Twitter como bar¨®metro
El primer ministro turco restringe el acceso a la red social tras airearse un esc¨¢ndalo de corrupci¨®n en el que est¨¢ implicado
Hoy existe un nuevo sistema para medir el nivel de libertades de una naci¨®n: las redes sociales. Mientras los pol¨ªticos de todas las democracias, los periodistas y las estrellas del espect¨¢culo matan por conseguir seguidores en ellas, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan cumple su promesa y bloquea Twitter en Turqu¨ªa despreciando, de paso, a los millones de personas que leen los micromensajes de su cuenta oficial.
David Cameron compr¨® recientemente amigos en Facebook ¡ªya ha superado los 100.000 gracias a ello¡ª desembolsando gran cantidad de dinero para elevar su popularidad y, sobre todo, multiplicar el impacto de su campa?a pol¨ªtica. Erdogan, en cambio, considera que el uso de Twitter amenaza su largo mandato (ejerce desde 2003). Sus m¨¢s virulentos ataques a esta red se iniciaron el verano pasado, cuando cientos de miles de ciudadanos la utilizaron para protestar por sus pol¨ªticas y organizar sus campa?as contra el proyecto urban¨ªstico que arrasar¨ªa el parque Taksim Gezi.
Recep Tayyip Erdogan, que aspira a presidir el pa¨ªs tras las pr¨®ximas elecciones, clam¨® contra la red social porque en ella, dijo, ¡°se difunden mentiras absolutas¡±, lo que es una ¡°fuente de problemas¡±. La gota que ha colmado el vaso de su paciencia ha llegado este a?o, cuando usuarios de Twitter han aireado las grabaciones de las conversaciones entre el primer ministro y su hijo, en el foco de un esc¨¢ndalo de corrupci¨®n. Las autoridades turcas han alegado que restring¨ªan la entrada a Twitter por deso¨ªr ¨®rdenes judiciales contra enlaces ilegales, pero el argumento, con tales antecedentes, suena inveros¨ªmil.
Todo lo ocurrido es parad¨®jico porque frente a la pobreza de seguidores de Cameron, la cuenta oficial de Erdogan exhibe la cifra de 4,17 millones de amigos. Mantener dicha cuenta es un falso gesto de modernidad si se tiene en cuenta que Erdogan, a su vez, no sigue a nadie. Ni siquiera a importantes colegas como Cameron (uno de sus seguidores). Todo indica que nunca hubo mucho inter¨¦s por el intercambio de opiniones y que restringir la entrada a Twitter es lo m¨¢s parecido a la vieja censura de prensa de toda la vida.
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