Sud¨¢n del Sur: diario de una crisis
La experiencia del cirujano de MSF que se desplaz¨® al pa¨ªs tras el estallido de la violencia en diciembre "No puedo dejar de pensar en la gente atrapada en el conflicto", escribe
El fin de semana antes de Navidad, recib¨ª una llamada del responsable de emergencias de M¨¦dicos Sin Fronteras. Hab¨ªan estallado una serie de enfrentamientos en Sud¨¢n del Sur hac¨ªa unos d¨ªas y me ped¨ªan poder asumir el cargo de un equipo de emergencias que sirviera para ampliar la capacidad quir¨²rgica en las zonas donde los combates estaban siendo m¨¢s intensos. No me lo pens¨¦. Al d¨ªa siguiente est¨¢bamos de camino.
Primero fuimos a Bentiu, la capital del estado de Unidad. Se hab¨ªan producido enfrentamientos en la ciudad el d¨ªa anterior, los mercados hab¨ªan sido destrozados y saqueados y los m¨¦dicos se hab¨ªan visto obligados a marcharse del hospital local. Tras de s¨ª hab¨ªan dejado una sala de urgencias en la que contamos hasta 45 heridos de consideraci¨®n, as¨ª que nos pusimos r¨¢pidamente manos a la obra para tratar de sacarles adelante. Empec¨¦ a operar esa misma tarde, pero la situaci¨®n se deterioraba por momentos y circulaban rumores de un ataque a gran escala en la ciudad. A la ma?ana siguiente fuimos evacuados.
En la ciudad reinaba una tensi¨®n extrema cuando nos fuimos. Hab¨ªa hombres armados por todas partes, peque?as hileras de gente con fardos se dirig¨ªan hacia el puente principal. Se respiraba la sensaci¨®n de que las cosas no iban m¨¢s que a empeorar.
Una situaci¨®n inestable
M¨¦dicos sin Fronteras tiene 14 proyectos en 9 de los 10 estados de lo que hoy es Sud¨¢n del Sur, donde la organizaci¨®n trabaja desde 1983. Debido a las amenazas, los saqueos y los ataques sufridos en las ¨²ltimas semanas ¨Cen algunas ocasiones grupos de hombres armados entraron en las instalaciones disparando e intentando sacar a los pacientes¨C MSF tuvo que suspender sus actividades en cuatro centros: Bentiu, Malakal, Leer y Awerial. Y, de momento, solo se han podido retomar en los primeros dos. En Leer, los trabajadores extranjeros de la organizaci¨®n se han visto obligados a salir de la ciudad. Sin embargo, muchos trabajadores locales decidieron quedarse y seguir atendiendo las urgencias.
Al poco tiempo, las fuerzas del gobierno entraron y se hicieron con el control de Bentiu. Para entonces la poblaci¨®n hab¨ªa desparecido march¨¢ndose a aldeas peque?as o refugi¨¢ndose en el bosque. Otro equipo de MSF lleg¨® all¨ª cinco d¨ªas m¨¢s tarde, pero de nuevo tuvo que ser evacuado debido a los disturbios. Nuestro recinto fue destrozado y saqueado, entraron y lo robaron todo, as¨ª que la situaci¨®n segu¨ªa siendo muy tensa.
Desde Bentiu, volamos a Nasir. Se hab¨ªan producido enfrentamientos en la zona toda la semana y el hospital de MSF estaba lleno de heridos. Trabajamos durante 36 horas sin descanso junto al equipo de trabajadores sursudaneses de MSF. El otro cirujano y yo nos ocupamos de los casos m¨¢s complejos. De ah¨ª, sin apenas tiempo para pesta?ear, nos fuimos a Lankien, de donde proced¨ªan la mayor¨ªa de los heridos.
Lankien es una peque?a y remota ciudad de chozas de adobe. Cuando llegamos, la ciudad estaba abarrotada de gente y el n¨²mero de habitantes, 7.000, se hab¨ªa duplicado con la gente que hu¨ªa de los enfrentamientos. El hospital estaba lleno de heridos y de personas angustiadas.
