasaremos un largo a?o sin que nadie sepa a ciencia cierta si habr¨¢ o no refer¨¦ndum en Catalu?a para decidir si quieren o no seguir dentro de este proyecto colectivo.
Las opiniones est¨¢n repartidas y ya no sabemos si hemos ganado los dem¨®cratas
o han ganado los terroristas
Para m¨¢s inri, durante a?os sab¨ªamos que la lucha contra el terrorismo etarra iba a ser larga y dolorosa, pero que, al final, los dem¨®cratas ganar¨ªamos. Hoy ETA parece ser que se ha rendido y que los dem¨®cratas hemos ganado, pero solo parece ser, porque las opiniones est¨¢n repartidas y ya no sabemos si hemos ganado los dem¨®cratas o han ganado los terroristas.
El Gobierno saca pecho en las ¨²ltimas semanas y sus discursos dan a entender que la crisis ha concluido y que Espa?a es un ejemplo para el mundo. Para algunos, esa es una verdad indiscutible; para otros, eso no es m¨¢s que una vulgar propaganda que no se sostiene si se ponen al lado del triunfalismo gubernamental las cifras de parados y las pobres expectativas de recuperaci¨®n de la econom¨ªa familiar y empresarial. No sabemos si estamos, o no, saliendo de la crisis y no sabemos qu¨¦ futuro espera a millones de j¨®venes que, cada vez m¨¢s, encuentran oportunidades en mercados laborales ajenos al nuestro.
A la vista de esta panoplia de incertidumbres, cabe preguntarse por la manera en que los espa?oles fuimos capaces de crear certidumbres donde solo hab¨ªa dudas tras la muerte del dictador. Nuestra experiencia es corta. Se remonta a 1977. Tuvimos que hacer frente a una crisis similar, fortaleciendo nuestras instituciones al mismo tiempo. El objetivo fue lograr la democracia. El m¨¦todo empleado fueron los Pactos de la Moncloa. El consenso, el instrumento del que nos servimos. No debemos olvidar esa experiencia. El consenso fue la f¨®rmula empleada para resolver los problemas mediante el acuerdo. El consenso es el fundamento que da respuesta al disenso que caracteriza el debate democr¨¢tico. Gracias a eso se hicieron dos cosas: 1. Culminar un proceso constituyente. 2. Hacer las reformas econ¨®micas con las que remontar la crisis, con la voluntad de incorporarnos a Europa.
Remando a contracorriente, estimo que el debate pol¨ªtico, la pol¨ªtica, son ahora tan necesarios como entonces. Ser¨ªa un fracaso de la democracia que unas minor¨ªas, politizadas, se impusieran a una mayor¨ªa pasiva, esc¨¦ptica, desmoralizada, desconfiada de la pol¨ªtica y alejada de sus instituciones representativas. Esa es la tarea que deber¨ªan emprender inmediatamente PP, PSOE y todos aquellos que quisieran unirse a ese consenso para ser capaces de alejar las incertidumbres y forjar un presente que nos despeje el futuro. ?O se pretende que sigamos en la inopia y sin futuro?
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.