Voracidad y lloriqueo
Si Hacienda recauda sin respiro, hay un?momento en que al?ciudadano com¨²n no?le salen las cuentas
Muchos j¨®venes lo ignoran y muchos que no lo son lo recuerdan difusamente: durante el franquismo no hab¨ªa declaraci¨®n de la renta, y as¨ª bastantes cre¨ªan que no pagaban impuestos. Claro est¨¢ que los hab¨ªa: los indirectos eran legi¨®n, numerosas empresas eran estatales (Telef¨®nica, Tabacalera, Renfe, etc), y lo normal era la apropiaci¨®n directa e indebida. El sistema era corrupto desde su nacimiento, y por ¨¦l se reg¨ªan desde la Jefatura del Estado (ya saben cu¨¢ntas cosas se ¡°regalaban¡± a Franco y a su mujer, incluidos pazos gallegos y multitud de collares) hasta la ¨²ltima alcald¨ªa (con excepciones). Por eso, una vez en democracia, cost¨® gran esfuerzo que la poblaci¨®n asumiera que deb¨ªa pagar una cantidad proporcional de sus ganancias para el mantenimiento de la naci¨®n. Hubo que hacer campa?as publicitarias (¡°Hacienda somos todos¡±, la m¨¢s famosa) para inculcarle a la gente una idea que la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos ten¨ªa asimilada e interiorizada desde hac¨ªa d¨¦cadas. No fue f¨¢cil, y el convencimiento de que era necesario y conveniente contribuir jam¨¢s fue completo. Ha habido capas de la sociedad a las que eso ha reventado siempre: individuos insolidarios y predispuestos a la trampa. Pero a medida que se vieron resultados (una sanidad p¨²blica ejemplar, una educaci¨®n universal y digna), el grueso de los ciudadanos se avino, aunque nunca pueda haber entusiasmo a la hora de rascarse el bolsillo. Fue frecuente consolarse pensando: ¡°Si me toca apoquinar tanto, tambi¨¦n es porque me ha ido bien este a?o¡±. Que los espa?oles se acostumbraran y lo aceptaran (en la medida en que se logr¨® eso), result¨® en todo caso tarea ¨ªmproba.
Desde que gobierna el actual Gobierno, si no antes, toda esa paciente labor se ha tirado por la borda. Por un lado, se ha dejado de percibir a la Agencia Tributaria como a un organismo justo, equitativo y honrado. En ella se han producido destituciones turbias y esc¨¢ndalos. Ha aplicado una c¨®moda amnist¨ªa fiscal a los grandes defraudadores, y ha flotado la sensaci¨®n de que se los premiaba por faltar a sus obligaciones. Ha llevado a cabo arbitrariedades inadmisibles: por poner un solo ejemplo, muchos artistas y toreros cobraban a trav¨¦s de sociedades, lo cual les tra¨ªa beneficios fiscales; es posible que esto fuera injusto, pero era legal hasta hace cuatro d¨ªas. De pronto, Hacienda decide que ya no y convierte su decisi¨®n en retroactiva, e impone monstruosas multas por algo que en su momento estaba enteramente permitido. Por recurrir a los s¨ªmiles futbol¨ªsticos que tantos entienden, es como si ma?ana se decidiera que los tiros a los postes son gol, y en funci¨®n de ese cambio se alteraran los resultados y t¨ªtulos de las tres ¨²ltimas temporadas: como el Madrid estrell¨® cuatro balones en el travesa?o en tal y cual encuentro, sum¨® tres puntos aqu¨ª y all¨¢ en vez de ninguno, luego fue campe¨®n de Liga en 2013 y no lo fue el Barcelona. Para cualquiera salta a la vista que eso no puede hacerse. Y sin embargo es lo que la Hacienda de Montoro viene haciendo con la chuler¨ªa y el autoritarismo consustanciales a este sujeto.
Cuando las leyes son abusivas, los ciudadanos empiezan a no sentirse obligados por ellas. Cuando el 62% de la factura de la luz son impuestos; cuando ¨¦sta y el agua y el gas est¨¢n gravados con un IVA del 21%, am¨¦n de otras tasas; cuando el Estado cobra si usted coge el metro o un autob¨²s o un taxi; si regala unas flores; si va a hacer la compra; si se toma una cerveza o cena en un restaurante; en suma, cobra de cada transacci¨®n que efectuamos, por peque?a que sea. Si adem¨¢s le estamos adelantando dinero ¨Cprest¨¢ndoselo¨C continuamente mediante el IRPF y los pagos fraccionados; si en junio podemos llegar a entregarle el 53% de nuestros ingresos (si nos ha ido muy bien, claro); si cuando alguien muere, el dinero y las propiedades que deja ¨Cy por los que el difunto tribut¨® ya en vida¨C se los embolsa en alta proporci¨®n el Estado (por qu¨¦ eso es as¨ª es algo que jam¨¢s entender¨¦, por mucho que est¨¦ establecido); si Hacienda recauda sin respiro y por doquier y por todo concepto, hay un momento en que al ciudadano com¨²n no le salen las cuentas. ?C¨®mo es que ese mismo Estado devorador lloriquea y se queja de su indigencia? ?C¨®mo es que se permite despedir o jubilar a m¨¦dicos, empobrecer y encarecer la sanidad, subir las tasas universitarias y las judiciales, reducir las becas o su cuant¨ªa, abandonar las carreteras al deterioro, reducir las pensiones, fomentar el desempleo, inyectar miles de millones a los bancos que no conceden cr¨¦ditos y ahogan a los comercios, albergar a incontables corruptos y hacer la vista gorda con ellos cuando no protegerlos, gastar sumas demenciales en autopistas que nadie utiliza y aeropuertos sin aviones, en montar ¡°embajadas¡± superfluas y dejar ¡°palacios¡± inacabados, de la Justicia o de las Artes, sin que ning¨²n pol¨ªtico responda por semejantes despilfarros?
Siempre vi con malos ojos a los defraudadores, incluso a quienes hac¨ªan chapuzas sin IVA. Ya no: cada vez los entiendo m¨¢s, y lo lamento. Cada vez entiendo m¨¢s que, ante unas leyes abusivas e injustas, ante un organismo saqueador y arbitrario, los individuos se defiendan y, a poco que puedan, no cumplan. Entre las mil cosas graves que ha tra¨ªdo este Gobierno, no ser¨¢ la menor haber conseguido que la gente se sienta justificada al consumar un enga?o. Con lo que cost¨® convencerla de que hab¨ªa que contribuir, y en particular a las arcas de Hacienda.
elpaissemanal@elpais.es
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