El hospital que MSF tiene en esta ciudad generalmente se centra en casos de enfermedades infecciosas, as¨ª que lo primero que hicimos fue instalar un centro para atender a los heridos y una tienda de campa?a con una sala de operaciones. Tratamos a unas 140 personas con heridas de bala durante las tres o cuatro semanas siguientes.
La mayor¨ªa de los pacientes que nos llegaban eran adolescentes de apenas 16 ¨® 17 a?os, algunos incluso m¨¢s j¨®venes, que hab¨ªan resultado heridos durante los enfrentamientos m¨¢s al norte, en Malakal, o m¨¢s al sur, en Bor. Nos los tra¨ªan dos o tres d¨ªas despu¨¦s de haber resultado heridos, con heridas de bala de consideraci¨®n y fracturas graves, que debido al polvo y la suciedad empezaban a infectarse. Una de las principales dificultades que nos encontr¨¢bamos era c¨®mo impedir que la infecci¨®n pasase de la herida a la sangre, lo cual acabar¨ªa provocando irremediablemente una sepsis.
Hab¨ªa un n¨²mero significativo de civiles, incluidos ni?os, que hab¨ªan resultado heridos durante los enfrentamientos. Un ni?o de 11 a?os hab¨ªa sido alcanzado por disparos en la espina dorsal y estaba paralizado de la cintura para abajo. Le oper¨¦ dos veces y, aunque puede sacar las balas y reparar la zona, dudo mucho que pueda volver a andar.
Una noche me pidieron que fuese a ver a una ni?a de 12 a?os que hab¨ªa empezado a convulsionar y ten¨ªa otros problemas m¨¦dicos. Nos cost¨® mucho trabajo pero al final me sent¨ª muy contento al ver que por la ma?ana estaba mucho mejor y que parec¨ªa estar recuper¨¢ndose, aunque me angustiaba ver que la persona que le cuidaba era su hermano de nueve a?os. Su padre se hab¨ªa quedado en Malakal, y no s¨¦ lo que le hab¨ªa ocurrido a su madre. No puede evitar preguntarme qu¨¦ le deparar¨ªa el futuro a esta peque?a.
El hospital se encontraba bajo una gran presi¨®n. Muchas de nuestras admisiones eran personas normales que hab¨ªan caminado durante tres d¨ªas desde Bor o desde Malakal, a pleno sol bajo temperaturas no inferiores a los 30 grados. Sin comida y con muy poca agua se desvanec¨ªan de puro agotamiento. El n¨²mero de consultas externas se triplic¨® y nuestras cl¨ªnicas m¨®viles estaban abarrotadas.
Los desplazados ten¨ªan muy pocas pertenencias y estaba claro que su mayor preocupaci¨®n era poder seguir su camino una vez que hubiesen descansado. Muchos no ten¨ªan m¨¢s que lo que llevaban puesto y dorm¨ªan bajo las estrellas. Apenas ten¨ªan agua o comida. S¨®lo cuatro de las 12 bombas de agua de la ciudad funcionaban y nuestro centro nutricional se llenaba r¨¢pidamente de ni?os desnutridos.
A lo largo de los ¨²ltimos 10 d¨ªas hasta cuatro de nuestros proyectos han tenido que ser de nuevo evacuados por robos en nuestras instalaciones, saqueos a nuestros hospitales e incluso amenazas f¨ªsicas a nuestro personal. Es fundamental que sigamos con nuestro trabajo para proporcionar una atenci¨®n m¨¦dica y quir¨²rgica a la poblaci¨®n sursudanesa que en este momento es esencial, pero para poder hacerlo, antes tenemos que garantizar la seguridad de nuestros equipos. Todos y cada uno de los compa?eros que han sido evacuados est¨¢n deseando volver a sus puestos de trabajo porque saben que en muchos de los lugares donde estamos la gente no tiene otra ayuda que la que MSF pueda proporcionarles. Estamos muy solos y necesitamos de un mayor esfuerzo por parte de otras organizaciones, pero no volveremos a los lugares que hemos dejado si no se nos garantiza que nuestro trabajo y nuestras vidas van a ser respetadas.
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